lunes, 31 de marzo de 2008

- CIVILIZACION -






Frases y citas


célebres sobre


La Civilización









Rascar al hombre civilizado
y aparecerá el salvaje.
Arthur Schopenhauer

Civilizar a un pueblo
no es ortra cosa que
hacerle sentir nuevas necesidades.
Charles Gide

Me parece que la civilización
tiende más a refinar el vicio
que a perfeccionar la virtud.
Edmond Thiaudière

Una civilización sin amor
es un cementerio.
R. Follereau

La civilización no es la
exposición de una raza,
sino de una cultura.
André Maurois

La civilización es, simplemente,
una serie de victorias
sobre la naturaleza.
William Harvey

La civilización no
suprime la barbarie,
la perfecciona.
Voltaire

El primer humano que insultó
a su enemigo en vez de
tirarle una piedra fue el
fundador de la civilización.
Sigmund Freud

La civilización es el arte
de vivir en ciudades de tamaño tal
que nadie conoce a todos los demás.
Julyan Jaynes

Únicamente aquellos pueblos
que hacen descubrimientos
son dueños del futuro de
la civilización.
Berthold Auerbach

Espera mil años y verás
que se vuelve preciosa
hasta la basura dejada atrás
por una civilización extinta.
Isaac Asimov

Cultura es sinónimo de
civilización y progreso intelectual.
José Sarukhán

El arte es la firma
de la civilización.
Beverly Sills

domingo, 30 de marzo de 2008

- ESCENOGRAFIA -




La Escenografía


Pilar fundamental de cualquier puesta



En la actualidad se entiende por escenografía todos los elementos visuales que conforman una escenificación. Sean estos corpóreos (decorado, accesorios), la iluminación o la caracterización de los personajes (vestuario, maquillaje, peluquería); ya sea la escenificación destinada a representación en vivo (teatro, danza), cinematográfica, audiovisual, expositiva o destinada a otros acontecimientos.

La escenografía o pintura de escena tiene sus raíces en el teatro griego. Los griegos usaron el periacto, artificio especial que empleaban en sus teatros para cambiar decoraciones. Consistía en un aparato prismático de revolución con un paisaje diferente pintado en cada una de sus tres caras. Había un periacto en cada lado del escenario, y al girar quedaba cambiada la decoración.







En el Edipo Rey, de Sófocles (430 adC), por ejemplo, el prisma que se situaba a la derecha representaba el distrito de la ciudad de la cual formaba parte el palacio central, y el periacto de la izquierda mostraba en perspectiva la campiña ática por donde entraban los personajes que venían de Delfos. El periacto es el origen de los bastidores, usados por primera vez en 1620, en el teatro Farnesio de Parma. El bastidor es un armazón de listones sobre el cual se aplica un lienzo o papel y se utiliza pintándolo sobre las dos caras: cada una corresponde al paisaje o arquitectura que debe representar el escenario; el telón de fondo da las características principales.

Entre las importantes variaciones de la escenografía que han tenido influencia en la técnica escénica, puede citarse la decoración circular de las célebres carretas-escenas del medioevo, sobre la cual se presentaban ante los espectadores los más pintorescos lugares propios de los diversos episodios de los misterios o los juegos escénicos de la época. Ese particular hallazgo es precursor de los escenarios giratorios modernos.







Otra de las características de la misma época era la escena simultánea, en donde se sucedían los lugares de acción del espectáculo; dicha escena ha tenido su eco en el teatro contemporáneo, como puede verse en el decorado de varias habitaciones simultáneas, o en los carros yuxtapuestos que pasan por la boca de la escena cambiando los lugares ante los ojos de los espectadores.

En toda la historia de la escenografía podrían estudiarse casos como éstos, los cuales considerados desde el punto de vista estético darían lugar a deducciones curiosísimas. Una de las innovaciones mejor logradas en los escenarios modernos de estos últimos 30 años, consiste en las magníficas sugerencias conseguidas con elementos plásticos sintéticos y con simples fondos de cortinas negras o de colores neutros. Pues bien, si se hurga en el pasado se comprueba su origen en primitivas representaciones, particularmente en Inglaterra, en las que un simple cartel indicaba el lugar o una voz despertaba la imaginación de los espectadores explicando las excelencias de un decorado que no existía.







Lo anterior evidencia que ha habido problemas de formas similares en todos los tiempos, y conceptos prácticos coincidentes. La escenografía pura como contribución de la personalidad del pintor escenógrafo para lograr un todo orgánico en el espectáculo y una atmósfera adecuada a la obra, es una conquista de la época moderna.

El renacimiento nos da por primera vez un teatro (el Olímpico de Venecia, 1585, obra del arquitecto Andrés Palladio) un escenario de madera, síntesis grandiosa de la estética arquitectural de la escenografía de la época, y que consistía en que la decoración estuviera dispuesta según los cánones artísticos de la perspectiva lineal. Columnas corintias, bajorrelieves, estatuas, y cornisamientos adornan la fachada escénica. En medio se abre la puerta mayor, o puerta real, según Vitrubio, porque solo los actores principales aparecían por ella, a manera del teatro griego. A través del vano se ven palacios de relieve aplanado, reducidos en perspectiva, formando una calle que parece ser la de Tebas, porque ésa fue la ciudad en que reinó Edipo, y con la tragedia del mismo nombre se inauguró el teatro. La ilusión óptica de la extensión de la calle es completa.








Paulatinamente fue transformándose la decoración fija en móvil, y la escena tuvo una época majestuosa y brillante tanto en Italia como en Francia. La ópera participó en el desarrollo, pues era un género que reclamaba gran presentación y apoyo económico. Pero para que esas nuevas conquistas cobraran importancia era necesario que el arquitecto, que era a su vez constructor y pintor, fuera dejando paso a los escenógrafos, es decir, a los especializados en el arte de crear climas escénicos.

Los Galli Bibiena (1659-1743) hicieron el hallazgo de conseguir y lanzar la nueva perspectiva pictórica, de forma que la arquitectura no sólo se viera de frente, sino que nos ofreciera aspectos desde diferentes ángulos. De esta manera nació un tipo nuevo de escenógrafo pintor. La iluminación escénica también debía ayudar en las conquistas de la escenografía.

Las candilejas fueron una innovación del siglo XVII.
Francia debía intervenir para consolidar las nuevas conquistas. León Moussinac, experto en esta materia, dice al respecto: El sistema moderno de decorados de tela pintada, es decir, de decoraciones sucesivas en reemplazo de decorados simultáneos fue creado por Mahelot y Laurent, quienes trabajaron para Molière. De ésta época es Giovanni Niccolo Servandoni, gran escenógrafo que montó los mejores espectáculos de ópera. Fue en ese admirable siglo XVII cuando nació la decoración teatral propiamente dicha, en la que puso entonces el artista su originalidad y el aporte de su personalidad.







Todo contribuye a la formación de las nuevas tendencias escenográficas para que los problemas dejen de ser de orden exterior. Las habitaciones se cierran con paredes y plafones, porque el naturalismo exige una realidad ambiente que no se consigue con bastidores y telones de fondo. El gas sustituye la iluminación a vela y aceite. En 1887, el Teatro Libre de Antoine, en París, buscaba la verdad en el decorado haciendo aparecer una fuente de la que brotaba agua durante la representación.

Las estéticas se suceden como las teorías; así vemos como el simbolismo necesita de una nueva fórmula (1890): La decoración debe ser una pura ficción ornamental que complete la ilusión por sus analogías de color y de líneas con el drama. Pintores como Maurice Denis y Odilón Redon se adhirieron a éste principio y un hombre de teatro como Lugné-Poé dio su talento a las iniciativas del momento en el teatro de l’Oeuvre (1892).







Todos los ballets de Diaghilew (1909) descubren escenógrafos de la talla de Backs, Benoit y Roerich. En Alemania se trabajaba con entusiasmo bajo las directivas de Max Reinhardt, y de Stanislawsky, director del Teatro de Arte de Moscú y una de las figuras de la vanguardia. En Inglaterra existía Gordon Craig, un genio del teatro, que luchaba por dar un estilo al escenario para que no se confundiera con la realidad. Adolfo Appia y George Fuchs proyectaban iniciativas profundas.
Todo estaba preparado para recoger las grandes ventajas que aportaba la electricidad. La transformación había llegado. Existía de hecho una luz que podía exaltar el color, proyectar sombras, crear atmósferas no conocidas hasta entonces y dar relieve a lo corpóreo en la escena.

Pablo Picasso hizo decorados para el ballet de Manuel de Falla, El Sombrero de Tres Picos, y Jacques Copeau así como Gaston Baty, Luis Jouvet y Charles Dullin acogieron fervorosamente las más audaces tendencias. Antón Giulio Bragaglia y Enrico Prampolini en Italia crearon escenografías dentro de directivas muy personales.
Los rusos han tenido siempre el sentido del teatro. En Rusia fue donde los Ballets Rusos de Sergei Diaghilev nacieron, revelándonos la escenografía de Shéhérazade, cuya influencia duró más de diez años en la decoración teatral.







Después de la Revolución de Octubre el teatro ruso alcanza un gran desarrollo. El teatro de Estado de Meyerhold es uno de los más audaces laboratorios de mise en scène de la Rusia Soviética. No hay que olvidar tampoco al Teatro Kamerny, al Stanislawsky, al Habima y las realizaciones logradas por Tairov.

Hoy asistimos a la realización de escenografías virtuales, con impensados efectos luminotécnicos, proyección de videos e imágenes, animaciones y toda una amplia gama de efectos visuales, a modo de decorado, que realzan las puestas de espectáculos de todo tipo. Y esto no es más que el comienzo. De cualquier modo es bueno saber un poco de lo que es esta disciplina del teatro por añadidura de la TV, el cine y los conciertos.


Ricardo A. CARRASQUET

sábado, 29 de marzo de 2008

- MALDITO -




El último maldito


Por Mario Vargas Llosa
Para LA NACION
Caricatura: Huadi



Curioso por el entusiasmo que despertó en Onetti, sobre el que escribo un ensayo, la primera novela de Céline, he vuelto a leer –¡después de casi medio siglo!– al último escritor “maldito” que produjo Francia. Como escribió panfletos antisemitas y fue simpatizante de Hitler, muchos se resisten a reconocer el talento de Louis-Ferdinand Céline (1894-1961). Pero lo tuvo, y escribió dos obras maestras, Viaje al final de la noche (1932) y Muerte a crédito (1936), que significaron una verdadera revolución en la narrativa de su tiempo. Luego de estas dos novelas su obra posterior se desmoronó y nunca más despegó de esa pequeñez y mediocridad en que viven, medio asfixiados y al borde de la apoplejía histérica, todos sus personajes.

En aquellas dos primeras novelas, lo que destaca es la ferocidad de una postura –la del verboso narrador– que arremete contra todo y contra todos, cubriendo de vituperios y exabruptos a instituciones, personas, creencias, ideas, hasta esbozar una imagen de la sociedad y de la vida como un verdadero infierno de malvados, imbéciles, locos y oportunistas, en el que sólo triunfan los peores canallas y donde todo está corrompido o por corromper. El mundo de estas dos novelas, narradas ambas en primera persona por un Ferdinand que parece ser él mismo (en Muerte a crédito cuenta su niñez y adolescencia hasta que se enrola en el ejército y, en El viaje al final de la noche, su experiencia de soldado en la Primera Guerra Mundial, sus aventuras en Africa y en los Estados Unidos y su madurez de médico en los suburbios de París), sería intolerable por su pesimismo y negrura si no fuera por la fuerza cautivadora de un lenguaje virulento, pirotécnico y sabroso que recrea maravillosamente el argot popular y finge con éxito la oralidad, y por el humor truculento e incandescente que, de tanto en tanto, transforma la narración en pequeños aquelarres apocalípticos.

Estas dos novelas de Céline, más que para ser leídas, parecen escritas para ser oídas, para entrar por los oídos de un lector al que los dichos, exclamaciones, improperios y metáforas del titi parisien de los suburbios le sugieren todo el tiempo un gran espectáculo sonoro y visual, a la par que literario. Qué oído fantástico tuvo Céline para detectar esa poesía secreta que escondía la jerga barriobajera, enterrada bajo su soez vulgaridad, y sacarla a la luz hecha literatura.

No hay un solo personaje entrañable en estas novelas, ni siquiera alguno que merezca solidaridad y compasión. Todos están marcados por el resentimiento, el egoísmo y alguna forma de estupidez y de vileza. Pero todos imantan al lector, que no puede apartar los ojos –los oídos– de sus disparatadas y sórdidas peripecias, sobre todo cuando hablan. El menos repelente de todos ellos es, sin duda, el astronauta e inventor de Muerte a crédito, Courtial des Pereires –una versión gangsteril y diabólica del tierno Silvestre Paradox de Pío Baroja–, que luego de estafar a media Francia con sus delirantes invenciones y sus exhibiciones aerostáticas, termina descerrajándose un escopetazo en la boca que lo convierte en una masa gelatinosa que pringa las últimas cincuenta páginas de la novela y hasta a los lectores los ensucia de pestilentes detritus humanos.

No creo haber leído jamás unas novelas que se sumerjan tanto y con semejante placer y regocijo en la mugre humana, en toda ella, desde las funciones orgánicas hasta los vericuetos más puercos de los bajos instintos.

Siempre se ha dicho que el Céline político sólo apareció después de escribir sus dos primeras novelas, cuando su antisemitismo lo llevó a excretar Bagatelles pour une masacre y otros repugnantes panfletos de un racismo homicida. Pero la verdad es que, aunque –en términos estrictamente anecdóticos– estas novelas no desarrollen temas políticos, ambas constituyen una penetrante radiografía del contexto social en que el nazismo y el fascismo echaron raíces en Europa en los primeros años del siglo XX.

El mundo que Céline describió en sus novelas no es el de la burguesía próspera, ni el de la desfalleciente aristocracia, ni el de los sectores obreros de lo que, a partir de aquellos años, se llamaría el cinturón rojo de París. Es el de los pequeñoburgueses pobres y empobrecidos de la periferia urbana, los artesanos a los que las nuevas industrias están dejando sin trabajo y empujando a convertirse en proletarios, los empleados y profesionales que han perdido sus puestos y clientes o viven en el pánico constante de perderlos, los jubilados a los que la inflación encoge sus pensiones y condena a la estrechez y al hambre. El sentimiento que prevalece en todos esos hogares modestos, donde los apuros económicos provocan una sordidez creciente, es la inseguridad. La sensación de que sus vidas avanzan hacia un abismo y que nada puede detener las fuerzas destructoras que los acosan. Y, como consecuencia, esa exasperación que posee a hombres y mujeres y los induce a buscar chivos expiatorios contra la condición precaria y miedosa en la que transcurre su existencia.

Bajo las apariencias ordenadas de un mundo que guarda las formas, anidan toda clase de monstruos: maridos que se desquitan de sus fracasos golpeando a sus mujeres, empleados y policías coloniales que maltratan con brutalidad vertiginosa a los nativos, el odio al otro –sea forastero al barrio, o de distinta raza, lengua o religión–, el abuso de autoridad, y, en el ánimo de esos espíritus enfermos, en resumen, la secreta esperanza de que algo, alguien, venga por fin a poner orden y jerarquías a pistoletazos y carajos en este burdel degenerado en que se ha convertido la sociedad.

Todos estos personajes son nacionalistas y provincianos en el peor sentido de estas palabras: porque no ven ni quieren ver más allá de sus narices. Como el Ferdinand Bardamu de El viaje al final de la noche, pueden recorrer el Africa negra y vivir en los Estados Unidos, o, como el Ferdinand de Muerte a crédito, pasar cerca de dos años en Inglaterra. Inútil: no entenderán ni aprenderán nada sobre los otros porque, por prejuicio, desgana o desconfianza, son incapaces de abrirse a los demás y salir de sí mismos. Por eso, regresarán a su suburbio aldeano, a su campanario, como si nunca lo hubieran abandonado. No saben nada de lo que ocurre más allá de su entorno porque no quieren saberlo: como si romper las celdas en que se han encerrado por el miedo crónico en que viven fuera a hacerlos más vulnerables a esos misteriosos enemigos de que se sienten rodeados.

Pocos escritores han descrito mejor que Céline ese espíritu tribal, que es el peor lastre que arrastra una sociedad que intenta progresar y dejar atrás los prejuicios y hábitos reñidos con la modernidad. En Céline no hay la menor intención crítica frente a esta humanidad obtusa y estúpida que describió con intuición genial. Para él, el mundo es así, los seres humanos están hechos de ese apestoso barro y nada ni nadie los mejorará.

Céline pertenecía a este mundillo y nunca salió de él. Por sus simpatías hitlerianas, al final de la guerra huyó a Alemania tras los nazis que escapaban de París y, luego de un peregrinaje patético que narró en unas seudonovelas que no son ni sombra de las dos primeras que escribió, terminó en una cárcel danesa. Dinamarca se negó a extraditarlo, argumentando que si lo entregaba a Francia no tendría un juicio imparcial y sería poco menos que linchado. (Estuvo a punto de ser asesinado durante la ocupación por un comando de la resistencia en el que, por lo menos eso juraba él, participó el escritor Roger Vailland.)

En 1953, fue amnistiado y pudo regresar a París. Volvió a la banlieu donde acostumbraba jugar a la pétanque con amigos de su barrio. Jamás se arrepintió de nada. Poco antes de morir, concedió una entrevista en la televisión a Roger Stéphane. Nunca he olvidado esa cara del viejo Céline con la barba crecida y sus ojos enloquecidos, clavados en el vacío, mientras, apretando su puñito esquelético, su vocecita cascada rugía, frenética, ante la cámara: “¡Cuando los amarillos entren en Bretaña, ustedes, franceses, reconocerán que Céline tenía razón!”.

viernes, 28 de marzo de 2008

- AGUA -





SEMANA DEL AGUA





Desde 1993 y con el fin de concientizar a la población mundial sobre la escasez de este líquido que no tiene sustitutos, la ONU celebra el Día Internacional del Agua. Preocupa fundamentalmente el aumento de su demanda y la contaminación de las fuentes.

"Durante el último siglo la población mundial se ha triplicado mientras que el consumo de agua se sextuplicó. Mayor población supone mayor demanda de energía y de hidroelectricidad”, revela el informe de la Confederación Nacional de Docentes Universitarios (Conadu).

Las organizaciones ecologistas y los organismos internacionales debaten continuamente acerca de las mejores formas de utilizar y controlar el agua potable y aseguran que las reservas naturales son sumamente importantes. “Quien controle el agua, controlará la economía mundial en un futuro no muy lejano", predicen.







El Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (CESCR) firmado en el 2002 reconoció que “el agua es un derecho humano fundamental”, y los 145 países que firmaron el tratado están obligados a garantizar progresivamente el acceso universal al agua potable, de forma equitativa y sin discriminación.

Sin embargo, un informe de las Naciones Unidas, reconoce que en la actualidad hay 1.100 millones de personas que no tienen acceso a agua potable segura; 2,6 mil millones carecen de sistemas sanitarios básicos, y cerca de dos millones de personas son víctimas cada año de enfermedades diarreicas, de las cuales el 90 por ciento son niños menores de cinco años.

Las declaraciones de Ismael Serageldin, ex vicepresidente del Banco Mundial, fueron bastante alarmantes: "Las guerras del siglo XXI serán por el agua", dijo, y advirtió que “con las privatizaciones, las grandes corporaciones han pasado a controlar el agua en gran parte del mundo.

Se calcula que en 15 años, unas pocas empresas privadas tendrán el control monopólico de casi el 75 por ciento de ese recurso vital para todos".







Con este motivo, ayer en el Centro Cultural Recoleta, la Agencia de Protección Ambiental de la CABA, organizó el primero de varios cursos sobre “El Agua y el Arte”.

miércoles, 26 de marzo de 2008

- MERCOSUR -








Día del MERCOSUR


El 26 de marzo de cada año se denomina el Día del MERCOSUR, en ocasión de recordar la firma del Tratado de Asunción del año 1991, que dio nacimiento al proceso de integración de los países del Cono Sur.

El Mercado Común del Sur o Mercosur (en portugués Mercado Comum do Sul, Mercosul) es un bloque comercial cuyos propósitos son promover el libre intercambio y movimiento de bienes, personas y capital entre los países que lo integran, y avanzar a una mayor integración política y cultural entre sus países miembros y asociados.

Sus estados miembros son Argentina, Brasil, Paraguay, y Uruguay. Venezuela firmó su adhesión el 17 de junio de 2006. Su "status" dentro del bloque no es claro: no ejerce los derechos propios de un estado miembro pleno pero está claro que es más que un mero estado asociado. Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú tienen estatus de estado asociado.





Los países miembros consideran que su fecha de creación fue el 30 de noviembre de 1985, fecha de la Declaración de Foz de Iguazú que puso en marcha el proceso. Sin embargo, el nombre le fue asignado el 26 de marzo de 1991 por el Tratado de Asunción, en tanto que su existencia como persona jurídica de Derecho Internacional fue decidida en el Protocolo de Ouro Preto, firmado el 16 de diciembre de 1994, pero que recién entró en vigencia el 15 de diciembre de 1995. El Protocolo de Ouro Preto estableció un arancel externo común y desde 1999 existe una zona libre de aranceles entre sus integrantes con la sola excepción del azúcar y el sector automotriz. La Unión Aduanera se encuentra aún en proceso de construcción.

El Mercosur es el mayor productor de alimentos del mundo.

martes, 25 de marzo de 2008

- DELITO -





Delito garantizado

Por Eugenio Burzaco
Para LA NACION



Hace ya varios años planteé, desde estas mismas páginas, los factores recurrentes que explican el creciente aumento de la delincuencia en la Argentina, en especial de los delitos violentos. Sigo sosteniendo que el Estado tiene un papel fundamental para su abordaje y que la escalada delictiva no retrocederá mientras la política siga mirando hacia otro lado e intentando ocultar la realidad.

Dejar de publicar las estadísticas o tergiversarlas y cargar la responsabilidad sobre los medios de comunicación, con la muletilla de que crean en la población una “sensación de inseguridad” son actitudes que no conducen a nada. La realidad que el ciudadano vive se impone. A la gente no hay que contarle lo que tiene que padecer todos los días.

El robo de autos crece. ¿Cuántos desarmaderos en pleno funcionamiento puede mostrar la televisión? ¿Cuántos rostros de comerciantes llorando, porque se ven obligados a cerrar su negocio, el sustento de su vida y su familia, puesto que los han robado por vigésima o trigésima vez?

Un empresario secuestrado por unas horas agradece, desencajado, porque sólo fue víctima de un “secuestro exprés”. Cobraron y lo dejaron ir, pero no fue tan afortunado un jovencito, hijo de otro empresario. El padre pagó, pero tuvo que buscar el cuerpo de su hijo en la morgue.

¿Cuántos chicos adictos al “paco” o con abstinencia de “paco” asuelan la ciudad de noche y ahora incluso de día? Ya ni se cuentan los ancianos golpeados, saqueados y muertos. ¿Cuántos delitos de los que efectivamente se comenten son denunciados? Las imágenes sobre la criminalidad se repiten en los programas de TV día tras día, porque ese mínimo porcentaje que sale a la luz ocurre diariamente, en cualquier lugar del país, y los ciudadanos se sienten parte, posibles víctimas, ante la evidencia de que el Estado, en todas sus instancias, hará poco para evitarlo.

Las instituciones y los recursos

No se ha abordado aún el debate sobre los recursos económicos que deben ser destinados a las mejoras necesarias en el marco institucional, en la policía, la Justicia y el servicio penitenciario, tanto para su actuación operativa, capacitación y remuneración del personal, cuanto para el uso inteligente de las tecnologías disponibles para la prevención del delito.

Mucho se puede decir sobre qué políticas en particular deberían ser aplicadas en estas instituciones, pero lo que queda en claro es que sin recursos económicos cualquier esfuerzo que se realice resultará insuficiente.

Analizando brevemente el debate adeudado, salta a la vista el tema de la coparticipación. El gobierno nacional se queda con más del setenta por ciento de lo recaudado en el país y, a pesar de concentrar la mayoría de los recursos, la Nación les traslada la principal responsabilidad de la lucha contra la delincuencia a las provincias.

Esto deja expuesto el núcleo del debate sobre el federalismo, ya que provincias como Buenos Aires, que aportan el 40% de todo lo recaudado en el país, sólo reciben el 22% de los recursos coparticipados. Esta provincia, por su tamaño, su población y su desborde en la problemática de inseguridad, se ve obligada a mendigar recursos que, en realidad, deberían ser suyos.

Más evidente aún es el caso de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El Ejecutivo nacional pretende que la Capital financie el traspaso de la policía con sus propios fondos. Ante todo, estaría violando el artículo 72 de la Constitución, que es claro sobre este tema. La ciudad aporta aproximadamente el 25% del total de lo recaudado por el Tesoro Nacional y recibe sólo el 1,4%.

Es importante que las provincias grandes y más ricas sean solidarias con aquellas provincias más pobres y necesitadas, pero no a costa de que los recursos caigan en el saco de la Nación, que tampoco resuelve sus problemas.

Si no se afronta esta problemática institucionalmente, como debe ser, nos convertiremos en un Estado feudal, en el que nos veremos obligados a rendir pleitesía al repartidor de los recursos para resolver precariamente cualquier conflicto, sin llegar a las causas y sólo atendiendo los síntomas más visibles.

El país invierte en seguridad y justicia un porcentaje menor de su presupuesto en términos relativos: alrededor del diez por ciento contra un veinte y hasta un treinta por ciento que invierten los países vecinos y los desarrollados.

Queda también pendiente la discusión sobre a dónde van los recursos y cómo se utilizan, ante la evidencia empírica de que el problema no es sólo que se gasta poco, sino que además se invierte mal en esta materia.

Socioeconomía y cultura

Los factores económicos que más inciden en el índice del delito son la desigualdad en los niveles de ingreso y el desempleo entre los hombres jóvenes.

Dado que los hombres jóvenes son las principales víctimas –y también los principales victimarios– de delitos violentos en nuestra sociedad, es notable que sean también los más afectados en términos de niveles de marginación. Si bien en los últimos cinco años la Argentina se ha recuperado significativamente si se habla de crecimiento económico, reducción del desempleo y un mayor bienestar general, los datos de estas dos variables particulares siguen siendo alarmantes.

En lo tocante a la desigualdad, la brecha entre el diez por ciento más rico y el diez por ciento más pobre aumentó un 35,4% entre 1998 y 2006. Es decir que los más ricos pasaron de ganar 22 veces más que los más pobres a ganar 31 veces más.

El desempleo cayó significativamente, pero hoy el grupo más afectado por esta problemática sigue siendo el de los hombres jóvenes, categoría en la cual los índices más altos del país llegan al 14,3% en el Gran Buenos Aires, y al 16,8%, en el nordeste de la Argentina.

Asimismo, el empleo informal en todo el país alcanza el 39%, pero en la provincia de Buenos Aires llega al 45%.

La consecuencia de estos datos es que se agravan otros factores socioculturales, como los niveles de educación y la deserción escolar, con un abandono interanual promedio cercano al 20%. Esto se suma al aumento de hijos en hogares monoparentales. Crecieron un 44% entre octubre de 1995 y el mismo mes de 2005 en la ciudad de Buenos Aires y en el Gran Buenos Aires. En definitiva, se trata de chicos que crecen en la calle, que no asisten al colegio y que, en muchos casos, carecen de parámetros de referencia aun entre sus familiares más cercanos.

La escuela y la familia, que son las principales instituciones de socialización de los jóvenes, se han deteriorado, y muchos jóvenes encuentran en las drogas, la violencia y las bandas delictivas una forma de escaparse ante una realidad tan dura y con tan pocas expectativas de progreso personal y social.

Drogas y crimen organizado

El consumo de drogas tiene dos relaciones con la delictividad. Una es sistémica, producto de que muchos jóvenes deben delinquir para mantener su adicción.

Cuanto mayores niveles de dependencia tienen, más dificultades experimentan para conseguir recursos por vías legales o trabajos formales, con lo cual caen en algún tipo de acción delictiva para financiar su enfermedad.

La otra problemática, relacionada con el consumo, es que bajo los efectos alucinógenos, o como consecuencia de la desesperación causada por el síndrome de abstinencia, muchos jóvenes cometen crímenes aberrantes, cuando se ven afectados en la capacidad de autolimitación y represión de sus conductas.

Los datos de aumento del consumo son alarmantes. El informe de las Naciones Unidas del año pasado ubica a la Argentina, como el segundo país en consumo de cocaína per cápita de toda América.

Los recientes datos del Sedronar señalan que 440.000 argentinos consumen regularmente cocaína.

Con respecto a la marihuana, organizaciones internacionales que se ocupan del tema adelantan que en nuestro país más del seis por ciento de la población la consume habitualmente. Con estas cifras, la Argentina se convierte en el país de mayor consumo de América latina, posición que hasta ahora ocupaba Chile, con el 5,3 por ciento. Parece notable que en este panorama crítico se busque como solución mágica, desde las más altas autoridades, la despenalización del consumo de drogas ilegales, que, a mi entender, va a agravar aún más el problema.

Otro factor negativo que viene acentuándose es la penetración de redes del crimen organizado en el país. Esto está demostrado empíricamente por la frecuencia de las luchas entre narcos peruanos en la propia ciudad de Buenos Aires y por el hecho de que las cocinas de cocaína que generan “paco” hayan proliferado de manera tan significativa en los últimos años, cosas que prueban que a las redes criminales ya les conviene afrontar la etapa de producción entre nosotros. Los efectos del “paco” sobre los jóvenes son devastadores.

Es notable que en momentos de superávit económico y después de haber declamado la prioridad de la temática de seguridad en la campaña presidencial no se hayan transferido aún los recursos para afrontar el problema ni se haya sostenido una política de Estado ante la demanda creciente de la población. Todas las encuestas revelan que la inseguridad es la preocupación número uno de los argentinos. Cuanto más tiempo pase y más jóvenes crezcan sin oportunidades ni educación como marginados sociales, más personas buscarán en el delito la solución a sus urgencias y mayor será el avance de las drogas y del crimen organizado.

Recuerdo que el estupendo y lúcido director Ingmar Bergman calificó a la criminalidad como el huevo de la serpiente: ella muerde su propia cola envenenada y se acostumbra a sobrevivir en ese estado. Nada más lejos del deseo de la gran mayoría de los argentinos.

Eugenio Burzaco es diputado nacional por el Pro, con mandato hasta 2009.

lunes, 24 de marzo de 2008

- HIPOCRITAS -





¿Somos todos hipócritas?



Por Oscar R. Puiggrós
Para LA NACION
Caricatura: Kovensky




Dicen los diccionarios que la hipocresía "es un fingimiento o apariencia de sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen".


Por cierto, tratar el tema es realmente comprometido y diría resbaladizo, por su estrecha relación con la personalidad psicológica de cada uno.

En el juicio autocrítico -cuando se tienen el carácter y la libertad para afrontarlo- se tropieza con la interferencia de intereses, debilidades, afectos personales o ataduras ideológicas que llegan hasta la hipocresía con uno mismo, quizá la más corrosiva al nivel profundo de la conciencia.

Este fenómeno lleva a confundir y muchas veces a corromper el significado de las palabras y de lo que ellas tratan de expresar, es así como una Babel idiomática se convierte en una Babel en las ideas y, por lo tanto, un obstáculo para la comunicación y el diálogo. Libertad, justicia, derecho, amor, democracia y tantas otras expresiones están atadas a circunstancias generales o personales que cambian sustancialmente su contenido; se las usa con tan imprudente frecuencia y frivolidad, que ya poco dicen y hay que volver a definirlas cada vez que se las emplea. Pensar no es combinar símbolos intelectuales: es penetrar en los fundamentos de las ideas.

Los argentinos tenemos una trayectoria cultural, política y económica caracterizada por incorregibles incoherencias entre lo que se propone y se ofrece y lo que luego se cambia o no se cumple; esta constante modificación de los objetivos y de los medios para alcanzarlos crea una situación de permanente crisis, emergencia y precariedad de los programas diseñados. En cada ocasión abundan palabras altisonantes de puro valor demagógico que tienen una vida efímera y rápido reemplazo por otras tan atractivas como igualmente engañosas.

Algunos ejemplos confirman estas reflexiones, que me parece oportuno transmitir. ¿La democracia se define y realiza sólo cuando la mayoría gobierna? ¿Fueron democráticos los gobiernos de Stalin, Mussolini, Hitler (ganó seis elecciones con más de ochenta por ciento de votos) y tantos otros que dejan de lado las bases esenciales del sistema? O podremos decir, como se dijo alguna vez sobre la libertad: "¡Democracia! ¡Cuántos crímenes se cometen en tu nombre!"

Entre nosotros ¿es la Justicia ciega o se le quita la venda cuando hay razones de "alta política" o inevitable ideología que imponen olvidar la igualdad y la equidad fundamentales? ¿No son los derechos humanos hoy frecuentemente violados, también por primeras potencias formalmente democráticas o por la "República Democrática" China, a pesar de su espectacular desarrollo económico, o por la Cuba fidelista, denunciada por sus propios periodistas e intelectuales, por sus atentados contra la libertad? ¿No asistimos, entonces, a una evidente hipocresía cuando a la libertad, la justicia y la democracia se las proclama convertidas en valores envilecidos?

Si estas observaciones las aplicamos al complicado escenario argentino, reconoceremos cuánto nos falta para emprender la indispensable reconciliación, comprender y "sentir" a los que inevitablemente deberán ser incluidos en la construcción de una sociedad libre, justa y pacífica.

Todos tenemos algo que reprocharnos; después de nuestras experiencias negativas, larga declinación y trágicos sucesos, nadie puede tener la vanidad de haber contribuido con eficacia para el bien común de los argentinos, aun cuando en economía hayamos logrado períodos de real o aparente prosperidad, más fiscal que de equilibrada distribución y desarrollo.

Los extremos ideológicos y políticos -de izquierdas y derechas, distinción que rechazo- han dejado en menos de un siglo experiencias tan aleccionadoras que parece imposible que todavía aparezcan insensatos que cultivan nuevos fundamentalismos bajo la máscara de valores atractivos (justicia social, democracia, soberanía, igualdad) que sólo son expresiones usadas con irresponsable publicidad. América latina ha dejado un muestrario de dictadores corrompidos de triste memoria, partidos hegemónicos que algunos pretenden resucitar para retroceder hacia tiempos de anacrónico absolutismo por medio de reformas osadas de apariencia democrática y de reorganización partidaria sólo retórica.

¿Es exagerado decir que hay esclerosis en nuestro Poder Legislativo, institución clave de la República y del sistema? ¿No es caer en nostalgia recordar a los Sarmiento, Pellegrini, Palacios, de La Torre, Frondizi, Aguirre Cámara, etc., y sus históricos debates parlamentarios? ¿No acabamos de asistir al ejemplar respeto mutuo y franca exposición de ideas y programas entre los candidatos presidenciales de España, EE. UU., Francia, etc, que nos lleva a una triste comparación?

El progreso de nuestra sociedad requiere el rechazo de la actitud maniquea: blancos o negros, ángeles o demonios, nosotros o ellos, criterio que desconoce la realidad y los matices que sólo percibe el prudente y desapasionado análisis de la condición humana. Qué bueno sería que la nota dominante entre los argentinos fuera la unidad -¡por Dios, no la unificación!- frente a un proyecto común con su natural pluralismo.

Y volvemos a preguntar ¿la ayuda social está libre de clientelismo? ¿Los niños y adolescentes entienden mejor lo que leen? ¿Bajó el consumo de la droga? ¿No sentimos un cataclismo interior cuando vemos que millones de niños están bajo el nivel de miseria cultural y económica y muchos subsisten revolviendo la basura? ¿No se instruye mal y menos todavía se educa para vivir en paz en una comunidad solidaria?

Podríamos seguir con estos interrogantes, numerosísimos, pero también señalar actos y resultados positivos y relevantes, como la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología, un notorio descenso del desempleo y algunos otros que sería prejuicioso omitir, aunque ellos no compensan las demoras en la atención de impostergables problemas populares junto con arrogantes proyectos faraónicos, el bajísimo nivel de nuestra cultura ciudadana y el crecimiento de la violencia, que es una muestra ostensible de declinación moral y cultural, tema estrechamente ligado al aumento, en estos últimos años, de las villas miseria estables (lamentablemente, no de emergencia).

Estos interrogantes y observaciones también son aplicables a los que desde la oposición se limitan a la crítica superficial y frívola, atada a prejuicios, y no procuran conocer la verdad ni siguen el análisis objetivo y prudente de la realidad política para corregirla con eficacia.

¿No asistimos en estos días a la hipócrita solidaridad de diferentes gobernantes latinoamericanos rápidamente alineados detrás de argumentos ideológicos o de simple concentración de poder? No se ha escuchado una sola condena del presidente Chávez contra el sistema de secuestros y narcotráfico -que así resultan legitimados como procedimientos normales de una lucha política- que recuerdan a las máquinas de guerra totalitaria y sus campos de concentración. ¿O es que esa repugnante metodología es aceptada o rechazada según quien la practique?

No es impertinente sino necesario expresar opiniones, transmitir inquietudes, promover reflexiones personales en quienes tienen a su cargo el bien común, el de todos, y esa es, entre nosotros, la primera autoridad ejecutiva acentuada por la Constitución presidencialista. Me permito así personalizar últimos interrogantes. ¿No cree usted, señora Presidenta, que es más útil corregir errores en el manejo de la administración pública y desaciertos en la tarea propiamente política que pasar por alto sospechosas fallas a la ética y la moral y excesos en la conducta y métodos de algunos funcionarios que tienen una cuota de poder?

¿No cree usted que, en estos momentos de complejísima transición, le ha tocado el fascinante desafío de lograr la reconciliación de los argentinos y la de estimular auténticamente la paz y todo lo que ella significa, hoy más que nunca, en un mundo acosado por oscuros nubarrones y riesgos de devastación universal? ¿No le parece que afrontar estos nobilísimos objetivos está en el nivel, o quizá más alto aún, que el de quienes nos dieron en su momento la libertad?

domingo, 23 de marzo de 2008

- DIA DE LA POESIA -




21 DE MARZO

Día Mundial de la Poesía



Cada 21 de marzo se celebra el Día Mundial de la Poesía. Esta conmemoración fue impulsada por la UNESCO en el año 2000 con el objetivo de reconocer las actividades poéticas que se realizan en los diferentes países y promover la poesía como una forma de cultura esencial.

Desde esta organización se considera que el mundo contemporáneo tiene necesidades, en el terreno de la estética, que la poesía puede cubrir siempre y cuando se reconozca su papel social. Por este motivo, era necesario crear un día específico que sirviera para mostrar la importancia de la poesía a la opinión pública.

El Día de la Poesía es el marco en el que se efectúan las acciones para sostener este género literario, se valoran los esfuerzos de los pequeños editores que intentan entrar en el mercado y se fomenta la lectura y el conocimiento de la poesía.

A lo largo de la celebración se han realizado recitales de poesía, conferencias con la intención de establecer el diálogo entre este arte y los demás (la danza, la música, la pintura, etc.) y actividades destinadas a promover la imagen de modernidad de la poesía en los medios de comunicación.






NO NAY CIUDAD SIN POESÍA


Hace cinco años, la Unesco declaró al 21 de marzo como Día Internacional de la Poesía. La campaña “No hay Ciudad sin poesía” celebra la palabra. La poesía acerca a los ciudadanos mensajes de belleza y su contenido contribuye al enriquecimiento de las experiencias personales.

A través de las actividades que se enumeran a continuación, se acercará a los ciudadanos de Buenos Aires distintas propuestas de contacto con la poesía universal. “Ciudad de poesías”es una página creada para acompañar la iniciativa de la Unesco durante todo el año. Podrán enviarse poemas, consultar catálogos on line, buscar información de autores y obras.

jueves, 20 de marzo de 2008

- IMPRESENTABLES -






Los violentos de siempre


Luctosa, aberrante, demencial. Cualquiera de esos adjetivos calzaría como anillo al dedo para calificar la jornada futbolística del fin de semana pasado, en la cual y por derivación de episodios vinculados con esa actividad, hubo un saldo de dos muertos, tres heridos de consideración, varios tumultos y alrededor de 180 detenidos.

Si hacía falta algún dato para terminar de confirmar que la violencia en todos sus matices y variantes se ha transformado en uno de nuestros mayores problemas, esos actos de absurda barbarie redondearon la existencia de la situación crítica que, al parecer, no preocupa a las autoridades en la medida extrema en que debería hacerlo.

El simpatizante de Vélez Emanuel Alvarez, de 21 años, murió al recibir un disparo cuando se dirigía en un ómnibus al estadio de San Lorenzo de Almagro; el horroroso crimen desencadenó el asalto a la sede anexa del Club Huracán. En Salta, una adolescente recibió un tiro proveniente del arma con la cual, según se dijo, jugueteaba uno de sus acompañantes, cuando iban hacia la cancha de Gimnasia y Tiro.

En Mendoza, la adolescente Jessica Johana Leiva, de 13 años, fue herida de gravedad por un proyectil disparado durante una gresca entre las barras bravas de los clubes Godoy Cruz e Independiente Rivadavia. En Santa Fe, una simpatizante de Colón recibió una cuchillada en medio de las protestas por el mal desempeño de ese equipo. Y aquí, en la Boca, dos bandos de integrantes de la tristemente célebre barra brava local dirimieron diferencias mafiosas a golpes, cuchilladas y tiros: hubo por lo menos un herido y alrededor de 180 detenidos que ya están en libertad.

Una vez más, dirigentes y jugadores manifestaron abiertamente su indignación y su estupor por tantos desmanes. Podrían hacer aportes más eficientes, si es que sinceramente pretenden contribuir a evitarlos: por ejemplo, negándole toda clase de sustentos y recursos a los barrabravas que, ya sea por interés o por temor, suelen obtener recursos de ellos.

Una cadena de tolerancias y complicidades colectivas ha deparado la reiteración de estos actos de barbarie que, también una vez más, han situado malamente al país en las primeras planas de las informaciones internacionales. Pero debe tenerse en cuenta que no se trata de hechos de excepción en el seno de una sociedad pacífica y respetuosa de la ley, sino de una porción de un mosaico mucho más complejo y temible.

La violencia, pariente fraterna de la inseguridad, llámese delictiva, en el fútbol, en el tránsito o en tantos otros aspectos de la vida cotidiana, parecería haberse enquistado entre nosotros, que damos la impresión de estar resistiéndonos a admitir la gravedad de nuestro mal. Y no es insensato pensar que esta situación se explica en buena parte por la actitud de las autoridades gubernamentales, que en muchos casos minimizan o toman hasta con cierta naturalidad esta clase de episodios violentos.

Es hora de que todos, sin excepción alguna, comencemos a tomar nota de la existencia de esa endemia y a preocuparnos por encontrarle remedio eficaz. De lo contrario, podría llegar el momento en que, por maligno acostumbramiento, este desborde se convirtiese en definitivamente incontenible y, por ende, en un flagelo irremediable y terminal.

miércoles, 19 de marzo de 2008

- ARTESANO -



19 de marzo

"Día Internacional del Artesano"



El santoral de la fecha es "San José Carpintero", que conmemora el oficio de quien fue el padre terrenal de Nuestro Señor Jesucristo. Si bien existieron artesanos antes de su aparición, se lo considera como símbolo de la artesanía por haber tomado masivo conocimiento de su oficio a través de la Biblia.



Artesano

Tejedor de ilusiones
Hilador de sueños
Pintor de arco iris
Orfebre del universo
Escultor de tesoros
Ebanista de recuerdos
Compositor de almas
Carpintero de mundos
Artesano de la vida
Genio creador






Nuestro reconocimiento a los auténticos artesanos,
que con sus manos crean...

martes, 18 de marzo de 2008

- INVERSION EXTRANJERA -




La Argentina y la inversión extranjera


El último informe de la Comisión Económica para América latina y el Caribe (Cepal) corroboró que la Argentina dista de ofrecer el mejor clima para generar negocios y atraer nuevas inversiones productivas, debido a una serie de factores que inciden negativamente en el ánimo de quienes tienen la responsabilidad de tomar esas decisiones.

El estudio deja al descubierto el brutal contraste entre los resultados de la Argentina y los otros países de la región en materia de ingresos por inversión extranjera directa (IED).

Mientras esos ingresos crecieron durante 2007 el 84 por ciento en Brasil, el 82 por ciento en Chile, el 35 por ciento en Colombia, el 29 por ciento en Perú y el 28 por ciento en México, la Argentina, de acuerdo con un informe del Ministerio de Economía, exhibirá un flujo cercano a los 5500 millones de dólares en inversiones extranjeras directas, que implican apenas un incremento del 12 por ciento respecto de los ingresos producidos en 2006 que, según las cifras preliminares de la Cepal, fueron de 4840 millones de dólares.

La inversión extranjera directa se ha convertido en un factor clave para regiones como América latina, ya que se trata de una contribución sustantiva en su proceso de reestructuración económica, al permitir la implementación de nuevas tecnologías y formas de producción, y posibilitar un mayor crecimiento. Además, resulta esencial para la diversificación de la estructura productiva y del comercio exterior, así como para superar la limitación de los recursos internos para atender las necesidades nacionales en infraestructura.

Para el director de Análisis Macroeconómico de Cepal Argentina, Daniel Heymann, el país tiene una tasa de inversión respetable (cerca del 23 por ciento del PBI), parecida a la mayoría de los países de la región. Sin embargo, admitió que "hay una cuestión de incertidumbre no sólo en términos macroeconómicos, sino del financiamiento de largo plazo".

El ex economista jefe del Banco Mundial para América latina Sebastián Edwards señaló que "hay una percepción de los inversores de que no existe un respeto importante por los derechos de propiedad privada en la Argentina".

Mencionó, en ese sentido, los problemas derivados del retraso tarifario, las retenciones a las exportaciones, la animosidad hacia las empresas extranjeras (citó el caso de la petrolera Shell), la falta de seguridad en el suministro de energía y la desconfianza en las estadísticas oficiales.

En tanto, el ex secretario de Industria Dante Sica afirmó que "la Argentina no provoca confianza tanto por lo que pasó en 2002 como por el actual grado de intervención en los precios, a diferencia de lo que ocurre con Brasil y México, que están a punto de ser calificados por el grado de inversión por las agencias de riesgo".

Indudablemente, las empresas son actores determinantes en la generación de un mayor nivel de actividad económica y todo aquello que contribuya a crear condiciones para su crecimiento y para el surgimiento de nuevos emprendimientos redundará en beneficio de toda la sociedad.

Ello sólo es factible cuando existe un marco institucional sólido y previsible que consolide la actividad empresaria, cree empleo, sostenga el bienestar de la sociedad y permita dar el salto en la inversión que asegure un sendero de desarrollo sostenido.

Aun cuando es innegable que, en términos del PBI, la IED en nuestro país ha alcanzado en los últimos años un nivel elevado respecto de los anteriores registros, queda la triste sensación de que la Argentina no ha podido o no ha sabido aprovechar las oportunidades que se han presentado para las economías emergentes en estos tiempos, como sí lo han hecho Brasil, Chile o Colombia.

lunes, 17 de marzo de 2008

- PELIGRO -



Una mirada a la amistad

entre intelectuales y politicos


Las relaciones peligrosas


El consejero del gobernante moviéndose entre bastidores, el poder detrás del trono, la “eminencia gris” fue la ambición de Nicolás Maquiavelo, en quien se inspiró Antonio Gramsci para su idea del “intelectual orgánico”. Pero Maquiavelo pudo escribir, en el destierro, un clásico del pensamiento político, El príncipe, porque su candidato político Cesar Borgia había sido derrotado.



Por Juan José Sebreli
Diario Perfil



El consejero del gobernante moviéndose entre bastidores, el poder detrás del trono, la “eminencia gris” fue la ambición de Nicolás Maquiavelo, en quien se inspiró Antonio Gramsci para su idea del “intelectual orgánico”. Pero Maquiavelo pudo escribir, en el destierro, un clásico del pensamiento político, El príncipe, porque su candidato político Cesar Borgia había sido derrotado.

Parecería que ese es el destino de todos los pensadores que tratan de comprometerse con la acción política. Si los gibelinos no hubieran sido vencidos –también Dante fue un desterrado– tal vez La divina comedia donde sus enemigos políticos, los güelfos, sufrían en el infierno, habría sido distinta. La república de Jean Bodin, primer pensador político francés, fue también un producto de la derrota.

El vizconde de Bonald, Joseph De Maestre y el conde de Saint Simon se ocuparon en pensar la sociedad de su tiempo como consecuencia de la decadencia de su clase de pertenencia, la nobleza, desplazada por la burguesía. Las obras teóricas de Karl Marx fueron el fruto de su exilio y de la derrota de la revolución de 1848.

Lo más importante de León Trotsky fue escrito en el destierro al que lo sometió Stalin.
Otro es el caso de los intelectuales que se vincularon con un príncipe triunfante: en la Antigüedad clásica fueron ejemplos emblemáticos Platón con Dion el tirano de Siracusa, Aristóteles con Alejandro y Séneca con Nerón; a ninguno le fue bien. Los tiempos modernos fueron fecundos en ese tipo de relaciones: Descartes con Cristina de Suecia, Voltaire con Federico de Prusia, Denis Diderot con Catalina de Rusia. La influencia no fue tanta y a veces se degradaron en cortesanos, juglares de la corte o bufones del rey.

En el siglo XX las relaciones fueron más complicadas, los regímenes totalitarios de todas las orientaciones tuvieron numerosos intelectuales que pretendieron ser sus mentores. Georg Lukacs con Stalin –al igual que Heidegger con Hitler– estaban convencidos de comprender mejor la naturaleza del hecho político que los propios dictadores. Ninguno de los dos logró su propósito; los dictadores ni siquiera repararon en su existencia y los burócratas los relegaron a papeles secundarios en regímenes en los que siguieron creyendo con reticencias y manteniendo sus críticas en silencio. Hitler prefería tener maestros de pensamiento tranquilizadoramente muertos como Schopenhauer y Nietzsche.

Giovanni Gentile como ministro de Educación de Mussolini fue el intelectual que estuvo más cerca del poder pero no pudo imponer su propia filosofía como doctrina oficial porque los compromisos del Duce con la Iglesia y la monarquía no se lo permitieron. Terminó su vida asesinado por los propios fascistas.
Los sistemas democráticos de la posguerra contaron con unos pocos ejemplos: André Malraux con Charles De Gaulle, Regis Debray con Francois Mitterrand, Jorge Semprún con Felipe González, y hubo un caso de intelectual y político unidos en una sola persona: Fernando Henrique Cardoso.

La Argentina conoció en el siglo XIX los raros casos del intelectual y el político fusionados: Sarmiento, Alberdi, Mitre. En el siglo XX no se repitieron esos casos ni siquiera el de intelectuales que incidieran en el poder. La excepción fue la del socialista José Ingenieros, que colaboró en el proyecto de modernización de la sociedad del presidente Roca, hoy injustamente denigrado.

Los gobernantes contemporáneos han sido remisos a la vinculación con los hombres del pensamiento. Perón desconfiaba de los intelectuales, aun de los peronistas; marginó a Scalabrini Ortiz y a Arturo Jauretche. Todavía se discute hoy quien fue el ghost writer de su famoso discurso en el Congreso de Filosofía de Mendoza de 1949: ¿Hernán Benítez, Carlos Astrada, Coriolano Alberini o Nimio de Anquin? Es probable que no haya sido sino un burócrata como Raúl Mendé.

Sin embargo los políticos, aun los más pragmáticos, no pueden carecer de ideas por rudimentarias que éstas sean, ni prescindir del intelectual para elaborar proyectos, escribir declaraciones, guiar los debates. El intelectual le es necesario al político en la etapa de la conquista del poder. En cambio, puede resultarle molesto cuando dirige el Estado; entonces le resultará más útil reemplazarlo por el técnico, el experto.

El vínculo conflictivo de intelectuales y políticos es una expresión de la relación entre la teoría y la práctica. El intelectual piensa sin actuar, la vacilación y la duda es su privilegio, es el hombre de la ambigüedad, se mueve en zonas grises, de claroscuros, medios tonos, sutilezas, matices, ironías. La necesidad de decidir en una situación que no admite dilaciones, en cambio, urge al político a actuar sin detenerse a teorizar sobre lo que está haciendo, más aún los dilemas de la acción lo obligan a ser maniqueo y parcial.

Jean-Jacques Rousseau, que llegó a influir en las repúblicas democráticas con su Contrato social, hizo una evaluación sensata sobre los vínculos entre pensadores y políticos, se definió a sí mismo como un reformador pausado, “por eso escribo acerca de la política. Si fuera príncipe o legislador no perdería el tiempo diciendo lo que es necesario hacer, lo haría o me callaría”.

El tiempo de la acción es vertiginoso, el de la reflexión, lento. Cierto escepticismo y aun pesimismo, en el intelectual, es favorable al espíritu crítico y evita caer en superticiones y prejuicios. Una dosis de optimismo es necesario, en cambio, para la voluntad de actuar del político.

El intelectual, como sostenía Ortega y Gasset, es un hombre preocupado –pensar es preocuparse antes de ocuparse– y el político es un hombre ocupado por las cosas. Las tareas son distintas: el intelectual indaga la verdad por medio de la reflexión, el político intenta modificar la realidad mediante la acción, pero ambas actitudes son igualmente necesarias.

La oposición excluyente entre teoría y práctica es una falsa disyuntiva; una teoría que no pueda ser llevada a la práctica, decía Kant, es una teoría equivocada; una práctica sin teoría es una acción guiada por una teoría que se ignora y que, en el fondo, es una mala teoría. No hay tampoco dependencia de la práctica a la teoría o viceversa, ambas interactúan recíprocamente,. las influencias mutuas son indirectas, oblícuas, mediatizadas.

Tanto la posición del intelectual como la del político tienen sus ventajas y sus desventajas. El político está en el lugar mismo donde ocurren los acontecimientos pero esta ubicación puede aislarlo y hacerlo ver sólo una parte de la realidad. En el intelectual, en cambio, la distancia le permite observar los sucesos en perspectiva y percibir las distintas posiciones en pugna con mayores posibilidades de ejercer el espíritu crítico.

Pero la distancia tiene también su costado negativo: al no estar obligado a dar cuenta de sus ideas, el intelectual no se preocupa demasiado por las dificultades de su realización ni prevé las consecuencias indeseadas. Es propenso a dejarse llevar por la imaginación sin trabas ni controles, en cuyo caso su influencia es nula.

Con frecuencia adopta una idea más por su belleza que por su veracidad, cae en la tentación de la estetización de la política que llevó a muchos intelectuales del siglo pasado a dejarse fascinar por las engañosas puestas en escena de los totalitarismos.

- MORAL -




Frases y citas


célebres sobre


La Moral







La moral es una ciencia
que enseña,
no como hemos de ser felices,
sino cómo hemos de llegar a ser
dignos de la felicidad.
Kant

No hay más realidad que
la imagen ni más vida
que la conciencia.
Azorín

El primer gran regalo
que podemos dar a otros
es un buen ejemplo.
Thomas Moreli

Esforcémonos en obrar bien:
he aquí el principio
de la moral.
Blaise Pascal

La conciencia vale
por mil testigos.
Quintiliano

Moral es lo que nos permite
ser fieles a nosotros mismos.
Jeanne Moreau

Todo está perdido cuando
los malos sirven de ejemplo
y los buenos de mofa.
Demócrates

La conciencia es la
voz del alma; las pasiones
son la voz del cuerpo.
Jean-Jacques Rousseau

Me interesa la moral,
a condición de que no
haya sermones.
Patricia Highsmith

La moral que no tiene
por objeto la felicidad
es una palabra vacía
de sentido.
Ludwig Feuerbach

Fuerte es el peso de
la propia conciencia.
Cicerón

La moral es la ciencia
por excelencia:
el arte de vivir bien
y ser dichoso.
Blaise Pascal

El desprecio de la muerte,
he ahí el principio de
la fuerza moral.
Lacordaire

Los moralistas son personas
que se rascan allí donde
a otros les pica.
Samuel Beckett

Los proverbios son los
gérmenes de la moral.
Plutarco

Para la política, el hombre
es un medio; para la moral,
es un fin.
Herder

La buena conciencia es
la mejor almohada para
dormir.
Sócrates

Todos somos iguales
ante el deber moral.
Kant

Los valores morales se
pierden sepultados por
los económicos.
José Luis López Araguren

La moral descansa
naturalmente en el
sentimiento.
Anatole France

domingo, 16 de marzo de 2008

- IRAK -




A 5 años de la invasión norteamericana

Irak: la guerra sin fin

El 20 de marzo de 2003, amparadas en el concepto de guerra preventiva que inauguró el 11-S y con la falsa excusa de eliminar las armas de destrucción masiva supuestamente en poder de Saddam, las tropas norteamericanas entraron en territorio iraquí. Cinco años y miles de muertos después, Irak se sigue desangrando en violencia, y EE.UU. no sabe cómo salir del pantano en que se ha convertido su aventura bélica

Por Hugo Alconada Mon
Enfoques– La Nación


Cinco años y tres semanas atrás, José María Aznar se acomodó en el sofá, miró al dueño de casa y le planteó: "Lo único que me preocupa de ti es tu optimismo". George W. Bush ahuyentó su temor como a un mosquito. "Soy optimista porque creo que estoy en lo cierto. Estoy en paz conmigo mismo", afirmó. Y así es como, líneas después, termina el memo de la conversación que mantuvieron en su rancho de Crawford, en febrero de 2003. Minutos antes, Bush le había anticipado que era el momento de deshacerse de Saddam Hussein, con o sin la venia de las Naciones Unidas, y que sus tropas entrarían en Bagdad para mediados de marzo. La Guerra en Irak estaba por comenzar.

Cinco años después, las consecuencias de aquella "guerra preventiva" -que, al decir del poderoso vicepresidente Dick Cheney, debía durar "semanas, más que meses"- son inabarcables. Modificó el statu quo político, cultural, económico y social en Estados Unidos. Sus secuelas se extienden al Medio Oriente -con obvia y dramática profundidad y alcance en Irak-, Europa y América latina. En rigor, a cada punto del planeta, de un modo u otro.

Pero la guerra resulta aún tan controvertida como desconocidos son aún los motivos que empujaron a Bush. ¿Consideró a Hussein una verdadera amenaza terrorista? ¿Fue por el petróleo? ¿Deseó superar a su padre y también presidente George H. W. Bush? ¿Pensó que la democracia florecería en el desierto? Acaso nunca obtendremos una respuesta certera. Pero han amanecido ya algunas verdades entonces ocultas.

Cinco años después, se sabe que el dictador no mantenía vínculo alguno con la red al-Qaeda, con su líder Osama ben Laden ni con los 19 secuestradores que atacaron el 11 de septiembre de 2001 y que llevaron a Bush a lanzar una advertencia urbi et orbe: "O están con nosotros, o están con los terroristas".

¿Por qué no se concentró en cazar a los terroristas en Afganistán u otros santuarios del Medio Oriente y Asia?

Una respuesta posible la aportó Henry Kissinger, el über-realista de la política internacional. "Porque Afganistán no era suficiente", según cita el periodista Bob Woodward en su último libro, Estado de Negación . En la guerra contra el radicalismo islámico, ellos quieren humillar a Estados Unidos, argumentó, y "nosotros debemos humillarlos a ellos". Era necesario enviar un mensaje: "No vamos a vivir en el mundo que ellos quieren para nosotros".

¿Por qué no atacar entonces Irán y Siria, patrocinadores del grupo terrorista Hezbollah? ¿Por qué no Arabia Saudita, donde nacieron Ben Laden y 15 de los 19 protagonistas del 11-S?

La respuesta quizá la tenga el presidente del centro conservador American Enterprise Institute, quien, ya con la guerra en Afganistán en marcha, convocó a un grupo de académicos a pedido de su amigo y entonces número dos del Pentágono, Paul Wolfowitz. Formaron el grupo "Bletchley II" y redactaron un reporte. "La conclusión general fue que Egipto y Arabia Saudita eran la clave, pero que los problemas allí eran insolubles". Con Irán ocurría algo similar, pero Irak era distinto, más débil. "Saddam tendría que dejar la escena antes de que se resolviera todo el asunto. Esa era la única forma de transformar la región". Es decir, crear el prometido "tsunami democrático" que Bush anunció para el Medio Oriente.

Cinco años después, también se sabe que no había armas de destrucción masiva en Irak. Tras la primera guerra del Golfo, en 1990, y las inspecciones de la ONU, interrumpidas a fines de esa década, Hussein sólo pudo reconstruir la ilusión de un arsenal para amedrentar a Irán, su eterno rival. Pero, ¿la administración Bush también cayó en la ilusión iraquí sobre los "tubos de aluminio" para un reactor, los "laboratorios móviles" o el "uranio de Níger"? ¿O sólo la aprovechó para sus propios fines?

La ciénaga iraquí

El enviado de la ONU para el desarme de Irak, Hans Blix, recordó que sus inspectores completaron más de 700 visitas a más de 500 lugares basados en los datos que la CIA les aportaba. Luego se preguntó: "Si ésta era la mejor información que tenían, ¿qué era lo demás? ¿Puede haber una certeza del 100 por ciento sobre la existencia de armas de destrucción masiva pero 0 por ciento sobre su ubicación?".

Por último, queda claro que la Casa Blanca confió en que la invasión sería un "paseo" y que serían "saludados como libertadores", como prometió Cheney. De esa convicción nació la falta de preparación para la ocupación y graves errores, como la disolución del Ejército iraquí y la expulsión de la administración de los afiliados al Partido Baath, alentando que miles se unieran a la insurgencia.

Pero si resulta relevante descubrir las causas de la guerra, más aún lo es evaluar sus consecuencias, que se extenderán por décadas, tanto en Estados Unidos como en Irak y el resto del Medio Oriente, el Grupo de los Ocho (con París y Berlín en las antípodas de Washington y Londres) y la ONU.

En este país, la primera secuela es el desgaste de la "guerra contra el terror", con la distracción de energías militares de la verdadera lucha contra Al-Qaeda y otros grupos, y el desvío de más de US$ 500.000 millones, más de dos veces el Producto Bruto Interno (PBI) argentino. Un desgaste que complicó su relación de fuerzas con Rusia y China, o Corea del Norte y Pakistán.

La dinámica política también viró su rumbo. Embanderados en su oposición a la guerra, los demócratas recuperaron el control del Congreso tras doce años bajo dominio republicano. Ahora aparecen bien posicionados para regresar a la Casa Blanca en enero de 2009, aunque la purga de quienes apoyaron el ataque también los alcanza. Si no, basta con ver los dardos que recibe Hillary Rodham Clinton de su rival Barack Obama, un opositor de la invasión desde la primera hora.

Al eje político se suma el filosófico. La corriente neoconservadora afronta un ciclo de ostracismo, tras unir fuerzas con los halcones de la administración Bush para sostener que Estados Unidos debía ejercer su superioridad moral para difundir -imponer por la fuerza si fuere necesario- la democracia liberal en el mundo árabe.

La elite periodística tampoco quedó exenta de las secuelas de la guerra, con una renovada desconfianza entre los norteamericanos luego de haber subordinado su misión a una ambigua idea de "patriotismo". ¿Cómo olvidar las coberturas de Bush a bordo del portaaviones Lincoln con su traje de piloto y un cartel anunciando, en mayo de 2003, "Misión cumplida"? ¿O los elogios mediáticos al "salvataje" que no fue tal de la soldado Jessica Lynch?

Más relevante es, sin embargo, el costo que se mide en sangre. Casi 4000 soldados estadounidenses murieron durante estos cinco años bajo el sol iraquí, junto a otros 29.000 heridos en combate, con el consiguiente impacto en sus familias, por lo general de clases media y baja de este país.

Las cuentas humanitarias son muchísimo más gravosas en Irak. Para fines de 2006, entre 150.000 y 600.000 iraquíes habían muerto, según su Ministerio de Salud o la Universidad John Hopkins. Otros 20.000 fallecieron desde entonces, según el respetado website Iraq Body Count. A estos deben sumarse los heridos, más de 2,2 millones de desplazados internos y otros 2 millones en el extranjero, según el Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU.

Cuánto aumentarán esta cifras, en tanto, dependerá del tiempo que permanezcan allí las tropas norteamericanas, los resultados de la escalada dispuesta por el general David Petraeus y la voluntad de los líderes locales para arribar a un acuerdo o, cuando menos, detener la guerra civil.

¿De qué se trata esa lucha intestina? El ex embajador y experto del Centro para el Control de Armas de esta capital, Peter Galbraith, lo resumió así: "Los sunnitas objetan que Irak sea conducido por partidos religiosos chiitas, a los que ven instalados por Estados Unidos, leales a Irán y tratando de definir al país de un modo que los excluya". A su vez, "los chiitas creen que su mayoría democrática y su sufrimiento histórico bajo la dictadura bathista les da derecho a gobernar. No están dispuestos a negociar con los sunnitas, a los que ven como sus antiguos opresores". Y a ambos se suman los kurdos, en el norte, que quieren su independencia.

A esta ciénaga iraquí se suma el laberinto llamado Medio Oriente. En los meses que siguieron al discurso de Bush sobre el "eje del mal" de enero de 2002, Teherán le envió una oferta para negociar. Los iraníes creían que eran los primeros bajo la mira. Pero con lo ocurrido en Irak, ahora se sienten envalentonados. Ellos, Arabia Saudita y Turquía se involucrarán en Irak si la guerra civil muta en una confrontación total. Lo harán a favor de chiitas, sunnitas y kurdos, respectivamente.

Como en las muñecas rusas, este complejo panorama se combina con otro aún más amplio. Estados Unidos no sólo se desgastó como potencia militar y económica -ahora en recesión-. También su imagen se derrumbó alrededor del mundo. ¿Ejemplos? Las cárceles de Abu Ghraib y Guantánamo, los vuelos secretos de la CIA, la aplicación de torturas a detenidos -con Bush defendiendo en público las bondades del "submarino"-, la entrega de sospechosos a países con historiales negros de violaciones flagrantes de los derechos humanos, y hasta la inmunidad otorgada en Irak a los custodios privados de Blackwater.

Lo que vendrá

¿Hubo, acaso, algún saldo positivo para Washington durante estos años? Sí. Para empezar, reafirmó que, aun sin apelar a su arsenal nuclear, su poderío militar es inigualable. Y a diferencia de lo que ocurrió con Vietnam, esta vez su sociedad cobija a sus veteranos. También confirmó que sus acciones y omisiones -allí, en Afganistán, Irán, Pakistán, Siria, el Líbano o los Territorios Palestinos- son seguidas con atención alrededor del mundo. Continúa siendo un parámetro, para bien o para mal.

Aún queda por precisar, no obstante, si la doctrina de los "ataques preventivos" seguirá en pie cuando Bush se marche de la Casa Blanca. Es notable, por lo pronto, que sus aliados más cercanos que validaron esa teoría y lo acompañaron en el ataque hayan tenido que dar un paso al costado: el británico Tony Blair, Aznar, el italiano Silvio Berlusconi, el australiano John Howard.

Otra buena nueva para Washington es que, como lo demuestran las encuestas en la Argentina, América latina y otras partes del mundo, su imagen negativa tiene todo que ver con Bush y no tanto con el país en sí. Sin importar quién lo reemplace en enero de 2009, su salida renovará las esperanzas globales.

Qué ofrecerá el futuro, claro está, dependerá también de quién triunfe en las urnas de noviembre. Si gana Obama, o Clinton, podría darse una retirada por etapas, pero si vence el republicano John McCain, el plan será establecer una presencia militar, como en Corea del Sur o Alemania, durante "quizá 100 años", según adelantó.

Una fecha precisa de repliegue dependerá también de cómo continúe la escalada. Todas las variables negativas -ataques, muertes- han bajado, al igual que mejoraron otras -provisión de servicios públicos, producción petrolera y gestión federal-. Pero esos ejes tienen un límite preciso: la voluntad de avanzar unidos de sunnitas, chiitas y kurdos.

Para Bush, en tanto, el sentido de la guerra mutó por completo durante estos 5 años. Ya no expone los frutos de una victoria -un Irak estable, el colapso de Irán y Siria, la democracia germinando en la región-, sino los fantasmas de una derrota. "Las consecuencias de un fracaso en Irak serían muerte y destrucción en el Medio Oriente y aquí, en Estados Unidos", dijo en 2007. ¿Qué fue de aquel líder optimista que se ufanó de su paz de espíritu ante Aznar?

Algunas cifras

 El número de muertos en el frente iraquí varía según la fuente, con una oscilación que va desde 150.000 hasta 600.000. En el caso norteamericano, se calculan 4000 soldados muertos y 29.000 heridos desde el comienzo del conflicto.

 El 43 por ciento de los iraquíes vive en absoluta pobreza, de acuerdo con la organización humanitaria británica Oxfam, mientras que unos ocho millones necesitan asistencia humanitaria.

 Uno de los principales obstáculos para la reconstrucción del país es la corrupción. En el ranking internacional de corrupción elaborado por Transparencia Internacional, Irak figura tercero, entre los peores.

sábado, 15 de marzo de 2008

- DERECHOS DEL CONSUMIDOR -




El Día Mundial de los Derechos del Consumidor


Historia y propósitos


El Día Mundial de los Derechos del Consumidor es una ocasión anual de celebración para el movimiento de consumidores a nivel mundial. Es una jornada para promover los derechos fundamentales de todos los consumidores, para exigir que sus derechos sean respetados y protegidos, y para protestar contra los abusos del mercado y las injusticias sociales que los socavan.

El Día Mundial de los Derechos del Consumidor fue celebrado por primera vez el 15 de marzo de 1983, y desde entonces ha sido una ocasión importante para la movilización de la ciudadanía por sus derechos. En todo el mundo las organizaciones de consumidores utilizan los materiales producidos por Consumers International para propiciar iniciativas locales y lograr la cobertura de los medios de comunicación para su trabajo.

viernes, 14 de marzo de 2008

- EL LIBRO -




El libro todavía le lleva ventaja a la cultura cibernética





La idea servirá de lema para la próxima Feria, que comenzará el 24 de abril



Según se ha informado, el lema de la próxima Feria Internacional del Libro de Buenos Aires será (de modo casi redundante pero siempre justificado): “El espacio del lector”, marco que convocará, además, a un Encuentro Internacional con reconocidos especialistas. Se sabe, al mismo tiempo, que en las mesas de debate de este importante acontecimiento cultural no faltará la discusión, últimamente reiterada, acerca de las cibertecnologías y su relación con la lectura y la escritura.

La edición número 34 de la Feria se desarrollará del 24 de abril al 12 de mayo, en el predio ferial de la Rural, en Palermo.

Ya van dejando de tener vigencia los vertiginosos pronósticos sobre la progresiva desaparición del libro impreso y editado en papel, y su reemplazo por experiencias intertextuales beneficiadas por una (supuesta) mejor interactividad, una (¿para qué?) mayor velocidad de aprehensión y una festiva correspondencia con la civilización de la imagen.

Con todo, debe reconocerse que la multiplicación de los blogs, la facilidad para cruzar links, las bibliotecas online, la enorme disponibilidad de información y las facilidades para la comunicación interpersonal han contribuido, entre otras cosas, a quitarle sacralidad al viejo libro, depositario de la Razón occidental, y a situarlo en una misma línea competitiva con los nuevos artefactos culturales. Sin embargo, todavía lleva una pequeña ventaja.

Una historia de cinco mil años habla, ante todo, de un pasado. El libro, sin duda, lo tiene, sea que incluyamos en él los rollos egipcios, los pergaminos del Asia Menor, los códices romanos y los devocionarios medievales, sea que nos limitemos –lo que sería injusto– a los libros salidos de la imprenta de tipos móviles, que inventó un caballero de Maguncia que se ocultó bajo el nombre de Juan Gutenberg, y a lo que sucedió después de este invento que, por lo demás, ya había sido inventado, como casi todo, por los chinos.

Seamos justos: una historia formidable, que no atesora quizá ninguna otra creación humana. En el comienzo de más de una religión universal, en la génesis de revoluciones políticas y científicas, está invariablemente un libro: la Biblia, el Corán, El Capital, de Marx; la Memoria sobre la teoría de la relatividad, de Einstein; la Interpretación de los sueños, de Freud. Para los que ejercemos, de una u otra forma, el vicio de la literatura, el libro es un inevitable fetiche: qué sería de nosotros sin los Demonios, de Dostoievski; sin De Profundis, de Wilde; sin las Iluminaciones, de Rimbaud; sin Pierre Ménard, Funes el memorioso o el sobrino de Wittgenstein…

Esta enumeración desordenada instala una perplejidad: ¿de qué hablamos cuando hablamos de libro? ¿Del objeto de papel y tinta, impreso y encuadernado, o de un singular producto cultural, cuyo valor y especificidad son más simbólicos que materiales? ¿Qué es un libro? ¿Un vehículo como tantos otros en el que se depositan, para desplegarse y transmitirse, la inteligencia y la emoción humanas? ¿Una mercancía o una reliquia? No resolvemos la cuestión, si decimos que es todo eso a la vez.

Un objeto que, en todo caso, requiere a un sujeto para su realización plena, sin el cual sería ganga inerte, materia sobrante sin destino. Objeto/sujeto, libros/lectores: densa proliferación de la intersubjetividad que, por ahora, sólo pálidamente pueden imitar las escrituras electrónicas y sus consumidores, aunque nada les prohíbe esmerarse en el futuro.

El espacio de los sujetos, es decir, de los lectores (quisiera decir, ante todo, de los lectores de libros), nos instala en otro mundo de problemas y de exigencias.

Una reflexión puramente descriptiva no es suficiente, y se extiende ahora a las políticas públicas y a las decisiones sociales. La educación de los más jóvenes se ha visto gravemente vulnerada por enseñanzas sin libros, y por la preeminencia de la improvisación y la facilidad frente a las complejidades de la lectura. A menudo, se ha ensalzado el brinco hacia las nuevas tecnologías sin haber tenido tiempo ni recursos para ejercitarse en las tradicionales, que están lejos de haberse marchitado.

Una de las más distinguidas expertas en lectura y escritura, la argentina Emilia Ferreiro, ha resumido así el problema: “El real desafío es el de la creciente desigualdad: el abismo que ya separaba a los no alfabetizados se ha ensanchado aún más. Algunos ni siquiera llegaron a los periódicos, los libros y las bibliotecas, mientras otros corren detrás de hipertextos, correos electrónicos y páginas virtuales de libros inexistentes. ¿Seremos capaces de darnos una política del acceso al libro, que incida sobre la superación de esta creciente desigualdad? ¿O nos dejaremos llevar por la vorágine de la competitividad y la rentabilidad, aunque la idea misma de democracia participativa perezca en el intento?”.

Una computadora por alumno. Una pequeña biblioteca (¿quién elige los títulos?) en cada vivienda social que se construya. El paternalismo iluminista es muy loable, siempre y cuando sus promesas se cumplan y formen parte de un auténtico proyecto educativo de inclusión. En caso contrario, esas computadoras podrían rápidamente dejar de funcionar por falta de mantenimiento, y esos libros terminar en la mesa de saldos o abandonados en un cajón, vírgenes de lecturas.

Si los libros no se leen, tanto da que estén en una casa humilde o en la mansión de un nuevo rico, como es el caso del protagonista de El gran Gatsby, la clásica novela de Francis Scott Fitzgerald, que se luce con sus estantes llenos de libros “auténticos”, no meras maquetas de cartón, pero a los que, discretamente, jamás ha leído ni ha llegado a separar sus páginas.

La historia de la lectura, transitada durante siglos por minorías privilegiadas, desemboca en la democrática epopeya de la alfabetización masiva, materia que aún se adeuda en muchos lugares del mundo, y cuyos efectos benéficos suelen verse restringidos por la aparición de la figura del analfabeto funcional, que incluso entre nosotros, orgullosa patria del legado sarmientino y la ley 1420, ha crecido en las últimas décadas.

Es obvio que el libro, el viejo libro, tiene aún un papel que desempeñar en esta crisis, y que reclama una política articulada entre el Estado y la industria editorial, que no se limite a la simple compra masiva de libros, tan apreciada por los editores, pero tan alejada de toda estrategia de futuro.

La creación de institutos del libro nacionales y provinciales, el impulso a una legislación de protección y fomento, el apoyo activo al autor nacional, son sólo algunos de los mojones de un largo camino en que deberían colaborar la decisión estatal y el ingenio privado.

Se ha mencionado una palabra algo desprestigiada en los recientes estudios socioculturales: autor.

Estos artesanos de la palabra, llámense poetas, novelistas, ensayistas, historiadores, dramaturgos, historiadores, filósofos, científicos, o, sencillamente, cualquier audaz ciudadano que se consagró a escribir un libro, han atravesado también los siglos con una cambiante mochila de jerarquías, desde el trabajo esclavo del escriba egipcio y la sufriente dedicación de los monjes medievales hasta la celebración de los actuales campeones del best seller.

Ellos también son lectores, situados en una red, que los vincula a través del tiempo, en sus propias lenguas y tradiciones. Algunos lo son de modo natural, otros de manera profundamente autoconsciente, como nuestro Jorge Luis Borges, que se consideró a sí mismo antes un lector que un autor, y cuyos mejores textos demuestran que era ambas cosas en grado superlativo.

Hay muchos textos literarios que se refieren a las consecuencias (pedagógicas y emocionales) de la lectura. Elegimos, para cerrar con un buen ejemplo, uno escrito hace un siglo, por O. Henry, el padre del moderno cuento norteamericano.

El relato se llama “El manual del himeneo” (hay una muy buena versión en nuestro idioma por Virginia Erhart) y trata de dos amigos, Sanderson Pratt e Idaho Green, más bien rústicos e incultos, que quedan cercados por la nieve en una cabaña, “más allá de la frontera de Montana”, durante varios meses. Afortunadamente, tienen provisiones y encuentran en la cabaña dos –nada más que dos– libros. Cada uno elige el suyo y lo lee y relee devotamente, puesto que no hay mucho por hacer.

A Sanderson le toca el Manual de Herkimer, una especie de guía sobre datos curiosos y primeros auxilios: desde cuántos dientes tiene un camello hasta la manera de revivir a un ahogado o un insolado. A Idaho le toca nada menos que las Rubaiyat, de Omar Khayyam, cumbre de la poesía persa. La opinión que los dos se forman acerca de sus respectivos tesoros, y el debate sobre cuál es mejor, alimentan sus jornadas solitarias.

Ya fuera de la cabaña, recalan en un pueblito, y allí intentan enamorar a la misma mujer, una viuda atractiva, cada uno con el bagaje adquirido en sus respectivas lecturas. La simpática viuda se espanta ante “las francachelas de la Rubia Yat”, y se conmueve oyendo las estadísticas de las minas de carbón, y las maneras de aplicar el torniquete en una herida. Gana el Manual de Herkimer y pierde la poesía persa. ¿Qué libro es más válido? ¿Y qué lectura es mejor?

La respuesta podría ser que un libro es pura magia, aunque sea un manual de primeros auxilios, y que la lectura es un espacio de libertad, siempre dispuesto a recibirnos y a rescatarnos, si hiciera falta, de otras tristezas cotidianas.


Por Luis Gregorich
Para LA NACION