martes, 10 de febrero de 2009

- ALCOHOLEMIA -




Dureza contra la alcoholemia


Es positivo el incremento de la severidad de las sanciones a los conductores que han ingerido bebidas alcohólicas

Noticias de Opinión
Editorial La Nación



El flamante sistema de controles para verificar qué conductores han ingerido bebidas alcohólicas en cantidad superior a la permitida por las reglamentaciones vigentes ha tenido positivo comienzo. Sin embargo, las autoridades se proponen tornarlo más riguroso, hasta llegar a la tolerancia cero, intención para nada exagerada porque, según está comprobado, esa contravención es una de las principales causas de los accidentes de tránsito.

Hay conductas antisociales cuya subsistencia las ha convertido en graves endemias. Una de ellas es la indisciplina de la mayor parte de quienes en nuestro país manejan toda clase de vehículos. Esa desaprensiva y deliberada ignorancia de la normativa elaborada y dictada con el sano propósito de ordenar el tránsito, nos ha deparado el tristísimo privilegio de encabezar las estadísticas mundiales de accidentes viales y su lamentable traducción en muertos, heridos, discapacidades físicas permanentes o temporarias, y pérdidas materiales y de horas de trabajo, al margen de que los afectados son, muchísimas veces, terceros inocentes: sin ir más lejos, tal cosa ocurrió con los pasajeros de los dos colectivos que chocaron de frente el lunes último, en Lomas del Mirador.

De una vez por todas, alguien tenía que plantarse con firmeza y sin dar lugar a equívocos ante ese desquicio que tiene décadas de antigüedad y ha crecido en forma proporcional al incremento del parque automotor. Junto con el descuento de puntos, denominado scoring , nuestra ciudad implantó los controles de al-coholemia, que ya eran puestos en práctica en ciertas jurisdicciones bonaerenses y de otras provincias. La medida prosperó y ya tiene más adhesiones. Además, caso infrecuente, por cierto, pocas voces se alzaron contra esa justificada restricción y, en todo caso, sólo para objetar el considerable monto de las multas.

Al contrario, enfrentados con el rigor del nuevo régimen -va desde la incautación del vehículo y el pago de una suma considerable por el acarreo hasta sanciones pecuniarias y el retiro de la licencia de conducir-, los automovilistas se han adaptado a un rápido cambio de costumbres: compulsas en comercios dedicados a la gastronomía han demostrado que los conductores están aprendiendo a limitarse y paulatinamente va disminuyendo la cantidad de infractores descubiertos merced a ese sistema de fiscalización.

El endurecimiento de las sanciones planteado en el seno del Consejo Federal de Seguridad Vial, iniciativa que hasta incluye la posibilidad del arresto de los conductores, es positivo. Quien conduce bajo los efectos del alcohol es un inconsciente que a sabiendas pone en peligro su propia vida, las de sus acompañantes y las de muchos inocentes. No se merece, pues, ninguna consideración, excepto las atinentes a la imparcialidad y honestidad de los controles, y la seguridad de que sean respetados sus derechos fundamentales. Está de más decir que esa severidad debe ser absoluta y sin exclusiones ni privilegios de ninguna clase.

Por ahora, es de sospechar que los conductores acatan esta normativa por temor a la rigurosidad de las sanciones. Pero cabe coincidir con el criterio de los expertos cuando infieren que, de a poco y si esta campaña no es efímera, sino una auténtica política de Estado vigente en todo el país, los resultados harán que los conductores tomen conciencia de los efectos positivos de las buenas conductas viales y las acaten por el sencillo hecho de su razonabilidad. Es menester hacer votos para que así ocurra. Tal vez, por ese camino, los argentinos lleguemos a admitir que, en este tema en particular o en cualquier otro de parecida naturaleza, la anomia pertinaz que nos aqueja es perjudicial para toda la sociedad y un veneno letal para el sano ejercicio de la convivencia en paz y en libertad.

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