domingo, 16 de diciembre de 2007

- DESAFIOS -





Los desafíos de Cristina:


claves políticas de 2008


Desaceleración económica con inflación sostenida y una mayor presión sindical: al filo del año, estas son algunas de las variables que se proyectan sobre los primeros meses del nuevo gobierno

Por Laura Di Marco
Enfoques – La Nación




¿Qué nos depara el destino político en 2008, con Cristina en el poder? ¿Una continuidad con cambios regulados, un escenario económico optimista en la línea del que venimos teniendo, el mismo atril con nuevo vestuario (mocasines por polleras), digamos, o, por el contrario, una decepción a la chilena, el progresivo desencanto de la clase media, más escándalos valijeros, crisis energética perceptible, una inflación que se desmadra y un Moyano que se va transformando lentamente en la reencarnación política de Barrionuevo?

Con los riesgos que entraña cualquier proyección política en la Argentina, donde todo puede cambiar de repente -como vimos la última semana, con el giro inesperado que dio el caso del valijero caribeño y su posible conexión con la financiación ilegal de la campaña oficialista-, cinco académicos de primer nivel, parados en distintos puntos de observación, trazaron un posible panorama para el año próximo: aunque con muchos matices, los sociólogos Marcelo Leiras y Eduardo Fidanza, y los politicólogos Ana María Mustapic, Sergio Berensztein y Alejandro Catterberg coincidieron en que el escenario más probable para 2008 es el de una "continuidad con posibles turbulencias", dependiendo la estabilidad del modelo K, precisamente, de la magnitud que asuman esas turbulencias o, dicho de otro modo, de la capacidad de daño que puedan tener sobre la gobernabilidad. Veremos más adelante cómo se podrían combinar esas variables que, mezcladas, abrirían luego a distintos escenarios para Cristina.

Si hay una clave política para 2008, es que la coyuntura económica internacional, fundamental para el modelo produtivista K, nos seguirá ayudando con su benéfico viento de cola. Un dato duro: según un informe reciente de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la Argentina dejará de crecer al 8,6%, como sucedió este año, y registrará en cambio un incremento del PBI del 6,5%, lo que representa un buen nivel pero marca una desaceleración respecto de los últimos cinco años. ¿Las causas? Un recorte del gasto público y un aumento en las tarifas de los servicios públicos.

En una palabra, el crecimiento político seguirá atado al crecimiento económico, y el crecimiento económico seguirá atado al mundo. Claro que, así como la fortaleza del gobierno de Cristina dependerá en buena medida de su capacidad para mantener la estabilidad y el crecimiento en la economía, también allí residirá su vulnernabilidad; la piedra en el zapato.

Ocurre que la inflación es vista por los analistas como el principal riesgo político de la nueva presidenta. Hay varias razones para que ocupe ese lugar, pero quizá la principal es que un aumento de precios limaría el salario de los trabajadores y, en última última instancia, sería contradictorio con el modelo de acumulación con inclusión social propuesto por la jefa del Estado. También erosionaría la imagen de Cristina, que ya de por sí es menor que la de Néstor, inaugurando una tradición rarísima en la Argentina, donde usualmente el presidente que entra pisa más fuerte que el que se va y su imagen es más alta. Con Cristina y Néstor ocurrió exactamente lo contrario.

Catterberg, de la consultora Poliarquía, resume esta ecuación: "Cristina podría mantener la gobernabilidad con altos niveles de inseguridad, pero no con altos niveles de inflación". Precisamente, la inseguridad, la corrupción -que hasta ahora es percibida por la sociedad como acotada a ciertos espacios y no como un fenómeno masivo-, el agravamiento de la crisis energética, la integración social -lograr que los distintos sectores fragmentados de la Argentina rica y pobre vuelvan a conectarse entre sí-, el desencanto de la clase media, el avance de un estatismo sin Estado, propio del modelo K -que se refleja en la precariedad de la gestión- y los efectos no deseados de conflictos que tampoco fueron prevenidos, como la relación con Uruguay, forman parte del paquete de los posibles retos que se perfilan en el horizonte de 2008.

Quizá el que engloba a todos ellos es la dificultad, que abarca tanto al oficialismo como a la oposición, para imaginar y proponer una idea de país en el largo plazo. Proyectando variables hacia adelante, a modo de telescopio político, los analistas observan, en el horizonte de un año nuevo que ya despunta, un aumento, aunque no inmanejable, de la puja distributiva y la conflictividad sociolaboral (se cree que, naturalmente, las demandas tienden a sofisticarse una vez satisfechas las necesidades básicas, como sucede hoy), y también observan que la percepción social de la corrupción no llegará a afectar la imagen presidencial.

La oposición, por el contrario, no se recuperará significativamente, la solidez fiscal tenderá a continuar y la obra pública, a disminuir. "Pero, cuidado, que todo es relativo en la Argentina -alerta Fidanza a LA NACION-: yo no creo en el desarrollo de las variables sino en la combinación entre ellas y, si de pronto las cosas se combinan mal y, llegado el caso, se descontrolan los precios, se trastoca la coyuntura internacional favorable, aumenta la conflictividad social y la inseguridad, la oposición milagrosamente se hace fuerte y, como consecuencia, la popularidad de la Presidenta cae por debajo del 30 por ciento... Bueno, este escenario optimista que estamos vislumbrando puede ser reemplazado por el de una decepción a la chilena, como ocurre con Bachelet".

En un desayuno organizado esta semana por la consultora Poliarquía, sus directores dibujaron tres escenarios posibles para Cristina: el cambio en continuidad -con la mayor dosis posible de continuidad combinada con cambios regulados-; la decepción a la chilena, con la disolución del liderazgo presidencial, y el quiebre del modelo, con guerra de Roses incluida en el interior del matrimonio K. En el plano de las especulaciones, el primer escenario es considerado el más probable, y el último, el más improbable.

La oposición, sin duda, pasa por su peor momento, y esta variable es, quizá, la que más influye en el hecho de que el primer escenario sea el más probable para Cristina. "Usando una metáfora lacaniana, si el poder organiza al peronismo, digamos que es su falo -observó Fidanza-, del mismo modo y con la misma intensidad desorganiza a la oposición". Sobre este punto, el director de las carreras de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de San Andrés usa una frase que excede el diván y va directo al corazón de la política.

Para Leiras, la decadencia electoral y política del radicalismo es, ni más ni menos, una desgracia para la democracia argentina. "Recuperarse de ella, a través del radicalismo o de otro partido, tomará muchos años, mucha paciencia y mucha constancia". Pero para la recuperación de los partidos de oposición, que atraen mayoritariamente a los sectores medios del electorado, estima Leiras, no parece haber atajos en 2008.

"Los sectores medios suelen valorar la consistencia programática. Por estos motivos considero conveniente que los partidos de oposición cultiven esta consistencia, cuiden sus organizaciones y a sus dirigentes, eviten los éxodos y resistan la tentación de armar frentes que pueden ser exitosos en las urnas pero han revelado ser pobres como herramientas de gobierno", apunta este doctor en Ciencia Política de la Universidad de Notre Dame.

Un dirigente medianamente conocido de la oposición, invitado a este encuentro en el que había radicales, macristas e integrantes de la Coalición Cívica, aportó una línea en relación a cómo podría impactar la variable de la "interna matrimonial": "Muchos dicen que el poder une, pero también puede desunir, ¿qué pasaría entonces?", preguntó. Ana María Mustapic, politicóloga de la Universidad Di Tella, no descarta que puedan existir desavenencias en el mediano plazo en cuanto al manejo del poder, pero no cree que se pueda llegar a un punto de no retorno como el que entrañaría que el marido desafíara públicamente la autoridad política de la Presidenta.

Mientras Kirchner ocupó la presidencia, señala Mustapic, la división del trabajo en el interior del matrimonio político, entre él y su esposa, se mantuvo clara y disciplinadamente. "Este esquema sólo se modificaría si surgieran profundas diferencias respecto del rumbo a seguir. Mientras esto no suceda, no habrá confrontaciones mayores. Sobre todo porque el ex presidente Kirchner mostró ser sumamente sensible al tema de la autoridad presidencial y a la importancia de conservarla".

Hay un interesante contrapunto entre la politicóloga de la Di Tella y los consultores de Poliarquía. Mientras que para Berensztein y Fidanza entraña una desventaja política para Cristina el hecho de que su imagen, como presidenta flamante, "mida" menos que la del presidente que se fue, para Mustapic el dato no influirá en el escenario futuro. "La imagen de un mandatario depende del modo en que los ciudadanos perciben su desempeño en el gobierno -dice-. Y como este gobierno recién se inicia, resulta razonable que la imagen de la Presidenta sea más baja que la del presidente saliente. Aun así, la imagen de Cristina es más alta que la del ex presidente Kirchner cuando inició su mandato".

En síntesis, Mustapic cree que, si la economía sigue creciendo y hay destreza para hacer frente a los conflictos sociales o los escándalos de corrupción, las perspectivas son naturalmente positivas.

Claro que en la Argentina no hay verdades eternas. Precisamente, como la corrupción no influye en la imagen de los gobiernos si no sale a la luz -esto es: si el periodismo no destapara los casos, los gobiernos no se verían afectados políticamente por ellos-, la variable que debe observarse es la "percepción social" de la corrupción, y no la corrupción en sí misma, que puede ser incluso mucho mayor que la percibida. Existe consenso entre los analistas en que, mientras la economía funcione razonablemente bien, el aumento en la percepción de la corrupción no necesariamente implicará un daño para la gobernabilidad. Tampoco lo será una baja en la imagen de la Presidenta en los sondeos de opinión. Basta mirar la historia reciente: Carlos Menem gobernó con una imagen negativa muy alta, pero esa caída no dañó la gobernabilidad.

Nubarrones políticos

Un fantasma recorre el universo de Cristina K: la clase media, el sector más crítico con el kirchnerismo, que ya protestó, silenciosamente, en las urnas de octubre. O, para ser justos, se trata de un sector importante de la clase media, la masa crítica de las grandes ciudades, que en general se siente afectada por la inseguridad y la inflación. Es el descontento de ese sector de clase media -hay otros segmentos de clase media que apoyaron a Cristina, en plena fiebre de consumo- el que puede empujar hacia el segundo escenario: una decepción a la chilena.

Una encuesta de lanacion.com de la última semana parece apuntar en este sentido. El sondeo preguntó a sus lectores cómo afectará al Gobierno el escándalo de la valija: más del 50 por ciento respondió que lo afectará "mucho". Es que el peso relativo de los escándalos de corrupción es mayor, coinciden los analistas, cuando la economía no crece. "En ese sentido debe comprenderse la frase de Cristina cuando sostiene que no dejará enfriar, por nada, a la economía", señala Beresztein.

Para Leiras, el nubarrón político más grave, en una mirada de la Argentina en el largo plazo, sigue siendo la integración social, que se manifiesta también como desintegración geográfica. Esto significa garantizar, de manera homogénea, que las oportunidades vitales de los argentinos no dependan del hogar de origen, ni del lugar de residencia, un problema que sigue lejos de la agenda política, tanto de la oposición como del oficialismo, según resalta el sociólogo de la Universidad de San Andrés.

Mientras el cielo amagaba con la dulce amenaza de una lluvia de estrellas, Moyano amenazaba con una marea de camiones en la Plaza de Mayo. Berensztein alerta sobre la posible transformación de Moyano en Barrionuevo y de Kirchner, que empezó queriendo ser Chacho Alvarez, en un representante remixado del conurbano. A esa conclusión llegó comparando el gabinete de Néstor y el de Cristina, donde observa una cantidad mucho mayor de representantes del conurbano bonaerense. A eso lo llama la "involución precafierista" de la política K.

Pero, más allá de la futurología política, lo único tangible es que la nueva estapa kirchnerista ya empezó. Y aunque muchos intuyen cómo puede seguir esta película, nadie sabe a ciencia cierta cómo será y cómo terminará. Sólo la realidad develará la incógnita.

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