jueves, 11 de septiembre de 2008

- POBRE PAIS -




En tierra de nadie


Por Abel Posse
Para LA NACION
Ilustración: Alfredo Sabat




El gobierno de Kirchner feneció. El de Cristina Fernández no se decide a nacer. Son cosas que pasan en la Argentina, país donde parece que el absurdo no molesta tanto, o que hasta puede fundar una nueva lógica. Es probable que la Presidenta crea verdaderamente que heredó el mejor gobierno en 200 años. Pero la presidencia no es un bien de familia que se pasa incluso con el personal en servicio. A tranquera cerrada. Extraño que una persona inteligente acepte el mero continuismo de un desastre institucional que se puso en evidencia a partir del conflicto campo-Gobierno. Y, sobre todo, aceptar la continuación del mal talante. Es difícil imaginar los años largos que tiene por delante la Presidenta, que ante la expresión popular y nacional surgida desde el campo y extendido al mismo peronismo, sigue adherida a la política de resentimiento que arruina la posibilidad de recuperación económica y de reconstrucción republicana. Con un rencor de trifulca de patio se están "cargando" la gran oportunidad de la Argentina.

La Presidenta elogió el zoológico heredado y acepta las chicanas que siguen frenando la ganancia de la Nación (trigo, lácteos, carnes, el yuyo, etc.). La Presidenta debe comprender la importancia histórica de asumir su cargo para afrontar una crisis que exige apertura, diálogo "con todos los argentinos" e imaginación para convocar todas las fuerzas positivas. Se dice peronista, pero no aprendió nada del Perón de 1955, que con los cadáveres aún tibios del bombardeo convocó a Frondizi, a Solano Lima, a Dickmann

Entre marzo y julio, la Argentina cambió y el Gobierno siguió en su búnker de resentimiento pensando en vengarse del agro como si fuera de otra nación.

Hay un espíritu nacional que se levantó desde el interior con un republicanismo federal que busca zafar del centralismo de las exacciones y de la corrupción política. Los desanimados, los argentinos de buena voluntad que ya no podían creer que en nombre de la democracia se imponga la patanería y el malevaje "agustiniano", (oximoron sólo posible en la Argentina), tuvieron una esperanza de viraje, de poder entregar a la Nación lo mejor de todos. Fue aire fresco en la tarde bochornosa. Fue espíritu argentino: voluntad y vergüenza de no seguir cayendo hacia la cola de las estadísticas del mundo. Orgullo de Nación agobiada por el autocratísmo-para-la-nada. Asomo de la gran unidad -patriótica, más que política- que necesitamos.

Pero la Presidenta no lo ve. Cree que el peronismo sigue siendo el de los ubicados en el poder. Se niega a investirse con el honor de su cargo. Se prefiere instrumental. (Esto en el país de Manuela Pedraza, de Juana Azurduy, de Eva Perón, de Agueda Tejerina, de Alicia Moreau ).

La Argentina necesita el cambio espiritual de la Nación. Exige que la Presidenta -de toda la Nación- dialogue y cambie para un arranque hacia la voluntad de grandeza de este país, que nunca se imaginó para un destino mediocre. Hoy no se nombra a la Argentina. El camino de Brasil es de gran potencia; el de Uruguay, Chile, Perú. Colombia, el de claros países emergentes. No se incluye a la Argentina. Estamos en una especie de lazareto de país excéntrico.

Necesitamos que la Presidenta se avergüence con nosotros, los que sentimos que somos la generación que no sabe aprovechar las posibilidades de la bendita máquina de vivir que es la Argentina. No supimos reemerger. Un oscuro demonio de resentimiento disfrazado de ideología nos enfrenta con el mundo y su realidad. Nos quedamos al margen y diplomáticamente carecemos de todo prestigio ante los países hermanos, Uruguay, Chile, Perú, Colombia, México y ese Brasil ya cansado de nuestra incapacidad para enfrentar juntos el increíble mercado de China, India, Rusia, el Sudeste Asiático. Lula lo expresó en su reciente visita.

Llevando a Uruguay a la Corte de La Haya hundimos ese Mercosur que fue la mayor posibilidad de poder diplomático a escala mundial. Y a meses del funcionamiento de Botnia no tenemos el coraje de reconstruir el diálogo y levantar el ominoso corte de rutas y puentes. Carecemos de hidalguía.

El ex presidente se intoxicó con la visión del mundo que feneció en 1989: son los países que crean riqueza los que generan el mejor modelo de justicia social posible, como los escandinavos y Europa. Extraño tener que anotar esto para un gobierno de burgueses enriquecidos por su trabajo y en la tarea de largo gobernador peronista durante el decenio de Menem. No obstante, no dudarán en frenar las legítimas ganancias de la Nación en pos de una venganza ante el triunfo popular y legislativo.

Pero el tema no se agota en el kirchnerismo.

La enfermedad política también se nota en el autismo de los dirigentes de la llamada oposición y del peronismo extragubernamental. Se eluden como cisnes en un lago. No dialogan, no comprenden que sus matices ideológicos son absolutamente irrelevantes ante el drama de la caída argentina.

En esto los políticos empatan el autismo K. No dialogan. No toman café. Ni M ve a C, ni C tolera a D o a R. Se deslizan en sus lagos, como si fuesen de raza diferente, o como si el lago no se llamase Argentina. Profundamente equivocados (desde antes de la elección de octubre 07) parecen creer que una crisis subcultural e institucional puede dar lugar a diferencias "ideológicas" de estilo o de supuesta "tradición democrática".

Gombrovicz, que vivió tanto entre nosotros, afirmó que los argentinos carecemos de "sentimiento trágico". Somos superficiales recubiertos de solemnidad. Por eso confundimos lo sectorial con la Patria. El sentimiento de patria como voluntad y destino es ajeno a la mediocridad política actual, salvo en loables y escasísimas personalidades. Lo cierto es que los políticos de la vereda de enfrente no se indignaron ni jugaron con coraje la actual tragedia del desarme argentino y la continuada humillación de las FF.AA., ni esclarecieron la interpretación errada y parcial de las culpas históricas, ni supieron decir que desde Perón, en 1973, y con el apoyo de los sectores políticos y sindicales absolutamente mayoritarios, entendió la destrucción del terrorismo trotzguevarista como defensa indispensable del Estado.

Es imprescindible convocarse y convocar a la Nación a una movilización política y espiritual; porque la enfermedad moral y social prevalece: caída educativa, indisciplina escolar y laboral, crisis de autoridad y de respeto de valores, tradiciones y jerarquías.

Somos un país reblandecido, sin orgullo, triste, crispado, agresivo, sin libreto de grandeza, con un millón y medio de jóvenes a la deriva, ante la imbecilidad de la bailanta, la tentación del delito o el suicidio del paco.

Un país sin Estado y sin dirección de éxito no es un país transgresor, sino estúpido. El Estado es la casa de todos, de todo el pueblo. Es el instrumento de nuestra presencia y negociación mundial. Es probable que en el sueño adolescente de muchos allegados al Gobierno piensen que, destrozando la casa, podrán construir el palacio de una fundación revolucionaria-social que nadie aprueba ni quiere (basta ver los resultados de la "izquierda revolucionaria" en las elecciones, la eterna izquierda sin pueblo). La voluntad del pueblo, en su mayoría, está por el bienestar, la familia, la educación de sus hijos, la seguridad. Sólo el proyecto y la movilización con dramática participación del Gobierno y de todos los sectores activos, nos pueden preparar para el gran viraje, hacia esa salud de país positivo, claro, feliz en el que hemos crecido. La deseducación antipatriótica y antinacional alcanzó su cometido anarquizante en estos años.

Estamos en una tierra de nadie peligrosa. Ese espacio infértil, de desconfianza y desunión nacional, no podrá durar tres años de sabotaje antipopular. De creer que los productores agrarios, la Iglesia, el Ejercito; los políticos, son enemigos. Las tormentas que nos amenazan en el campo financiero internacional se unen a este remedo de lucha de clases que K lanzó como un veneno. K estableció el síndrome (falso) de país revolucionario, siendo en realidad un país burgués, cuyo gobierno arrojó al río la llave de su fabulosa despensa en el mejor momento internacional para su producción.

O la Presidenta lo comprende, o debe saber que se acerca a la catarata creyendo que puede seguir haciendo la plancha. Lealmente, y naciendo con decisión a la alegría del talante noble y positivo, tiene tiempo de desprenderse del búnker, de fijar grandes objetivos con el diálogo y la relación indispensable con las provincias, sectores sociales, sindicales y políticos de todo orden, en una verdadera convergencia republicana. Crear un gobierno nacional.

Sin embargo sigue acercándose al punto de no retorno. Hay mucha violencia en los corazones y en las calles. Nadie puede controlar el azar de la violencia cuando estalla.

No se puede irritar indefinidamente a un pueblo que ya muestra inequívocamente que quiere ubicarse en el mundo con el objetivo de bienestar, que siempre fue el móvil básico, desde la organización nacional y el sueño de los patricios e inmigrantes fundadores de lo que fue el país más culturizado y económicamente más fuerte de Iberoamérica. Estamos tan venidos a menos, que nuestro pasado nos parece casi un futuro utópico.

La Presidenta debe saber que el tiempo histórico es perversamente juguetón: estamos tan cerca de 2001 como de 2009. En tierra de nadie.

El autor es diplomático y escritor.

No hay comentarios: