miércoles, 18 de marzo de 2009

- ANTIPRENSA -




El Gobierno y la prensa


La hostilidad del kirchnerismo hacia el periodismo muestra que sigue sin entender el papel de la libertad de información



Noticias de Opinión
Editorial
La Nación


La crítica situación de buena parte del periodismo argentino bajo el gobierno kirchnerista quedó plasmada anteayer en un reclamo formulado por la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) en Asunción, que instó al Gobierno a "cesar en esta escalada de hostigamiento a la prensa y ratificar su compromiso con la plena vigencia de la libertad de expresión".

Nadie cambia de la noche a la mañana ni, después de haber comparado a la prensa con una suerte de organización delictiva, puede mejorar su imagen frente a ella en un santiamén. En eso están empeñados ahora los asesores de comunicación de Cristina Kirchner. Se trata de una legión de burócratas cuyas únicas funciones desde el comienzo del gobierno de Néstor Kirchner han sido distribuir la publicidad oficial sin respetar pautas de equidad, y espantar a los periodistas ante la mera posibilidad de que, como ocurre en otros países, pudieran formularle preguntas con total libertad a la Presidenta o a su marido cuando aún estaba, por lo menos oficialmente, en funciones.

Esa presunta intención de mostrar más glamorosa a la Presidenta chocó con el maltrato a la prensa en el reciente Agasajo de la Vendimia, realizado en una bodega de Mendoza. Los periodistas acreditados tuvieron el acceso vedado al tradicional almuerzo, algo que no había sucedido en ocasiones anteriores. Cronistas, fotógrafos y camarógrafos se vieron obligados a compartir un deplorable "corralito" desde el cual no tuvieron más alternativa que seguir los discursos por medio de una pantalla gigante con innumerables problemas de audio. Esa limitación impidió que las coberturas tuvieran la calidad deseada.

Aquella intención también sucumbió ante la ira del ex presidente Kirchner, quien cuestionó a diferentes medios de prensa por el tratamiento informativo de un hecho irrefutable: la reciente derrota electoral del Frente para la Victoria en Catamarca.

En su primer año de gestión, Cristina Kirchner no logró una buena relación con la prensa. Durante el conflicto con el campo, según consigna el informe anual del Comité de Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés), "la administración Kirchner afirmó que la prensa distorsionó la realidad y acusó a los medios de trabajar en conjunto para apoyar la huelga". Nada más alejado de la realidad, así como la atribución de un "mensaje cuasi mafioso" a una caricatura de Hermenegildo Sábat.

En agosto de 2008, la Presidenta convocó a una conferencia de prensa en la residencia de Olivos que prometía ser la primera de una nueva era en la relación con el periodismo. Nada de eso ocurrió. Siguió usando el atril, como antes su marido, mientras el gasto en publicidad oficial asignada con absoluta discrecionalidad seguía creciendo.

Es auspicioso, en medio de un panorama tan poco grato, que la Sala IV de la Cámara en lo Contencioso Administrativo Federal haya resuelto que no otorgar publicidad oficial a varias publicaciones de la Editorial Perfil por ser críticas del Gobierno constituye una violación de la libertad de prensa.

En un año electoral como el actual, la idea de quienes trabajan en el área de comunicación de la Casa Rosada parece ser modificar la percepción generalizada sobre el encono de la Presidenta con la prensa. En el recuento del año pasado, sin embargo, el saldo ha sido negativo para alguien que, como sucedió con la maleta repleta de dinero que arribó de la mano de Guido Antonini Wilson desde Caracas, se enoja con mucha facilidad con la prensa crítica, pero no permite preguntas de periodistas no identificados con la línea oficial ni acepta entrevistas con medios que no sean afines.

El periodismo, reducido casi a un oficio marginal por el matrimonio presidencial, es un pilar de la democracia. Sólo en 2008, según las estadísticas del director de Libertad de Prensa de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), Ricardo Trotti, han sido asesinados 13 periodistas en la región. Tanto los crímenes como la impunidad de los agresores coartan severamente la libertad de expresión y el derecho del público a ser informado.

No es necesario que se llegue a ese doloroso extremo para destacar la importancia del respeto y el decoro hacia quienes ejercen el oficio cuando la más alta autoridad de la república se refiere a ellos. En el periodismo, como en cualquier otro quehacer, hay buenos y malos profesionales. A nadie se le ocurriría decir que todos son iguales, sobre todo si rige el principio democrático de aceptación de la observación y la opinión ajenas como el resultado del ejercicio de la libertad.

Antes de admirar a Barack Obama y de hacer comparaciones frívolas, bueno sería que el gobierno argentino apreciara cómo se facilita el acceso a la información y, por cierto, cómo funcionan las instituciones en su país. Los buenos modales, por empezar, no son un invento norteamericano ni figuran entre sus presuntas armas de penetración cultural.

No hay comentarios: