viernes, 31 de octubre de 2008

- AGRO -




Los que trabajan la tierra


Por Malena Gainza
Para LA NACION



En medio de la crisis financiera mundial, el modo como nuestra presidenta se regodeó al hablar de la presunta inmunidad argentina a la onda expansiva del "efecto jazz" sonó, amén de poco solidario, tan pueril como pueril sería quien se alegrara de tener una casa con sótano en medio de una explosión nuclear.

Además, llamaron la atención sus infundados alardes. Dijo: "Mientras en otros países están salvando bancos, nosotros les damos plata a los que trabajan la tierra". En realidad, los países del Primer Mundo siempre les dan plata a los que trabajan la tierra, mediante generosos subsidios estatales a su producción agropecuaria, una competencia desleal para la producción argentina que nuestra diplomacia no logra neutralizar.

Si bien la banca mundial hoy se beneficia con un salvataje estatal en la mayor crisis financiera de la historia, los que trabajan la tierra en el Primer Mundo, con crisis o sin ella, han recibido, reciben y recibirán apoyo permanente de sus gobiernos, fieles al principio de cuidar la mesa de su gente. A la inversa, los gobiernos argentinos han obligado a los que trabajan la tierra aquí a subvencionar la industria y la banca durante décadas y a darles mucha plata a "los que trabajan la política", a través de distintos mecanismos fiscales perversos.

Nadie mejor que los productores agropecuarios argentinos para comprender el reciente enunciado presidencial en el sentido de que la tierra es un bien de trabajo y producción, porque para ellos la tierra es el piso de su fábrica de materias primas (valga la paradoja) y no un negocio de especulación inmobiliaria para revolear en el mejor momento al mejor postor como, por ejemplo, terrenos en El Calafate o lotes en algún country.

Los que trabajan la tierra en la Argentina no han pagado por ella los valores siderales del mercado actual (o los de hace quince días). Jamás podrían hacerlo con el fruto de su trabajo. Han heredado la tierra de antepasados estancieros o de colonos gringos que, de diferentes maneras, creyeron en el país y se jugaron por él, creando riqueza y fuentes de trabajo genuinas, con responsabilidad y patriotismo (y paciencia, hasta hoy, ilimitada), no para después vender la tierra y embolsar el dinero, sino para legar a sus hijos un medio de vida rentable, en un país agropecuario, como el nuestro.

Sin embargo, según el actual modelo económico, los que aquí trabajan la tierra no sólo deben pagar los impuestos de cualquier actividad comercial, sino que, sumada a la exacción del impuesto a las ganancias, ahora padecen una confiscación del 35 por ciento de su producción, por medio de unas mal llamadas retenciones a la exportación.

Estas disfrazan un impuesto inconstitucional a la producción agropecuaria, porque los únicos que sufren retenciones son los productores (jamás los exportadores), en cada venta a molinos, aceiteras o cerealeras, tanto para el grano de exportación, como para el de consumo interno. Y así el Estado beneficia, a costa del campo, a múltiples y variadas industrias nacionales (alimentación, combustibles, farmacéutica, pinturería, cosmética, etc.) cuyo motor es la producción agropecuaria

En consecuencia, la mezquina limosna estatal que nuestra presidenta propinó recientemente con sorna y a regañadientes (enojada con la nueva e inusitada rebeldía del campo, que la ciudadanía respaldó), no significa "darles plata a los que trabajan la tierra". Apenas se les está devolviendo una ínfima parte de la rentabilidad confiscada, y sólo a aquellos que, por culpa de una feroz sequía, han visto morir de hambre y de sed a su ganado y ?¡oh, ironía!? no han podido trabajar la tierra?

La magra compensación adjudicada, lejos está de cubrir pérdidas de cosecha o de ganado. Tampoco hay flexibilidad fiscal para los productores que se arriesgaron a sembrar con escasez de agua, invirtiendo en insumos dolarizados y sacrificando su capital de trabajo en astronómicos anticipos de ganancias, calculados sobre la base de los altos rindes y elevados precios internacionales de la cosecha anterior, y que ahora, jaqueados tanto por la sequía como por la baja internacional del precio de las commodities, ven esfumarse la rentabilidad presupuestada para sus planteos productivos.

¿Cómo financiarán su próxima campaña (agrícola)?

Los caprichos meteorológicos, impredecibles e inevitables, obligan a la gente de campo a aceptar sus perjuicios con resignación. No así la inflación dolarizada y los impuestos abusivos (para colmo, anticipados al resultado anual de la empresa), que licuan el capital de trabajo y frenan una inversión productiva capaz de brindar mucho más bienestar a la población que cualquier gabela pergeñada por el Estado para subvencionar votos e ilusiones.

Nuestra presidenta, antes de decretar medidas que afectan a un sector de la economía tan nuevo para ella como crucial para el país, necesitaría escuchar la opinión de gente experta en la actividad agropecuaria.

Urge el diálogo sincero entre las máximas autoridades del país y la Mesa de Enlace, con un ministro de Economía que sepa de campo; sin rencores ni mezquindades entre las partes; con ecuanimidad, respeto mutuo, responsabilidad y patriotismo, en un debate donde ningún sector ?incluido el político? pretenda salvarse a costa de los demás, y con la visión de estadista que el país reclama y que todos esperamos de nuestra presidenta, al menos durante tres años más.

La autora es productora agropecuaria y artista plástica.

jueves, 30 de octubre de 2008

- OSKI -




Oscar Conti

Apodado Oski

Aniversaro de su muerte en 1979



"Un monje enloquecido que hace arabescos sobre los textos sagrados”.
La definición pertenece a Umberto Eco y fue motivada por una exposición de miniaturas hecha por Oski en 1974. Pero, a decir verdad, para Oski lo único sagrado era su libertad extrema, que le permitía tomarse en broma todas las cosas que lo rodeaban, aunque sentía especial predilección por los textos antiguos, que interpretaba libremente a través de sus dibujos, que hicieron escuela.





Oscar Esteban Conti nació en la ciudad de Buenos Aires en 1914 y se diplomó en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Más tarde estudió escenografía en la Academia Superior de Buenos Aires. Después, cuando empezó a publicar dibujos, decidió adoptar el Oski –diminutivo de Oscar– “para ocultar la vergüenza de que trabajaba en revistas”, como confesó en su último reportaje, concedido a Juan Sasturain.

Amaba el vino y coleccionaba cuadrantes de antiguos relojes. Era un hombre jovial, de humor implacable, admirado en forma unánime por sus colegas, que despreciaba la rutina y jamás le concedía una tregua a esa oscura tejedora de telarañas.





Sus primeros trabajos publicados como dibujante datan de 1943, acusaban la influencia de Steimberg y aparecieron en la revista Cascabel, en la que también publicaba su hermana Sara, quien firmaba con el seudónimo Van Pog. Los siguieron otros en revistas y diarios argentinos y del exterior, como Rico Tipo, Vea y Lea, Cabalgata, El Hogar, Revista de Aeronáutica, Dr. Merengue, La Hipotenusa, Satiricón, Mengano, Humor, Media Suela, Billiken, Clarín, Ja, Ja (México) y Ultimas Noticias (Chile).





Fue director y dibujante de su propia revista Los Cuadernos de Oski, y creador de “Amarroto”, el personaje protagonista de su única tira cómica.
Entre 1943 y 1944 vivió en Perú, atrapado por el estudio de la arqueología y el folclore.

Su interés por los viajes fue una constante durante toda su vida. En 1948, 1951, 1958 y 1965 anduvo por Europa, eligiendo especialmente Italia y Francia como lugares de residencia, donde trabajó como ilustrador de libros y realizó diseños publicitarios. En 1947 creó el diseño escenográfico para “La Putain Respectuese”, de Jean Paul Sartre, obra montada en Santiago de Chile, y en 1953 el de “Androcles and the Lion”, de George Bernard Shaw, en Buenos Aires.





Ilustró Brutos consejos para gobernantes, de Carlos Warnes (César Bruto) –humorista querido y admirado por Julio Cortázar, que lo incluyó, por ejemplo, en su famosa Rayuela–. En sociedad con Warnes realizó, también, los Cuadernos de medicina, a pedido de una gran empresa farmacéutica. Estos cuadernos originaron posteriormente El Medicinal Brutoski, una obra monumental en la que ilustraba antiguas y desopilantes recetas para la curación de todos los males.
Esta inclinación de Oski por la medicina primitiva se manifestó también en Italia, donde realizó trabajos publicitarios como la Tavole della Scuola di Salerno, para la industria farmacéutica Serono, luego reunidos en un libro.





De su exclusiva autoría fueron Bruta antología de Oski (1952), Vera Historia de Indias (1958) y Primera Fundación de Buenos Aires, llevada al cine en 1959.
Pese a que en sus dibujos la temática política está prácticamente ausente, Oski colaboró, por convicción, con muchas publicaciones de izquierda, como L’Unitá, Paese Sera y Vie nuove. Tras el triunfo de la revolución cubana decidió vivir un tiempo en la isla para palpar de cerca aquel fenómeno, algo que repitió al asumir en Chile el gobierno de la Unidad Popular, radicándose allí para trabajar en televisión y en la revista Cabro Chico.

En 1972 regresó a Buenos Aires, donde publicó los libros Vera historia del deporte (1973) y Oski en su tinta (1974), pero volvió a partir rumbo a Barcelona en 1975, ante el clima político cada vez más represivo.





En la gran ciudad catalana ilustró, para la Editorial Luman, El fantasma de Canterville, de Oscar Wilde. No mucho después, en 1976, emigró nuevamente a Roma, hasta que en 1979, ya enfermo, decidió volver a Buenos Aires, para morir en una cama de hospital. Casi no dejó pertenencias, sólo dibujos y algunos cuadrantes de relojes antiguos.

Fallece un día como hoy, 30 de octubre, pero del año 1979.

Tras su desaparición, fueron editados El ABC de Oski (1983), Maestroski (1989), El descubrimiento de América (1992) y Comentarios a las tablas médicas de Salerno (1999).





Su definición sobre el humor lo pinta cabalmente: “en el fondo es una canallada, como reírse de las fotos viejas de la familia, pero es que el humor siempre se basa en el dolor, la tristeza, el ridículo; es una manera de sobrevivir a la angustia”

miércoles, 29 de octubre de 2008

- 1/4 DE SIGLO -




Un día milagroso


Por Luis Gregorich
Para LA NACION




La memoria personal, diferente de la memoria histórica, se construye con incesantes repeticiones y con espacios irrepetibles. Además de la religión y de la filosofía, el arte nos permite constituirnos una y otra vez, auxiliado ayer por las viejas técnicas de transcripción e impresión de las palabras y hoy por las más modernas de reproducción del sonido y de la imagen. El gol (el bueno, no el de la mano de Dios) de Maradona a los ingleses lo hemos visto infinidad de veces. ¿Cómo cansarse?

Para quien ama especialmente, por ejemplo, la música, la literatura y el cine, hay pocos límites para el ritual. ¿Quién podrá impedirme que vuelva a escuchar, cuantas veces quiera, el quinteto y el concierto para clarinete de Mozart? ¿O las trompetas de Louis Armstrong o Miles Davis? ¿O el bandoneón de Ciriaco Ortiz? ¿O la voz de Kathleen Ferrier, en un aria de oratorio o en una canción folklórica inglesa? ¿Quién se atreverá a obstaculizar que relea, cien veces, a Rimbaud, a San Juan de la Cruz, a Cernuda, a Borges o a Saki, en esta disposición o en otra, sin orden alfabético o cronológico? ¿Quién me negará la posibilidad de volver a maravillarme con mi viejo video del Amarcord, de Fellini?

En cambio, el nacimiento de un hijo y las jornadas históricas (llamémoslas así, con toda solemnidad) no se pueden recrear plenamente en nuestra conciencia o en nuestra emoción, aunque exista hoy la posibilidad de filmarlos y grabarlos hasta en sus últimos detalles. Se los puede, eso sí, mitificar, manipular o banalizar. O, asimismo, recordar entrecortadamente, con la modesta luz que puede arrojar un actor secundario, que procura ser fiel a ese momento vivido, pero con pocas esperanzas de lograrlo. Tal es lo que me propongo con mi propio recuerdo, imperfecto y parcial, del 30 de octubre de 1983, hace un cuarto de siglo, día en que unas elecciones democráticas cerraron una etapa oscura para el país e inauguraron otra, más prometedora.

Nos parecía, con algo de ingenuidad, que esa jornada de esperanza y cambio sería capaz de aventar definitivamente los fantasmas de la tragedia argentina. Tras una sucesión inestable de gobiernos civiles (elegidos con proscripciones) y regímenes surgidos de golpes militares, la última dictadura castrense cometió, entre sus muchos pecados, dos imperdonables, aunque de orden diferente: uno, matar cobardemente a miles de prisioneros de guerra y simples sospechosos; otro, ser lastimosamente derrotada en la guerra de las Malvinas. La retirada militar que siguió, la consiguiente apertura política, la notable ola de participación popular y la ebullición intelectual que signaron la nueva etapa habrían de desembocar en la convocatoria del 30 de octubre. La democracia, esa utopía, ¿estaba al alcance de la mano? ¿Seríamos capaces de reconstruir la patria y convertirla en un territorio humano más razonable, mejor protegido de la intolerancia y del egoísmo?

Después de almorzar ese domingo, fuimos a votar con mi mujer a una escuela cercana a la estación de Caballito y a nuestro departamento, en el que hoy seguimos viviendo. La obligada abstención no había entumecido los músculos de la gente; se notaba un interés y un entusiasmo contagiosos. Los actos de cierre de campaña de los dos grandes partidos, el peronismo y el radicalismo, habían movilizado a millones de personas, sin que nadie se sintiera presionado.

Por la tarde, según lo planeado, fuimos a esperar los resultados al departamento del (entonces) matrimonio formado por Martha Bianchi y Luis Brandoni, cerca del Jardín Zoológico. Eramos parte de un así llamado "Taller de Cultura y Comunicación Social", dentro del CPP (Centro de Participación Política), que sostenía la candidatura del radical Raúl Alfonsín. Sólo mencionaré a unos pocos de su cerca de un centenar de integrantes (algunos ya lamentablemente desaparecidos): María Esther de Miguel, Alejandra Boero, Aída Bortnik, Hebe Clementi, Manuel Antín, Carlos Gorostiza, Marcos Aguinis, Santiago Kovadloff, Alfredo Iglesias, Pacho O?Donnell, Osvaldo Bonet, Luis Torres Agüero, Javier Torre, Eduardo Belgrano Rawson, Iván Cosentino. Perdón a los que no nombré.

Unos cuantos de esta nómina estaban con nosotros en lo de Brandoni. Otros, después de votar, se recluyeron en sus respectivos hogares, o salieron de la ciudad para tomar distancia y no sufrir tanto la espera. La vigilia había sido larga. Hacía un año que veníamos trabajando en las propuestas culturales de Alfonsín, y habíamos redactado el capítulo correspondiente a cultura en la plataforma de la Unión Cívica Radical, por primera vez como apartado autónomo, desgajado de la educación. Nos reconfortaba saber que los otros partidos también habían estructurado prestigiosos grupos asesores de cultura, y en especial el peronismo, con el que manteníamos fraternales reuniones de debate, sin que se descuidara la competencia política. Creo que no volví a experimentar, en los años que siguieron, un parecido clima de consenso en las cuestiones esenciales. Es cierto que nos unía la necesidad de no recaer jamás en el abismo de la dictadura.

El horario de votación había concluido. La radio y la televisión empezaron a transmitir los primeros resultados, primero extraoficiales y después oficiales. El teléfono sonaba sin cesar. Las cifras iniciales parecían confirmar lo que el sentido común rechazaba (pero que buena parte de las encuestas habían advertido): la derrota de Italo Luder, candidato peronista, y la victoria de Raúl Alfonsín. Ya era de noche cuando todo estaba definido. Y entonces resolvimos salir a la calle y, junto con miles y miles de compatriotas, celebrar este día milagroso. Nuestro destino final era el Comité Nacional del radicalismo, en Alsina y Entre Ríos. Nos esperaba una larga caminata.

En medio de calles y edificios embanderados, cruzándonos con manifestaciones eufóricas que marchaban por la ciudad, tomamos por la avenida Santa Fe y no nos desviamos hasta llegar a Callao, que en forma recta nos llevaría al Comité Nacional. En el camino, nos encontramos también con grupos de manifestantes peronistas, algo desconcertados, que se negaban a aceptar los resultados que se iban conociendo. Mentiría si dijera que en esos cruces existió el menor conato de agresión o intolerancia. Por el contrario, fue de las muchedumbres triunfantes desde las que partió alguna consigna exagerada, profetizando que el peronismo "no volvería nunca". Nuestro objetivo no era ése, sino otro más modesto y ?creo? más sensato. Se trataba de demostrar que no existía tal invulnerabilidad electoral del peronismo, que otro partido mejor equipado para el momento histórico que se vivía podía ganar, y que este hecho podría representar el nacimiento de un nuevo sistema político bipartidista en la Argentina, con alternancia en el poder y un acuerdo sobre asuntos de Estado básicos a la manera del Pacto de la Moncloa.

Ya era entrada la noche cuando llegamos a la calle Alsina, donde se había reunido una impresionante multitud. Y allí, en medio de gritos, vítores y sobre todo una extraordinaria sensación de optimismo frente al futuro, volvimos a escucharlo a Alfonsín, con su rezo laico y su siempre renovada fe en la democracia. Estaba concluyendo una jornada histórica y, esta vez, teníamos el orgullo de poder decir: hemos participado.

Con las pocas fuerzas que nos quedaban ?serían las 3 o 4 de la mañana del día 31?, mi mujer y yo emprendimos el regreso a casa, pero sólo pudimos llegar caminando a Plaza Once. Allí el cansancio nos obligó a tomar un tren suburbano que nos dejaría, finalmente, en Caballito, la primera estación de la línea que iba hacia el Oeste. Llegamos a casa exhaustos y nos fuimos a la cama. El sueño fue corto, pero feliz. El lunes empezaba todo de nuevo.

A 25 años, el balance de lo que hemos vivido no puede menos que ser ambiguo y melancólico. El sistema político estable que ambicionábamos está lejos de haberse constituido. Uno de los dos grandes partidos se ha desintegrado, y sus pedazos pugnan por rearmarse en medio de grandes dificultades. El otro partido sigue ejerciendo una dudosa hegemonía y también está dividido, pero su don para la metamorfosis le permite sucederse a sí mismo, al ajustar, simplemente, el reloj ideológico. Un formidable viento de cola del comercio internacional, que permitió nuestro mayor crecimiento en varias generaciones no pudo, o no supo, contribuir al consenso político y a desterrar los enfrentamientos inútiles. Ahora ya ese viento ha cambiado de dirección y, en poco tiempo más, nos sacudirá como a plantas en la tormenta. Ojalá podamos llegar enteros a esa prueba.

Recomiendo escuchar uno de los fragmentos más bellos y estremecedores de la historia de la música: el coro final de La Pasión según San Mateo, de Bach, en el que, extraordinariamente, el dolor se mezcla con la esperanza y la pasión con la resignación. Así, sin compromisos fáciles, sin soluciones mágicas, hay que apostar por el destino argentino.

Y permítase, desde aquí, tributar una muestra de homenaje y respeto a las dos figuras que, al abrir y cerrar este cuarto de siglo, consagran los pesares, pero también los beneficios de la democracia: con afecto incondicional al ex presidente Raúl Alfonsín, y con los mejores deseos aun en el desacuerdo a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

martes, 28 de octubre de 2008

- FRONDIZI -




Arturo Frondizi

(1908-1995)

Presidente y estadista

A 100 años de su nacimiento




Estaba cerca de los 50 años cuando el proceso desatado tras la caída de Perón lo llevó a ocupar la presidencia de la Nación desde el 1º de mayo de 1958 hasta el 29 de marzo de 1962. Frondizi había sido un diputado de reconocida actuación en las filas radicales, entre 1946 y 1952. También fue presidente de la Unión Cívica Radical y protagonista central en la división de su partido en 1957. Los correligionarios que lo que seguían y que proclamaban su candidatura a la Presidencia formaron la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), que se aproximó al peronismo. Un año después y hasta 1962, Frondizi presidió un gobierno de transformaciones profundas, en medio de fuertes tensiones internas.





Fue derrocado por los mismos sectores militares que se habían levantado a sangre y fuego contra el peronismo en 1955. Cuando llegó al gobierno era flaco, tenía nariz en gancho y usaba lentes de carey que resolvían con escasos rasgos la labor de los dibujantes políticos de la época. Brindaba un trato cálido y, al mismo tiempo, formal. El entonces presidente había nacido en Paso de los Libres, Corrientes, el 28 de octubre de 1908 y pronunciaba palabras que dejaron en la memoria la sonoridad de su tono provinciano.Por ejemplo, el término "desarrollo".





No fue tan fácil comprenderlo en aquella Argentina cuyos problemas provenientes de la era peronista habían sido notoriamente agravados por la llamada Revolución Libertadora. Incluso no era fácil comprenderlo a partir de sus propios cambios: nada en 1958 quedaba del político antiperonista que había sido hasta la caída de Perón. Como un río de fuerza incontenible, la proscripción del peronismo había generado la victoria de los votos en blanco en las elecciones constituyentes de 1957, primera radiografía de un capítulo que, en primer término, exigía la interpretación correcta de esa voluntad.
Es lo que hizo Frondizi, el hombre que emergió en el país de los odios con un mensaje de unidad y de cambios estructurales.

La juventud, el mundo intelectual de la época y amplios sectores de la izquierda acompañaron su candidatura al frente de la fórmula de la UCRI, que compartía con Alejandro Gómez, que renunciaría a la vicepresidencia (hecho aún no esclarecido) poco después de asumir. En las elecciones del 23 de febrero, Frondizi había obtenido el 49 por ciento de los votos contra el 29 por ciento logrado por la fórmula Ricardo Balbín- Santiago Del Castillo, de la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP), un binomio que tenía palpables preferencias por parte del gobierno de Aramburu y Rojas. El triunfo de Frondizi, con los votos del peronismo -los votos en blanco habían bajado a sólo el 8 por ciento-, sacudió profundamente al régimen, al punto de ponerse en riesgo la transferencia del gobierno.





Frondizi fue la puerta de un canal distinto. No fue su gobierno producto de una logia secreta sino en buena medida el resultado de una auténtica forja de ideas que tuvo su propia expresión periodística: la revista "Qué sucedió en 7 días". En sus páginas, desde el número de 58 de su reaparición el 23 de noviembre de 1955 (había sido cerrada por el peronismo en 1948) marcó el rumbo de lo que todavía no había comenzado. En ese mismo número, cuya tapa en lugar de estar destinada a Aramburu, que acababa de sacar a Lonardi, fue para los gremialistas peronistas Andrés Framini y Luis Natalini, presenta a Frondizi en la línea de afirmación de los principios populares de Hipólito Yrigoyen.

Poco tiempo después -el 6 de enero de 1956- Frondizi conoció a Rogelio Frigerio, que todavía no aparecía como director de la revista, en la casa de una amiga de ambos, Delia Machinandiarena de Jaramillo. En esa relación se asentaría la clave de un gobierno que haría de la explotación de los recursos naturales estratégicos y de la promoción de las industrias básicas -comenzando por el acero- parte central de su modelo económico.





Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche y José María Rivera, entre otros, se sumaron al elenco de pensadores comprometidos con lo que se llamaba entonces "el campo nacional" en el plano de las ideas. "Mientras dure nuestro gobierno, en la Argentina nadie será perseguido por sus ideas, ni por su actuación política o gremial", dijo Frondizi en su discurso de asunción del 1º de mayo de 1958 ante la Asamblea Legislativa. Amnistía, aumento general de salarios, nueva política en hidrocarburos (autoabastecimiento petrolero), leyes de asociaciones profesionales y de radicación de capitales externos fueron parte de sus primeras medidas, además del resonante proyecto de privatización de la enseñanza universitaria.

Poco después comenzaría la larga serie de planteos militares, proveniente de los sectores más reaccionarios y antiperonistas, que condicionarían la marcha del gobierno y obligarían a replanteos tácticos (como la designación en 1959 de Alvaro Alsogaray en el Ministerio de Economía). Pero estos replanteos no detendrían a Frondizi. Por caso, en 1961, cumplió el compromiso de devolver la CGT a los trabajadores. Las huelgas fueron su flagelo social como la de los obreros del frigorífico Lisandro de la Torre, en 1959, reprimida por el Ejército y la de los ferroviarios (1961), que paralizaron virtualmente los servicios durante más de 40 días.





El llamado Plan de Conmoción Interna del Estado (Conintes) y la sanción de una ley contra el terrorismo fueron producto de esos tiempos. El 18 de marzo de 1962, en elecciones parlamentarias y de gobernadores, el peronismo triunfó en 11 de los 18 distritos en disputa, lo cual precipitó la caída de Frondizi, once días después. Antes colaboró a su propia sucesión al posibilitar que José María Guido -y no un general- ocupase el gobierno en su condición de presidente provisional del Senado. La Argentina que dejaba tenía un nivel de inversiones superior en los sectores básicos al mejor alcanzado durante el peronismo.





El país se autoabastecía de petróleo y por los miles de kilómetros de nuevos caminos circulaban los vehículos de la industria automotriz nacida en esos años. Con su caída, los militares golpistas terminarían luego envueltos en su propia crisis.
También se registraba un hecho que adquiriría años más tarde una escala espeluznante: desaparecía el obrero metalúrgico Felipe Vallese, el primero de la serie. Luego de permanecer detenido 16 meses, en 1963, Frondizi retomó la actividad política mediante una nueva agrupación: el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), que aún existe.

lunes, 27 de octubre de 2008

- USA -


Elecciones a la estadounidense


Por Rubén M. Perina
Para LA NACION



La democracia norteamericana es vibrante, sólida y en constante perfeccionamiento. Las elecciones raramente se cuestionan, y los diferendos político-electorales se resuelven pacíficamente de acuerdo con la ley. La democracia es un pilar central de la política exterior del país. Su gobierno la promueve en el mundo, al prestar asistencia técnica para la organización de elecciones libres, justas y transparentes, y al enviar observadores electorales. Recientemente, sin embargo, su propio sistema electoral ha estado bajo escrutinio, particularmente desde la elección presidencial de 2000.

El sistema presenta características singulares que lo distinguen de otras democracias, modernas y emergentes, o de los modelos que con frecuencia expertos electorales proponen. Debido a mi experiencia al dirigir varias misiones de observación electoral en América latina, no puedo dejar de notar el contraste de tales características con la mayoría de los sistemas electorales que he observado. Por ejemplo:

No hay un código electoral nacional unificado. Los Estados Unidos tienen un sistema federal de gobierno fuerte y cada estado tiene sus propias reglas y estándares electorales. Hay diversos requisitos para obtener tarjetas de identificación, para registrarse, para votar o para usar tal o cual tecnología. La ley de apoyo al voto en América (AVA, 2002), sin embargo, trata de corregir esta dispersión y las deficiencias locales encontradas en las elecciones de 2002.

No hay un ente nacional o federal que organice, administre o supervise el proceso electoral, ni una autoridad nacional responsable de juzgar la calidad o la validez de las elecciones, o de proclamar al ganador. El proceso se maneja en cada distrito por su secretario de Estado. Para algunos críticos, la ausencia de una autoridad nacional no asegura imparcialidad en el criterio de elegibilidad para votar, de los procedimientos para registrarse o de un posible recuento de votos, como ocurrió en Florida, en 2000; tampoco asegura estándares nacionales para los formatos de la boleta ni de la tecnología por usarse. En algunos estados se usa tecnología electrónica avanzada, y en otros, procedimientos manuales. La comisión de asistencia para las elecciones, creada por AVA, sólo proporciona pautas voluntarias para los estados en algunos de estos temas.

No hay registro electoral nacional unificado o lista de votación federal. Así, teóricamente, uno puede registrarse y votar en uno o más estados, particularmente en aquellos que colindan. AVA estipula que los estados deben tener un registro de votantes centralizado; pero no contempla la creación de un registro nacional integrado, interactivo, que permitiría comprobar la duplicación del voto. Sólo 31 de los 50 estados tienen un registro electoral centralizado electrónico. Para algunos, esto es una puerta abierta para el fraude electoral.

No hay tarjeta de identificación nacional o federal, o un documento de votación. Algunos incluso desean eliminar el requisito de presentar identificación para favorecer la participación electoral. Según el distrito, los votantes pueden presentar diferentes tipos de identificación para votar, algunos con fotos, otros sin fotos. Este variado requisito de identificación es otra puerta posible para el fraude electoral.

El día de votación no es domingo como en la mayor parte de América latina; es siempre martes, un día laborable. La gente vota antes de ir a trabajar, durante su almuerzo o después del trabajo. Pero votar no es obligatorio. Algunos argumentan que esta práctica desalienta y reduce la participación del ciudadano. Para facilitar el voto, hay una costumbre en varios estados de permitir el voto anticipado por correo.

El ?voto ausente?, como el voto anticipado, se permite en la mayoría de los estados. En el estado de Oregon, es la única manera de votar. Mientras que este procedimiento permite el voto del ciudadano que no lo puede hacer el día del sufragio (por viaje o por incapacidad física), para algunos esto también abre la posibilidad de que se viole el secreto del voto. La propuesta del voto por Internet también puede permitir esta posibilidad.

No hay elección directa del presidente, como en la mayoría de los sistemas presidenciales. Se usa el sistema de Colegio Electoral: los ciudadanos votan por una lista de electores pertenecientes a su candidato preferido, y el número de electores que un candidato obtiene por cada estado que gane es igual al número de diputados y senadores que le corresponde a ese estado en el Congreso Nacional. Se gana con 270 electores de un total de 536. Existe así la posibilidad de que un candidato sea electo sin ganar el voto popular, como en 2000, con el triunfo de George W. Bush sobre Albert Gore.

Las primarias para seleccionar los candidatos presidenciales de los dos partidos no se celebran en un mismo día, como en la mayoría de los países que utilizan primarias. Se efectúan por estados o grupos de estados, durante un largo período (de enero a junio). Es un ejercicio electoral muy complejo. Cada partido usa mecanismos diferentes en diferentes estados para seleccionar sus delegados a convenciones estaduales y nacionales, en las que finalmente se elige al candidato. Aunque el proceso es muy útil para conocer los valores, la personalidad y las propuestas de los candidatos, los críticos argumentan que es un proceso demasiado largo, fragmentado y costoso.

El financiamiento de las campañas electorales es un tema complejo y polémico. Hay una discusión permanente sobre si corresponde limitar o no las contribuciones de los individuos a la campaña electoral. Para algunos, las contribuciones ilimitadas tienden a favorecer a candidatos titulares del cargo o a candidatos ricos; para otros, las limitaciones son inconstitucionales, porque restringen la libertad de expresión protegida en la Constitución.

Sin embargo, no hay límites para gastos de campaña si un candidato decide no aceptar financiamiento del gobierno federal (84 millones de dólares). Este candidato puede gastar tanto dinero como él o ella pudiera recaudar. Aunque hay restricciones a la cantidad que un individuo puede contribuir a una campaña (2300 dólares), cualquier candidato puede beneficiarse indirectamente de las actividades partidarias financiadas por los llamados Comités de Acción Política, que pueden recaudar una cantidad ilimitada de dinero para las actividades a favor de sus candidatos, pero siempre y cuando la recaudación de los fondos y la campaña proselitista no se haga en coordinación con la campaña del candidato. Hay, sin embargo, reglas estrictas que obligan a reportar las contribuciones recibidas.

Los críticos sostienen que estas características del sistema electoral norteamericano no ofrecen garantías completas, en términos de transparencia, imparcialidad, confiabilidad, exactitud, privacidad y seguridad del proceso de votación. También mantienen que las mismas pueden socavar la integridad del sistema y la confianza del votante.

Por ello, se advierte una discusión nacional cada vez mayor sobre la importancia y la urgencia de integrar, federalizar, estandarizar, así como profesionalizar el sistema electoral del país, a los efectos de generar mayor confianza pública en las elecciones. El Congreso Nacional y entidades, como la Comisión Federal para la Reforma Electoral, dirigida por ex presidente Jimmy Carter y el ex secretario de Estado, James A. Baker (www.american.edu/ia/cfer), y la Comisión para la Asistencia Electoral (http://www.eac.gov), entre otros, se encuentran trabajando en esa dirección.

El autor es un investigador social argentino que actúa en el Departamento de Modernización del Estado de la OEA.

domingo, 26 de octubre de 2008

- BARES PORTEÑOS -




Bares Notables de la Ciudad


En su día: 26 de octubre


Una fiesta ciudadana




La cita comienza por la mañana: Susana Rinaldi, acompañada por la Orquesta de Tango porteña, que dirigen Raúl Garello y Juan Carlos Cuacci, darán brillo a la jornada, desde las 11 horas, en la tradicional esquina de San Juan y Boedo, como celebración del Día de los Cafés en el marco de las actividades libres y gratuitas del Programa Primavera Buenos Aires que organiza el Ministerio de Cultura porteño.





Pero la Tana no será la única atracción, ya que durante toda la jornada habrá espectáculos tangueros, folclóricos y de jazz de primer nivel en diversos bares, todos con entrada libre y gratuita, aunque el ingreso del público a los locales estará sujeta a la capacidad del lugar.

Hace ocho años –el 5 de octubre de 2000-, la Legislatura porteña sancionó la Ley 35 que instituye el Día de los Cafés, por considerarlos un rasgo típico de la Ciudad y para apoyar una actividad que desde hace décadas forma parte de la cultura ciudadana. La fecha –propuesta por la Comisión de Protección y Promoción de los Cafés, Bares, Billares y Confiterías Notables- no es casual: el 26 de octubre de 1894 (hace ya 114 años) fue inaugurado en Avenida de Mayo 825 el histórico Café Tortoni.





La referida Ley es de protección a 54 locales del rubro que son considerados como tales por sus hechos o actividades culturales de significación, su antigüedad, su diseño arquitectónico o la relevancia local. En este marco, han adquirido un importante valor patrimonial. El objetivo perseguido es la promoción de la participación de estos sitios en la actividad cultural y turística porteña, impulsando en ellos actividades artísticas acorde a sus características, asesorarlos en proyectos de conservación, rehabilitación o restauración edilicia y mobiliaria con profesionales especializados, como así también subsidiarlos en caso de efectuar arreglos edilicios por necesidad.





Que notable esto de nuestros bares, no?

sábado, 25 de octubre de 2008

- VERDAD Y FICCIÓN -




Historia y novela



Por Marcos Aguinis
Opinión - La Nación






El arte no sólo ha provisto de infinitas riquezas al mundo, sino que lo consuela de sus desgracias. Por eso, ante la angustia universal del temblor financiero, me ha parecido conveniente ofrecer un interludio y dedicar mi columna a una de sus expresiones más notables: la novela.

Seguro que los enervantes acontecimientos del presente recibirán aportes ficcionales del más variado matiz. Hechos que huracanean por los medios de comunicación y pensamientos que vacilan en la intimidad de cada mente son semillas de narraciones que ya deben estar germinando en las sinapsis de muchos artistas. Vuelve a confirmarse que la realidad supera a la imaginación, pero la imaginación nunca deja de proveerse de un madero real para flotar sobre el mar embravecido. Algunos lo encuentran más rápido y hasta dan con un madero muy robusto. Algunos llegan con él hasta la orilla, otros se hunden impotentes.

Pero, ¿qué diferencia existe entre la novela y el informe periodístico, o entre la novela y la ciencia histórica? El periodismo y la historia deben referirse a las evidencias; la novela, en cambio, las corrige. Esto no significa que el periodismo y la historia brinden siempre la verdad irrefutable, pero se espera y desea que su esmero intente aproximarse a la verdad de los hechos. La novela, en cambio, pone luz sobre oscuridades que ni el periodismo ni la historia pueden iluminar, porque funciona de otro modo.

En efecto, la novela se basa en una ilusión. No en la alucinación, que carece de objeto. La novela siempre, como la perla, tiene un grano concreto inicial. No se refiere a cosas ajenas al hombre, sino a cosas donde cada hombre puede encontrar algo que lo conmueva o identifique o haga reflexionar. Se funda en un pacto tácito entre el autor y el lector, que marchan juntos en una bella conspiración que modifica la realidad, creando otra, más rica, más comprensible, más tierna o más cruel.

Con esta nueva realidad ?sobre ello ha insistido Mario Vargas Llosa? nuestra única vida tiene la opción de multiplicarse por mil. Gracias a la novela experimentamos aventuras, sensaciones, riesgos, heroísmos y miserias que nos compensan del derrotero pobre y limitado de nuestra única existencia. Provee alas al espíritu, impulsa sueños y ensueños, nos hace más libres y menos prejuiciosos, aumenta la capacidad de comprensión. Es un estímulo potente de la libertad. Quien no lee novelas se priva de un gran placer, pero también se desenchufa de la usina que llena de brillos al lenguaje y el pensamiento.

Por eso debemos reconocer que la Inquisición tuvo buen olfato al prohibir que ingresaran en nuestro continente las novelas. Sabía que en sus páginas laten gérmenes de subversión, el pensamiento emancipado, la pluralidad de enfoques. En la raíz de toda novela vibra la inconformidad, el deseo insatisfecho. Sus páginas procuran superar esa falencia, pero nunca lo consigue del todo. Por eso es un manantial que jamás se seca. Y mueve siempre la renovación.

Como dije al principio, se basa en guijarros de la realidad concreta. Pero los mira de otro modo, ve aspectos que nadie había descubierto antes, incorpora ingredientes amontonados en la memoria, juega con sentimientos y conflictos, escucha los susurros de la fantasía. En toda novela existen elementos autobiográficos, y quien lo niega, miente. Pero no corresponden a la vida concreta del autor, sino a todo aquello que ingresó en su mente, sea porque le gustó o disgustó, porque quiso y no pudo, porque lo escuchó, vio, intuyó, amó o despreció. Su sensibilidad le inunda de humo mágico la cocina creativa y puede describir escenarios que nunca pisó con más exactitud que una fotografía. Confieso que me ha sucedido a menudo. Narro un par de anécdotas: después de publicar La gesta del marrano, en Tucumán me ofrecieron llevarme a Ibatín, el abandonado emplazamiento del primitivo Tucumán, donde había nacido el personaje de esa novela histórica, porque les había dicho que jamás había andado por allí. Durante el viaje, me sobrevino la agitación culposa de haberla descrito en forma errada, con los escasos materiales consultados y el predominio de mi imaginación desenfrenada por un argumento que no me dejaba dormir. Mi agitación se transformó en perplejidad al ver que la temperatura, la vegetación, el sonido del río cercano, los colores pastel y el aroma dominante correspondían a lo escrito, como si me hubiera dictado alguien que pasó años en ese lugar. Me volvió a suceder con La pasión según Carmela. Estudié con prolijidad mapas y fotos, leí crónicas y escuché a testigos, pero jamás visité Cuba. Muchos lectores no lo creen e insisten en preguntarme cuándo estuve ahí y cuáles fueron mis verdaderas peripecias. Cuesta aceptar que la imaginación es el instrumento secreto, poderoso ?y travieso? de un novelista. Crea realidades nuevas y, a veces, dibuja las existentes con cartabones de academia.

Por eso, es frecuente que muchos lectores pregunten si lo contado en una novela "es cierto", si los personajes "son reales". Esas preguntas revelan que el lector aceptó la construcción ficcional, que el pacto entre él y el autor funcionó bien porque los dos navegaron abrazados en la misma ilusión narrativa. Es cierto que, como en toda ilusión, existen datos de la realidad que ayudan a proveer la carnadura de los tramos imaginativos. La narración teje un tapiz donde resulta difícil desbrozar lo factual, porque incluso lo factual es objeto de permanentes y hasta magníficos ajustes.

Los días finales de Bolívar, por ejemplo, no son como los describió García Márquez, sino como García Márquez los fantaseó a partir de documentos, modificados con habilidad, por orden de sus sentimientos y deseos. Tampoco esos días fueron tales como los describieron Emil Ludwig o Salvador de Madariaga. Estos fueron historiadores y biógrafos, no novelistas. Revisaron con paciencia los documentos, pero han diferido en su lectura e interpretación, motivada por la perspectiva personal que tenían del prócer. Se los puede cuestionar y hasta refutar en muchos párrafos. Los historiadores son distintos unos de otros en cada generación y todos ellos distintos de las generaciones anteriores, aunque se basen en los mismos datos. Pero nadie con criterio puede refutar una novela, aunque pertenezca al género histórico. Sería absurdo señalar los errores de obras clásicas de la literatura, algunas de las cuales han sido más frecuentadas que los estudios eruditos. El cardenal Richelieu no fue como lo pintó Alejandro Dumas, ni las guerras napoleónicas como las narró Tolstoi. Borges hasta llegó a brindar fuentes apócrifas, en su afán de vencer ese absurdo. En conclusión, la obra histórica falla cuando ignora evidencias. La novela falla cuando no consigue convencer de que su mentira es una suerte de extraña verdad.

En la novela el desorden de la vida adquiere orden. Ese orden es invención. Aunque el relato se interne en los vericuetos de la innovación formal, el tiempo adquiere un recorte preciso. Pretende lograr efectos y apela a recursos variados como el Viaje a la semilla, de Alejo Carpentier, que empieza con la muerte de un anciano y continúa hasta la gestación en el útero materno. O simula un eterno presente, como en las ficciones de Beckett, o intenta una mezcolanza de pasado, presente y futuro. Pero siempre lo hace con perspectiva y responde a una coherencia. Efectúa una rectificación que se sintetiza en la palabra "contar". No se excluye de esta ley el "nunca jamás" o la ciencia ficción, porque sucesos que se describen en el año 3000 son aceptados por el pacto del autor y el lector como si se los leyese dos, cinco o mil años más adelante. Siempre se hace referencia a lo ocurrido, aunque haya intentos por quebrar esa regla. Se la llama narración ucrónica, sin tiempo. La utópica, en cambio, no tiene un lugar preciso y ha sido más utilizada.

La novela ucrónica pretende desafiarnos con hechos que no han sucedido: Alejandro Magno orientó sus ejércitos hacia el oeste de Europa, en lugar de dirigirse al Asia; Aníbal entró en Roma y la destruyó; Juliano consiguió restablecer el helenismo pagano sobre el cristianismo incipiente; los musulmanes vencieron a Martel y completaron la conquista de Europa en el siglo IX; Hitler tuvo éxito como pintor y no se metió en política, y así hasta el infinito. El mexicano Fernando del Paso viene en mi ayuda con algunos buenos ejemplos de narraciones ucrónicas que acaba de publicar en la revista Letras Libres. Winston Churchill firmó un cuento sobre lo que hubiera pasado con la Guerra de Secesión si el general Lee no hubiera ganado en la batalla de Gettysburg. El ingenioso Chesterton fantaseó sobre las consecuencias de un presunto casamiento entre los católicos Juan de Austria y María Estuardo. Philip K. Dick describió el triunfo de los alemanes y japoneses en la Segunda Guerra Mundial, y la aparición en ese momento de una novela ucrónica que narra su rendición incondicional ante los Aliados, como de verdad sucedió, enrollando un bucle digno de Borges. Fernando del Paso se pregunta qué hubiera pasado si Zapata no hubiera sido asesinado y terminaba su vida en el jolgorio de París, junto a su amigo Patiño, rey del estaño. Entonces el subcomandante Marcos no hubiera sido subcomandante, ni zapatista, ni siquiera se hubiera llamado Marcos. "Por supuesto, la Historia nos engaña siempre, pero uno siempre la perdona, porque cada uno de sus amantes estamos convencidos de que es a los otros amantes a los que miente, no a uno. En cambio la historia ucrónica nos miente a todos por parejo", sentencia del Paso.

Por talento que se tenga, es difícil hacer funcionar el pacto autor-lector mediante la ucronía. Por eso es una técnica poco aceptada. En cambio, funciona cuando se corrigen los elementos germinales de una historia o se llenan sus huecos o se elige alguna de las versiones conflictivas, sin imponer una ilusión ucrónica que apenas conseguiría mantenerse en pie debido a las convicciones del lector.

Ciertas narraciones han sido tan insistentes, que se las tomó como verdad histórica. Son literatura y son historia. La Ilíada y la Odisea, así como los múltiples relatos de la Biblia fueron creídos a pies juntillas, luego descalificados como fantasías y por fin objeto de confirmaciones. En el imaginario colectivo hay relatos que tienen más poder que las evidencias. Por eso nadie puede dejar de reconocer a Don Quijote y Sancho Panza. Shakespeare ?"el creador del hombre", según Harold Bloom? nos dejó obras inspiradas en muchas historias distorsionadas con enérgica libertad, y son más creídas que la misma historia, porque nos abren a los secretos del alma, sus rencores, miedos, deseos y fantasmas. La literatura ficcional muestra desnudo, con impúdica eficacia, al esquivo ser humano.

jueves, 23 de octubre de 2008

- UN -




24 DE OCTUBRE


DIA DE LAS NACIONES UNIDAS




Se conmemora este día el aniversario de la entrada en vigor de la Carta de las Naciones Unidas el 24 de octubre de 1945; desde 1948 se ha venido celebrando como Día de las Naciones Unidas.

Este día se llevan a cabo en todo el mundo reuniones, debates y exposiciones sobre los logros y metas de la Organización. En 1975 la Asamblea recomendó a los Estados Miembros que lo declarasen día festivo oficial.





En el verano de 1945 la Segunda Guerra Mundial daba sus últimos coletazos. Mientras, los representantes de 51 naciones redactaban la Carta de las Naciones Unidas. Su principal objetivo era "preservar a las generaciones futuras del azote de la guerra", mejorando el funcionamiento de la desaparecida Sociedad de las Naciones (un organización anterior surgida a partir de la Primera Guerra Mundial) que había mostrado su ineficacia para mantener la paz.





En 1950 se instala la sede definitiva de la ONU en Nueva York y el número de países miembros crece rápidamente hasta alcanzar a la práctica totalidad del mundo. Pero muy pronto comenzaron a sentirse las profundas diferencias entre las cinco potencias
dominantes. EE UU, la Unión Soviética (actualmente Rusia), Reino Unido, Francia y China. Estas diferencias, conocidas como 'guerra fría' (que duró hasta 1995), hicieron imposible para la ONU evitar conflictos armados localizados, como sucedió en Corea, Oriente Medio o Vietnam. Hay que valorar positivamente, sin embargo, los esfuerzos en la detención del "gran conflicto" entre los dos grandes bloques, en los procesos de descolonización y en favor del desarme y de los derechos humanos.





A pesar de sus éxitos y fracasos, la ONU es hoy el foro de indiscutible prestigio internacional en el que se debaten los grandes problemas que afectan a la paz mundial. Actualmente atraviesa por un delicado momento, ante la necesidad de adaptarse a la nueva realidad que ha sustituido al enfrentamiento entre los grandes bloques: los conflictos surgidos del nacionalismo o la intolerancia religiosa, la pobreza en el mundo, las grandes epidemias como el SIDA, los problemas medioambientales como la destrucción de la capa de ozono o el cambio climático, el creciente poder de las grandes empresas multinacionales derivado de la globalización, etcétera.

- GLOBAL -




Un nuevo escenario
para la seguridad global

Por Irma Argüello
Para LA NACION



Los acontecimientos de estos días muestran un mundo al que todavía le cuesta hacer pie frente al cataclismo financiero; crisis que, por su impacto y consecuencias, ha puesto de manifiesto el poder de la globalización y, a la vez, la atomización del poder mundial.

En este aspecto, la transición desde un mundo "unipolar", sobre la base del liderazgo hegemónico de Estados Unidos hacia un mundo ?no polar?, en el cual el poder se reparte, casi sin reglas, entre múltiples actores estatales y no estatales, parece no tener vuelta atrás. La caída de los mercados traerá la precarización de las economías: habrá menor acceso al crédito, menor inversión, una disminución generalizada del nivel de vida y, en consecuencia, una cantidad considerable de efectos sociales y económicos negativos, de los cuales ningún país estará exento. En este contexto, la seguridad global también estará en jaque.

En términos de seguridad humana ?de aquella centrada en la protección de las personas? la relación entre los efectos negativos de la crisis y el aumento de los riesgos sobre los individuos es inmediata. Desde el punto de vista de la seguridad de los estados, paradójicamente, el embate será más contundente cuanto mayor sea su calidad institucional.

En los países con alta institucionalidad y una opinión pública que controla, será difícil comprometer los niveles presupuestarios destinados a defensa y seguridad, típicos del pasado reciente. Estos asuntos, por fuerza de las circunstancias, cederán prioridad frente a otros relacionados con el esfuerzo por recomponer el bienestar de la población.

En los países con menor calidad institucional ?situación que en general se acompaña de un mayor aislamiento económico internacional y de mayores concentraciones de poder fronteras adentro? la variable de ajuste será, de seguro, la calidad de vida de la población antes que los programas en defensa y seguridad. Tal el caso de los regímenes totalitarios o en camino de serlo, en los que burocracias gubernamentales manejan a su antojo presupuestos y prioridades frente a una opinión pública desdibujada. En ellos, los gastos con fines ofensivos o defensivos, continuarán, mientras el cuadro social profundizará su deterioro.

En términos concretos, la crisis global podría, por ejemplo, crear un campo propicio para la proliferación nuclear, debilitando barreras destinadas a evitar que armas o materiales para fabricarlas lleguen a manos del terrorismo o de estados con tales aspiraciones. En este aspecto, los programas de armas nucleares, sobre todo en los países centrales, sufrirán una desaceleración, pero también serán afectados los esfuerzos de prevención y respuesta a potenciales ataques con armas de destrucción masiva.

De igual modo, los organismos multilaterales de control y cumplimiento de las normas internacionales, tales como el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y el OIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica), podrían sufrir deterioros en su capacidad operativa. En este último caso y dadas sus responsabilidades específicas, los procesos de verificación de la utilización de plantas y materiales exclusivamente para fines pacíficos, uno de los pilares del régimen de no proliferación nuclear, podrían verse limitados.

Lo que pocos dudan es que las vicisitudes en el financiamiento global llevarán, también, cuanto menos en el corto y mediano plazos, a un significativo retraso del llamado ?renacimiento? de la industria nuclear, en particular la asociada con la construcción de reactores y centrales para la producción de energía eléctrica. Hasta hace poco, además de los planes de aumento en la capacidad instalada en muchas de las 31 naciones con centrales funcionando, otras 30, entre ellas algunas de América latina, estaban considerando seriamente la alternativa nuclear. Hoy es prematuro anticipar cuántos de estos proyectos sobrevivirán a la crisis.

Del mismo modo y como un detalle de interés cercano, todavía es incierto el impacto sobre el emprendimiento bilateral nuclear Argentina-Brasil, lanzado durante el pasado mes de febrero, por el cual ambos países se han propuesto desarrollar, entre otros, un reactor de potencia y una empresa de enriquecimiento de uranio. Seguramente sus fuentes de financiamiento habrán de ser reconsideradas a la luz de la nueva situación financiera. No obstante, debe tenerse en cuenta que el uso de la energía nuclear para fines pacíficos bajo el control internacional no implica, en sí mismo, una amenaza a la seguridad global, pero sí existen otros factores de riesgo nuclear latentes, que pueden potenciarse en el actual escenario.

Países con historial de objetivos nucleares poco transparentes, como Irán y Corea del Norte, podrían encontrar en el colapso global un ámbito favorable para dar un nuevo impulso a aspiraciones que la comunidad internacional rechaza. Las noticias del reciente acuerdo entre Washington y Pyongyang, por el cual se retoman las inspecciones a instalaciones ?declaradas? del país asiático, no implica que este tema haya dejado de preocupar.

Lo mismo cabe para el terrorismo y otros actores no estatales con intenciones de adquirir armas de destrucción masiva, los cuales obtienen sus fondos a partir circuitos económico-financieros informales. En este sentido, un riesgo no menor es el posible incremento del tráfico ilícito de materiales y tecnología nuclear, debido a la erosión de los recursos destinados al control.

Este escenario de peligro nuclear creciente pondrá todavía más a prueba a la comunidad internacional, ya vulnerable por el colapso financiero.

La experiencia muestra que problemas globales requieren soluciones globales, tal como se ha comprobado a partir del efecto tímidamente positivo en la confianza de los mercados de la reducción conjunta de la tasa de interés entre Estados Unidos y la Unión Europea. Las cumbres internacionales del G7 y del G20 dan, también, buenas señales en esa dirección.

De igual forma, en materia de seguridad, es imprescindible que los líderes políticos mundiales trabajen de manera coordinada para encontrar y llevar a la práctica, en forma urgente, un mínimo de puntos de consenso, de modo que los esfuerzos realizados hasta hoy para frenar el riesgo nuclear puedan ser, cuanto menos, preservados.

Relegar la prioridad de la seguridad global durante la crisis financiera podría conducir a resultados de peligrosidad incierta.

La autora es presidenta de la Fundación No Proliferación para la Seguridad Global.

martes, 21 de octubre de 2008

- POE -




Edgar Allan Poe


ANTICIPADOR DEL FUTURO



Edgar Allan Poe fue un escritor, poeta, crítico y periodista romántico estadounidense, generalmente reconocido como uno de los maestros universales del relato corto, del cual fue uno de los primeros practicantes en su país.

Fue renovador de la novela gótica, recordado especialmente por sus cuentos de terror. Considerado el inventor del relato detectivesco, contribuyó asimismo con varias obras al género emergente de la ciencia-ficción. Por otra parte, fue el primer escritor estadounidense que intentó hacer de la escritura su modus vivendi, lo que tuvo para él consecuencias desastrosas.





Fue bautizado como Edgar Poe en Boston, Massachusetts, y sus padres murieron cuando era niño. Fue recogido por un matrimonio adinerado de Richmond, Virginia, Frances y John Allan, aunque nunca fue adoptado oficialmente. Pasó un curso académico en la Universidad de Virginia y posteriormente se enroló, también por breve tiempo, en el ejército. Sus relaciones con los Allan se rompieron en esa época, debido a las continuas desavenencias con su padrastro, quien a menudo desoyó sus peticiones de ayuda y acabó desheredándolo. Su carrera literaria se inició con un libro de poemas, Tamerlane and Other Poems (1827)





Por motivos económicos, pronto dirigió sus esfuerzos a la prosa, escribiendo relatos y crítica literaria para algunos periódicos de la época; llegó a adquirir cierta notoriedad por su estilo cáustico y elegante. Debido a su trabajo, vivió en varias ciudades: Baltimore, Filadelfia y Nueva York. En Baltimore, en 1835, contrajo matrimonio con su prima Virginia Clemm, que contaba a la sazón 13 años de edad. En enero de 1845, publicó un poema que le haría célebre: "El cuervo". Su mujer murió de tuberculosis dos años más tarde. El gran sueño del escritor, editar su propio periódico (que iba a llamarse The Stylus), nunca se cumplió.





Murió el 7 de octubre de 1849, en la ciudad de Baltimore, cuando contaba apenas 40 años de edad. La causa exacta de su muerte nunca fue aclarada. Se atribuyó al alcohol, a congestión cerebral, cólera, drogas, fallo cardíaco, rabia, suicidio, tuberculosis y otras causas.

La figura del escritor, tanto como su obra, marcó profundamente la literatura de su país y puede decirse que de todo el mundo. Ejerció gran influencia en la literatura simbolista francesa y, a través de ésta, en el surrealismo, pero su impronta llega mucho más lejos: son deudores suyos toda la literatura de fantasmas victoriana y, en mayor o menor medida, autores tan dispares e importantes como Charles Baudelaire, Fedor Dostoyevski, Franz Kafka, Lovecraft, Ambrose Bierce, Guy de Maupassant, Thomas Mann, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, etc. El poeta nicaragüense Rubén Darío le dedicó un ensayo en su libro Los raros.





Poe hizo incursiones asimismo en campos tan dispares como la cosmología y la criptografía. Su trabajo ha sido asimilado por la cultura popular a través de la literatura, la música, tanto moderna como clásica y el cine.

En una de sus cartas, dejó escrito:

Mi vida ha sido capricho, impulso, pasión, anhelo de la soledad, mofa de las cosas de este mundo; un honesto deseo de futuro.

domingo, 19 de octubre de 2008

- ATRAS -





El pasado que resiste a irse



Por JAMES NEILSON, periodista y analista político,
ex director de “The Buenos Aires Herald”
Ilustración: Pablo Temes - Revista Noticias



Como ocurre en todos los países que se ven dominados por personas que son reacias a dejar atrás un período confuso de lucha interna en que muchas asumieron posturas que más tarde lamentarían, en la Argentina quienes hablan más de la importancia de la memoria también rinden culto al olvido. Puesto que para ellos el pasado existió para legitimar sus puntos de vista actuales, se concentran en aquellas zonas que a su juicio les sirven y procuran borrar todas las demás. Es lo que hicieron los Kirchner a partir de mayo del 2003. Conscientes de que figurar como paladines de los derechos humanos les granjearía prestigio internacional y, en casa, les permitiría por lo menos neutralizar la minoría influyente que está conformada por izquierdistas de planteos revolucionarios y los muchos progresistas que son proclives a cohonestar sus pretensiones, hicieron de los militares que participaron de la guerra sucia los blancos principales no sólo de sus diatribas sino también de una ofensiva judicial. En cambio, pasaron por alto los crímenes cometidos –por suerte en escala menor aunque sólo fuera porque carecían de los recursos para llevar a cabo una matanza generalizada– por los integrantes de las sectas terroristas.

Por un rato, la estrategia funcionó. Cristina de Kirchner, transformada de la noche a la mañana en Madre de Plaza de Mayo honoraria, ha podido disfrutarse desempeñando el nuevo rol que eligió en distintos lugares de los Estados Unidos y otros países donde la aplauden bienpensantes locales impresionados por sus dotes retóricas y su preocupación por la justicia universal. En el gremio político internacional, su presunto compromiso con los derechos humanos constituye su carta de presentación más valiosa. Por su parte, Néstor Kirchner no tuvo empacho en dar a entender que ha sido el único presidente nacional con las agallas necesarias para enfrentarse con las antes todopoderosas Fuerzas Armadas, lo que es absurdo en vista de lo que hizo Raúl Alfonsín, pero parecería que la Argentina era un país de amnésicos ya que muchos estaban preparados para creerlo. Más importante aún, merced a su voluntad de cazar a militares y policías acusados de delitos de lesa humanidad cometidos treinta años atrás o más, la pareja logró instalar la idea de que milita en el lado izquierdo de la cancha política, de este modo amordazando a quienes, de tomarlos por derechistas autoritarios, los criticarían con su ferocidad habitual por la naturaleza intrínsecamente corrupta de su Gobierno y por su incapacidad manifiesta para impedir que la sociedad argentina siga siendo todavía menos equitativa de lo que era en los supuestamente catastróficos años noventa.

Pero los tiempos han cambiado. Son cada vez menos los dispuestos a tragarse la versión oficial kirchnerista de la historia reciente del país. Si bien pocos se oponen a la deslegitimación definitiva de lo hecho por los militares cuando gobernaban el país, ya son muchos los reacios a tolerar la legitimación implícita de lo que hicieron los asesinos terroristas con los cuales los Kirchner parecen identificarse. No es una cuestión de reavivar la llamada teoría de los dos demonios: la verdad es que sólo hubo uno. Tanto los militares como los montoneros, erpistas y otros compartían la convicción de que Dios o la Historia los había puesto por encima de las despreciables leyes burguesas de modo que, siempre y cuando sus intenciones eran “nobles”, tenían derecho a disponer de la vida, libertad y propiedad ajenas tal y como se les antojara. Si bien en la Argentina la Justicia discrimina entre las atrocidades perpetradas por los empleados del Estado, como los militares y policías , y por el sector privado -como los montoneros-, juzgándolos prescriptibles, en términos morales tales distinciones carecen de valor.

Por lo demás, los familiares, amigos y simpatizantes de quienes fueron asesinados por el Estado usurpado por los militares, distan de ser los únicos que quieren que la historia se acuerde de su tragedia para que la vida truncada de los muertos (“sus muertos”) tenga algún sentido. También lo quieren los deudos de los asesinados por terroristas, entre ellos militares, policías, empresarios y, desde luego, sindicalistas. He aquí una razón por la que la reapertura de la causa por el crimen de quien era el secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci, es tan importante. Después de años en que la Justicia se limitó a investigar los delitos cometidos por los represores para entonces castigar a los encontrados culpables, se ha reactivado un caso que tal vez no culmine con el encarcelamiento de los perpetradores pero que al menos debería de contribuir a recordarnos que la guerra sucia no era una lucha entre idealistas acaso equivocados y bestias que los perseguían brutalmente sin motivo alguno, sino algo mucho más complicado.

Es fácil olvidarlo, pero en la década miserable de los setenta abundaban los sujetos -uniformados o civiles, revolucionarios o reaccionarios, lo mismo da- que creían que la mejor forma de ayudar al país consistía en matar a los que en su opinión eran símbolos del mal. Tales criminales, y los predicadores del odio que celebraban sus proezas viles, despejaban el camino que conduciría ineluctablemente al Proceso. La Argentina de aquellos tiempos, escenario de una restauración peronista delirante, olía a muerte, razón por la cual lo que sobrevino después no sorprendió a nadie. Tan harta estaba la gente de la violencia terrorista y la soberbia de las “organizaciones armadas” que antes de la Guerra de las Malvinas sólo una minoría reducida, la que no incluía a los Kirchner, protestaba contra la violación sistemática de los derechos humanos por los militares y sus auxiliares.
En su libro “Operación Traviata”, Ceferino Reato se ha encargado de eliminar las dudas falsas que se han generado sobre la responsabilidad de Montoneros por “la liquidación” de Rucci, un aliado estrecho del que entonces iba a ser el presidente Juan Domingo Perón que dos días antes había conseguido un triunfo electoral abrumador. En un esfuerzo por alejarse de lo que ellos mismos reconocerían fue un “error” -el que de todos modos fuera un crimen no les inquietaba-, propagandistas de la juventud maravillosa, antes celebrada por Perón, intentaron endosarlo a la Triple A, a pesar de que esta organización siniestra aún era embrionaria y de todos modos no tendría por qué ensañarse con Rucci, pero pocos, muy pocos, se dejarían engañar por la maniobra así supuesta. Como todos sabían, en 1973 los terroristas libraban una guerra gangsteril contra la “burocracia sindical”, la que por su parte se defendía con su violencia habitual, de suerte que pudo darse por descontado que los autores del asesinato eran miembros de la organización Montoneros aun cuando no lo reivindicaran.

Para los Kirchner, el asesinato de Rucci y otros sindicalistas por terroristas montoneros es un problema engorroso desde que decidieron buscar un refugio político en el peronismo tradicional. Mientras se imaginaron los líderes naturales de un nuevo movimiento progre, desdeñaron a los caciques peronistas toscos que no querían saber nada de la izquierda marxista ni de los “idealistas” que habían sembrado la muerte en sus filas, pero últimamente han llegado a la conclusión de que dadas las circunstancias no tienen más alternativa que la de procurar congraciarse con ellos.

Además de deslizarse hacia la ortodoxia económica, el matrimonio se ha hecho más peronista y por lo tanto no ha podido minimizar, como meramente anecdótica, la muerte de Rucci a manos de una banda de la que ciertos veteranos encontrarían un sitio cómodo en el kirchnerismo de la fase inicial. Por el contrario, los Kirchner tienen que mostrar a los compañeros, sobre todo al jefe de la CGT, Hugo Moyano, que el asesinato de su precursor les duele tanto como las de tantos militantes de otras facciones peronistas y de la izquierda, razón por la que Cristina recibió a la viuda y los hijos de Rucci en Olivos donde les dijo que ella también quería que la investigación judicial sirviera para aclarar la verdad. Puede que esto ocurra, pero puede que Moyano, que cree que se trató de un crimen de “lesa humanidad”, no se conforme con un resultado que deje libres a los responsables.

En los tiempos difíciles que ya han comenzado, los Kirchner no podrán darse el lujo de ofender a los sindicalistas que, de quererlo, podrían hacerles la vida imposible. Desgraciadamente para el matrimonio, la trayectoria de hombres como Moyano no se parece en absoluto a la de los progresistas que se han dedicado a darle un barniz de respetabilidad políticamente correcta, puesto que proceden del otro extremo ideológico. Resolver dicha contradicción no será sencillo, ya que a esta altura la Presidenta y su marido no pueden tratar a los ex terroristas con la misma severidad que han manifestado para con los militares, pero incluso si se limitan a adoptar una actitud hacia el pasado que sea menos sesgada que la estrenada en el 2003, correrán el riesgo de enojar a una proporción significante de sus ya escasos partidarios actuales.

- MADRE -




A LAS MADRES


EN SU DIA

sábado, 18 de octubre de 2008

- NOBEL -




Aciertos y errores

de los hombres que dan

el Premio Nobel


Llevan años ignorando los pronósticos




Por Tomás Eloy Martínez
Para LA NACION



Si el premio Nobel de Literatura despierta tantas ilusiones en escritores que lo merecen ?como Borges, que vivió quejándose por el tormento anual de ser un candidato perpetuo y siempre relegado?, es porque se concede una sola vez por la obra de toda la vida y porque su prestigio centenario acompaña a los elegidos hasta la muerte. Los dieciocho miembros de la Academia Sueca que eligen al ganador no parecen regirse por otro criterio que el de la divisa de la institución, Snille och Smak , es decir, "Talento y Gusto". La lista de premiados abarca todas las regiones geográficas, desde Islandia y Chile hasta Japón y Guatemala, e incluye autores con inclinaciones políticas dispares. Fueron premiados stalinistas irredimibles, como Mijail Sholojov, y críticos del absolutismo soviético, como Boris Pasternak y Alexander Solyenitsin. Ninguna voz autorizada de la Academia se ha alzado para explicar por qué este autor sí y aquel otro no, y tampoco nadie ha pedido explicaciones. Talento y gusto son atributos que podrían aplicarse a casi cualquier escritor, aunque parecen insuficientes para definir las obras que merecen, verdaderamente el Nobel: aquellas que se arriesgan a transformar la literatura y establecen un antes y un después.

Durante períodos que suelen durar demasiados años, los académicos suecos se esmeran en ignorar a los genios evidentes y, con la misma suficiencia, echan luz sobre genios ocultos cuyo mayor mérito es figurar entre los elegidos. La primera década del Nobel es un modelo de esas distracciones. Ganaron el premio algunos monumentos al olvido, como el matemático y versificador español José Echegaray y Eizaguirre, el dramaturgo noruego Bjorstjerne Bjoernson y el lánguido poeta provenzal Frederic Mistral, cuando aún estaban vivos dos de los escritores más grandes de los siglos anteriores: Henryk Ibsen y Leon Tolstoi, que murieron sin premio pero en estado de gloria.

Pocos le perdonan a la Academia que haya dejado partir con las manos vacías a Borges, a Nabokov, a Henry James y a Joseph Conrad, quienes habrían podido ampliar la lista de los premiados indiscutibles junto a William Faulkner, Luigi Pirandello, Eugene O?Neill y Samuel Beckett. Sólo dentro de algunas décadas se podrá saber si algunos de los que ahora parecen dudosos crearon una obra digna de perdurar. Todavía no hay consenso sobre la justicia de los premios otorgados a Dario Fo en 1997, a Imre Kertész en 2002 y a Elfriede Jelinek en 2004, quienes aún están vivos para creerlo.

De todos los premios Nobel, el de Literatura es el que responde a criterios más inasibles, sujetos a valores sin unidades de medida, como el talento y la revelación de mundos nuevos sostenidos por la simple gracia del lenguaje. En Medicina y Fisiología se sabe que los grandes descubrimientos llevan en línea recta al galardón; en la literatura todos los caminos se confunden.

Cuando los franceses Luc Montagnier y Françoise Barré-Sinoussi detectaron el virus que desencadena el sida, ya podían ver el Nobel en sus horizontes, aunque hubo algunas disputas sobre la paternidad de la investigación. También el alemán Harald zur Hausen pudo prever la fama que se le venía encima al identificar el virus que provoca el cáncer de cuello de útero. Los tres recibirán el premio el próximo 10 de diciembre, con toda la justicia de este mundo.

En teoría, el Nobel de la Paz ?elegido por el Parlamento noruego? no debería tener margen para la duda, pero es allí donde se dieron los mayores desatinos. Es difícil aceptar que se lo hayan concedido a Theodore Roosevelt en 1906, a Henry Kissinger en 1973 (a medias con el vietnamita Le Duc Tho, quien declinó la distinción con dignidad, para evitar confusiones), a Sadat y a Begin en 1978, a Simon Peres y Yasser Arafat en 1994.

Del que más se habla, sin embargo, es del Premio Nobel de Literatura, quizá porque lleva años burlándose de las predicciones, soslayando a los escritores más grandes y complaciéndose en favorecer a los menos incómodos. Sigue siendo fácil asombrarse de los errores fatales que cometió la Academia en sus primeras veinte selecciones, porque esos nombres ya fueron barridos hace mucho por los vientos de la memoria. ¿Quién recuerda hoy a Heyse, Von Heidenstam, Gjellerup y Pontoppidan, por no extender la lista? Algunos de ellos fueron famosos en su tiempo y pocas voces se alzaron para discutirlos cuando ganaron, pero ahora sus mediocridades van quedando al descubierto, como sucede con varios de los españoles que se llevaron la distinción (en especial Echegaray, Benavente y Cela) y con algunas sonoras nulidades como Pearl S. Buck, Grazia Deledda y el esforzado naturalista tardío Roger Martin Du Gard, cuyos ladrillos siguen esperando la clemencia de los años.

El premio tuvo la virtud de abrir las puertas de autores a los que se conocía muy poco y que despertaron un asombro irresistible. Entre ellos está el maravilloso islandés Halldor K. Laxness, el gran poeta griego Giorgos Seferis y dos de los mejores narradores del pasado siglo: el japonés Yasunari Kawabata y el hebreo Isaac Bashevis Singer.

Hace ya muchos años que nadie asocia con la grandeza el nombre del escritor que gana el Nobel. No se advierten las señales universales de aprobación que hubieran saludado la elección de otro Tolstoi o de otro Borges, quizá porque el estado natural de la literatura es el de la discusión y el desacuerdo. Nadie duda de los méritos de Coetzee, de Harold Pinter, de Ohran Pamuk y de Doris Lessing, pero ¿cuántas personas sienten que leerlos les ha cambiado la vida? De muy pocos creadores se puede decir eso, pero da la casualidad de que esos pocos murieron sin el premio: Kafka, Joyce, Virginia Woolf, Borges, Proust.

El Nobel a Jean-Marie-Gustave Le Clézio sorprendió a muchos este año. En la década de 1960, su novela Le procès verbal ?que Seix Barral publicó en la colección Formentor con un título pedregoso, El atestado ? despertó en los lectores un inmediato entusiasmo. La escritura febril de Le Clézio, generosa en audacias formales, exponía las angustias del individuo que llegaba a las puertas de la modernidad en estado de conflicto contra la invasión de los objetos de consumo y contra el poder creciente de las masas. Tenía entonces sólo 23 años ?había nacido en Niza en 1940? y su irrupción en el reino de la novela prometía liberar a los lectores de las asfixias impuestas por la escritura milimétrica del ingeniero Alain Robbe-Grillet. Pero Le Clézio estaba dispuesto a llevar a todos los extremos su afán de libertad. En los años que siguieron a Le procès verbal se apartó de las exhibiciones literarias, abandonó París y se dedicó a dar vueltas por el mundo en busca de las culturas que no habían dejado huellas escritas. Estuvo en Panamá, en Belize, en México. Allí lo conocí en 1991, cuando pasó por Michoacán rumbo a la Sierra Madre, donde vivían los indios tarahumaras que tanto habían impresionado a Antonin Artaud. De todo lo que dijo entonces ?que no fue mucho? recuerdo la impresión que me produjo su resumen de lo que deseaba escribir: ?Quisiera ir más allá del lenguaje, dejarme llevar por una poesía en estado puro, una poesía creada por gestos y por los ritmos de la danza; es decir, por el ser en ebullición?.

Sus libros empezaban a emplear entonces un lenguaje sagrado, que recuerda los escritos indígenas sobre la creación del mundo. Otras veces eran sólo crónicas de viaje que incluían descripciones austeras y, muy de vez en cuando, revelaciones sobre los efectos que el paisaje ejercía en la gente. Los títulos de esas obras lo dicen todo: Viajes del otro lado, El buscador de oro , El éxtasis material , Terra Amata . Lo que Le Clézio ha dado a conocer está todavía muy lejos del proyecto ambicioso y acaso inalcanzable que enunció en 1991, pero su Nobel abre muchas más puertas que algunos predecesores recientes como Szymborska, Dario Fo, Naipaul y Jelinek.

Es inevitable que la Academia Sueca se equivoque, pero esta vez se equivocó menos que en los veinte años pasados. El itinerario desparejo que dibujan los nombres de los ganadores es no sólo una definición del Nobel, sino también "quién sabe" del misterioso destino de la literatura.