sábado, 22 de diciembre de 2007

- LOS DE SIEMPRE -



Los violentos




Aunque siempre sea indeseable, no todas las veces el uso de la fuerza física resulta ilegítimo. El uso de la fuerza física puede tener costos inferiores al de inhibir completamente su empleo si se agotaron todas las otras alternativas, el bien perseguido es superior a los riesgos y la acción está dentro del marco del derecho, ya sea nacional, internacional o del derecho positivo

Por Jorge Fontevecchia


Aunque siempre sea indeseable, no todas las veces el uso de la fuerza física resulta ilegítimo. El uso de la fuerza física puede tener costos inferiores al de inhibir completamente su empleo si se agotaron todas las otras alternativas, el bien perseguido es superior a los riesgos y la acción está dentro del marco del derecho, ya sea nacional, internacional o del derecho positivo. Pero en la vida cotidiana debería ser una herramienta extrema y de utilización extraordinaria, excepto para los que están fuera de la ley o para el Estado en su lucha contra el delito. Cuando la fuerza física se aplica dentro del marco de la ley, no debería ser considerada violenta, pues no viola. A la inversa, la violencia no aparece sólo como resultado del uso de la fuerza física; hay violencia –y obviamente fuerza– económica, psicológica y política que puede violar tanto o más que la física.

Con este último argumento se justifica la lucha de clases: las excesivas diferencias en la distribución de la renta son –además de una forma de violencia– el resultado de una asimetría entre el poder (la fuerza) de los que más y los que menos tienen. Quienes así entienden la realidad, para equilibrar la carencia de fuerza económica, psicológica o política emplean la fuerza física. Cuando la fuerza física es la única alternativa social, falló la democracia, colapsó el Estado e inevitablemente se desemboca en una dictadura, ya sea revolucionaria o conservadora.

Sobre el fracasado uso de la fuerza física como herramienta de transformación social, la Argentina puede dar triste cátedra. Nuestras experiencias acumuladas en gran parte del último siglo demuestran que nunca es poca la violencia porque una vez desatada, como las adicciones, se espiraliza ascendentemente y cada vez hace falta más para lograr el mismo efecto, hasta un día dejar de producir efecto alguno.

La sociedad en su conjunto aprendió que la violencia engendra violencia y no es el camino, pero la crisis de 2002 permitió una tolerancia hacia la violencia de los que no tenían trabajo, los piqueteros. Sus carencias eran de tal magnitud y sus reclamos tan impostergables que hasta podría considerarse que esa violencia estaba, por su propia excepcionalidad, dentro del marco de lo legítimo.

La tolerancia a esa forma de violencia tentó a los sindicalistas: ¿dónde estaba la frontera entre demandas impostergables y deseables? La frontera no era tan difusa, y surge de su propia singularidad: lo excepcional no puede ser lo normal, pero el Sindicato de Camioneros, con los mismos palos y gomas quemadas que usaban los piqueteros, catapultó a Hugo Moyano a la cabeza de la CGT.

Como cualquier “ventaja competitiva”, el método fue imitado por sus competidores: donde hay grandes recompensas, hay hombres valientes. Y como todo fuego que si no se apaga se consume a sí mismo, la escalada hizo uno de sus picos el 17 de octubre del año pasado, durante el homenaje por el traslado de los restos de Perón al mausoleo construido en su quinta de San Vicente.

Como un anticipo de lo que luego sería otra forma de lucha por espacios de protagonismo, allí se enfrentaron a los tiros grupos pertenecientes a la Unión Obrera de la Construcción (UOCRA) con los del Sindicato de Camioneros. De hecho, entre quienes se animaron a pasar de los palos al uso de armas de fuego, fue fotografiado e identificado el chofer del secretario general de Camioneros, Pablo Moyano, el hijo de Hugo.

La interna no se detuvo allí; desde entonces, fue asesinado el tesorero de Hugo Moyano, murieron otros dos sindicalistas más, balearon el auto de otro en Rosario y la casa de otro más en la Capital, y esta semana el abogado de la Federación Nacional de Camioneros, querellante junto a la familia de la víctima en la causa que investiga el asesinato del tesorero de Moyano, presentó ante el juez interviniente, Osvaldo Barbero, un escrito denunciando que la muerte del sindicalista está vinculada con las amenazas de muerte que el 14 de agosto pasado recibió Pablo Moyano. En el escrito de Llermanos se informa que las amenazas de muerte incluían, además de al hijo de Hugo Moyano, a varios de sus colaboradores.

También Llermanos explicó que antes de los hechos del 17 de octubre de 2006, Camioneros recibió una llamada anónima advirtiendo del “atentado que se produciría” ese día en la quinta de Perón; Llermanos también es el defensor de Emilio Quiroz, el que disparó el 17 de octubre contra los de la UOCRA.

La UOCRA, para mostrar su poderío, además de reinaugurar el lunes pasado el Gran Hotel Dorá de Mar del Plata –ahora como hotel sindical–, contando con la presencia de Cristina y Néstor Kirchner, dos días después cortó simultáneamente diez avenidas de la Capital y paró el tránsito de gran parte de Ciudad durante toda la mañana.

Quizá Gerardo Martínez, el líder de la UOCRA y acérrimo enemigo de Moyano, se haya preguntado: “Si los piqueteros pueden cortar las avenidas, ¿por que no la UOCRA? Si se pueden cortar dos avenidas, ¿por qué no se pueden cortar diez?”.

No hay comentarios: