lunes, 24 de noviembre de 2008

- LA WEB -




Furia anónima en la web


Los comentarios insultantes y discriminatorios invaden la red. Amparados en el anonimato, los foristas más intolerantes amenazan con hacer añicos la utopía de la comunicación pacífica y democrática que proponía la web

Noticias de Enfoques
La Nación



Como la cancha, la manifestación política, el recital o la clase numerosa, Internet también tiene quien tire piedras, insulte o abuchee escondido en la multitud. Amparados en el anonimato o en las identidades múltiples que permite la web, los comentarios irritados, insultantes y discriminatorios se han convertido en un contenido habitual en muchos blogs y sitios virtuales de noticias, y hacen añicos la utopía de la comunicación pacífica y democrática que prometía la web.

Contra los autores de las notas, los personajes aludidos en ellas, las ideas en juego, los otros comentaristas o el mundo en general, los usuarios irritados tienen costumbres reconocibles: escriben en mayúscula cuando quieren gritar más fuerte que otro, increpan a quienes intentan moderar sus mensajes, pueden adoptar varias identidades para multiplicar sus efectos y migran a otros espacios cuando se sienten ignorados o rechazados.

No todos los temas encienden la ira virtual de igual modo. En los medios argentinos, el fútbol, las noticias policiales y la historia reciente son últimamente los más convocantes. Pero el fenómeno no es ni por lejos sólo argentino. El origen étnico de Barack Obama, para citar sólo un caso, despertó comentarios rayanos con el racismo en Estados Unidos.





"Que cada progre humanitario se lleve un villerito fumapaco a su casa y lo acomode a su gusto". "¡Qué vuelvan las topadoras a Fuerte Apache, a la Villa 31 y a la 1-11-14!". "Kunkel, QUE ASCO DE TIPO. BABOSA PEGAJOSA ALCAHUETE Y LAMETRASEROS". "A Cristina el colágeno le afectó el tejido cerebral". "Cobos chancho comedor de residuos siempre vas a ir debajo del carro como perro OPORTUNISTA GARCA ARRASTRADO Y CORNUDO COMO EL CARACOL". "Ojalá Marta que toda la porquería que lanzás se te revierta hacia tu vida. Un verdadero asco". "Judío tenías que ser: codicioso, tramposo, indeseable". Voces por el estilo se multiplican a la velocidad apabullante a la que todo sucede en la web.

El fenómeno preocupa especialmente a los medios on line , que hacen equilibrio entre abrir democráticamente el espacio virtual a sus lectores y el dejar sus contenidos y buenos nombres vinculados con comentarios ofensivos.

Tan habituales y conocidos son los comentaristas virtuales agresivos que el mundo de Internet ya los bautizó: se los conoce como "trolls" (en referencia a las salvajes criaturas de El Señor de los anillos ) y en la web circulan consejos de todo tipo para enfrentarlos, que -en líneas generales- sugieren matar con la indiferencia. La preocupación, para los internautas frecuentes, es que su presencia "contamine" las discusiones y termine alejando a nuevos participantes de una comunidad global que se cree posible y deseable.

Por su parte, los especialistas que analizan el fenónemo fuera del mundo virtual le encuentran un sabor argentino: nuestra tenaz incapacidad de debatir sin caer en el insulto, el estereotipo o la incontinencia verbal, cara a cara, por televisión o en Internet.





"Los medios construyen las comunidades que se merecen, pero eso no siempre es controlable", dice desde España a LA NACION Juan Varela, periodista y consultor de medios, creador del blog Periodistas21.Varela diferencia los medios de información especializados -donde los comentarios suelen ser más creativos y respetuosos- y los de información general.

"En ellos se combinan varios fenómenos: enfado, protesta, ganas de alzar la voz contra los poderes como se hace en otras manifestaciones, y una especie de revancha contra la prensa y los medios tradicionales", dijo, aunque aclaró que Internet tiene un valor agregado: "La web da un tipo de plataforma no mediatizada por los filtros que estamos acostumbrados a tener en la vida normal".

La apertura "democrática" a la participación que se publicita como la gran ventaja de Internet está mostrando su lado oscuro. "Cuanta más gente participa, menos gente puede seguir el debate o logra que su voz se escuche de la misma manera que la de los primeros. A más comunicación, más ruido y menos posibilidad de debate", sintetizó Leandro Zanoni, periodista, creador de e-blog.com y autor de El imperio digital .

Para Zanoni, Internet opera "como un canalizador de la disconformidad de la gente sobre muchísimos temas, y de posturas sobre temas de coyuntura sobre los que necesita expresarse, como lo hace con los llamados a la radio o las cartas de lectores. La tecnología permite que opinar sea simple y hay cierta fascinación con ver la propia opinión reflejada y que otros te respondan", apuntó.

Al amparo del anonimato
Pero el comentario insultante o agresivo va un paso más allá de la participación, y se ampara en el anonimato, una marca de fábrica de Internet que parece haberse convertido en una imprevista condena.

"¿Quién es el creador de Internet? No se sabe. La web nació sobre una base anónima y colaborativa, por programadores unidos en el deseo de desarrollar una red tecnológica, y esa impronta se mantiene, por ejemplo en Wikipedia o Linux", dice Iván Adaime, jefe de Medios digitales del Grupo de Revistas de LA NACION y profesor en la UBA.

Las razones para abusar de ese anonimato creativo parecen estar fuera de la red. "El comentario insultante en Internet es como el insulto al árbitro o a Riquelme en la cancha de Boca. El anonimato, también en la calle, es muy tranquilizador, es poder decir lo que uno quiere sin el riesgo de recibir una sanción individual por ello", dice Martín Becerra, investigador del Conicet y de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), y alertó sobre una paradoja: "Internet supuestamente permitiría la identificación y la individualidad, pero termina creando la ilusión del anonimato". Una auténtica masa virtual, que puede estar formada por unos pocos, pero dedicados a multiplicarse para parecer muchos, como en una manifestación callejera la gente sabe separarse para ocupar más espacio.

Zanoni distingue incluso dos tipos de protestas virtuales. "Hay quienes sólo quieren demostrar su capacidad de disentir y estar en contra. A esas personas no les molesta dar la cara, porque quieren validar su disidencia sobre cualquier cosa y legitimarse como ?contras´", afirma, y relata cómo se puede seguir las trayectorias de participantes que sistemáticamente se dedican a disentir. "Pero el comentario agresivo o fascista tiene que ver con la posibilidad del anonimato que da Internet", agrega.

Adaime relativiza la idea. "Se puede pensar que es el anonimato el que fomenta la participación virulenta, pero cuando se pide que la gente se registre, también son muy agresivos. Hay algo afuera de la red, no estamos preparados para debatir y participar", analiza.

Pero lo cierto es que más allá de las consideraciones éticas, para los medios el fenómeno tiene aristas prácticas que los deja, por ahora, bastante desconcertados: al abrirse a comentarios, un medio termina prestando su espacio para una descarga incontenible de insultos.

Pero el fenómeno, como se dijo, no es sólo argentino. De hecho, la BBC fue pionera en establecer pautas de participación para su comunidad virtual, que recomiendan hacer contribuciones "de buen gusto", evitar las conductas "disruptivas, ofensivas o abusivas", ser paciente y no adoptar nombres virtuales que sean inapropiados.

Matar con la indiferencia
En Estados Unidos, un experimento de apertura a la participación de los lectores no tuvo estos recaudos y fracasó estrepitosamente. El 17 de julio de 2005, el diario Los Angeles Times dio a los lectores on line la posibilidad de modificar y reescribir con sus aportes los editoriales publicados por el diario. La experiencia se llamó "Wikitorial". Aunque al comienzo recogió muchos y buenos aportes, y más de 1000 personas participaron en la iniciativa, dos días después hubo que abandonar el proyecto, porque la página se llenó de "spam" o material basura, insultos y pornografía.

Hoy, algunos medios tienen políticas claras para participar en sus comunidades y exigen un registro con datos que permiten una identificación de quien participa. En otros, todavía la política es más laxa y errática.

Los que "ensucian" o "intoxican" las conversaciones -en el lenguaje nativo de los usuarios de la red- están bien identificados en el mundo virtual. "Si intentas razonar con un troll, él gana. Si insulta a un troll, él gana. Lo único que los trolls no pueden aguantar es que les ignore", dice uno de los artículos más citados en Internet sobre el tema, escrito por Timothy Campbell, con consejos útiles para librarse de las lapidaciones virtuales. "Los trolls son completamente insensibles a las críticas. No puedes negociar con ellos, no puedes hacerles sentir vergüenza o compasión; no puedes razonar con ellos", se lamenta Campbell. La solución está en ignorarlos, asegura.

"Una publicación que abre a los comentarios de los lectores asume un riesgo. No se puede estar censurando a todo el mundo, pero tampoco quedar pegados a cualquier comentario", dice Diego Levis, doctor en Ciencias de la Comunicación y profesor en la UBA, que rescata la participación de los lectores casi como un género que está surgiendo como subproducto web. "Muchas veces en Internet se recomiendan notas por los comentarios que tienen. Creo que pueden enriquecer el texto individual inicial", afirma.

La tecnología no surge en el vacío, sino que normalmente responde a una oportunidad social. ¿Qué tipo de espacio público representa Internet?

"Es cierto que hay más voces que hoy tienen acceso a un espacio que antes estaba limitado a los periodistas o a ciertas personas calificadas. Pero es un espacio tramposo, porque usa términos que remiten al foro o al ágora griego, pero no tiene nada que ver con eso, ni con la ciudad letrada de los siglos XVIII y XIX. Internet es un espacio público, pero en él nadie te ve, no hace falta poner la cara y el nombre, lo que era fundamental en esos otros espacios", dice Paula Sibilia, antropóloga argentina radicada desde hace años en Brasil y docente en la Universidad Federal Fluminense.

En tiempos de redefinición de qué es público y qué privado, la zonas personales e íntimas de la vida empiezan a abrirse a otros. "Las tecnologías no lo provocan, pero ayudan a eso y en cierta medida fueron creadas para eso", dice Sibilia, y ejemplifica con los foros de debate y los comentarios, pero también con Facebook, MySpace o las webcams.





"Ahí juega el anonimato: los valores del hombre público (la palabra, la honra) son ajenos para nosotros. Hoy es posible y hasta más interesante hablar sin responsabilizarme por lo que digo o escribo, porque no hay peso en la palabra", reflexiona.

La opinión, y no el intercambio de ideas, parece ser el formato de existencia compartida en este espacio público transformado, dentro y fuera de la web.

"Al disolverse las identidades fuertes, y las instituciones que las respaldaban, se atomiza el proceso de construcción de la opinión. Hoy se pueden expresar ideas que se contradicen y nadie imputa contradicción. Es un flujo de opiniones superpuestas continuas, distinto del ejercicio que implicaba expresar una idea, reflexionar sobre ella y hasta impugnarla", dice Becerra. Y ejemplifica: "Hoy los gobernantes son comentaristas de la realidad: les va bien a los que saben interpretar la opinión mayoritaria".

Sibilia coincide: "Un fenómeno contemporáneo es la falta de confianza en los proyectos colectivos. Los debates son monólogos a ver quién grita más fuerte".

Optimistas tenaces, los internautas frecuentes confían en que la autorregulación de la propia web terminará por eliminar a los comentaristas furiosos. "Es cuestión de tiempo. Ya van a venir generaciones acostumbradas a publicar en línea", dice Adaime. "No estoy seguro de que sea negativo. A partir de esta disidencia se generan debates que de otro modo no se hubieran dado", coincide Zanoni.





Es la resignación que recomienda Campbell en su artículo sobre los trolls: "Internet, al ser tan libre, está obligada a tener problemas. Podemos disfrutarla mejor si tratamos todo lo que pasa en la red con una irónica sonrisa abierta y un encogimiento de hombros preparado".

Por Raquel San Martín
© LA NACION

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