viernes, 11 de septiembre de 2009

- LA FRANCE -






Daniel Cohn-Benedit reaparece en escena



El frente amplio francés




Alicia Dujovne Ortíz
Para LA NACION
Noticias de Opinión



El duende pelirrojo que se reía en las barbas de la policía (barbas parapetadas detrás de escudos que no lo amedrentaban en lo más mínimo, a juzgar por la carita risueña inmortalizada en la fotografía que dio la vuelta al mundo); aquel mismo geniecillo chispeante que, al ser expulsado de Francia debido a su nacionalidad alemana unida a su condición judía, generó la famosa respuesta del estudiantado, que la coreó por las calles, "todos somos judíos alemanes"; en una palabra, Daniel Cohn-Bendit, encarnación viviente del espíritu rebelde, jocoso e imaginativo de mayo del 68, se está convirtiendo en el elemento catalizador de la renovación de una izquierda francesa que parecía desmayarse como la flor en el vaso de la princesa triste.

En realidad, el que desfallecía era el Partido Socialista (PS). Desde la renuncia de Lionel Jospin, cuando Jean-Marie Le Pen estuvo a un tris de ganar las elecciones, motivo por el cual todo el mundo se vio obligado a votar a Chirac para impedir el bochorno, ese viejo partido envejecía. Sus feroces internas, que se reflejaron en la designación, como candidata socialista frente a Sarkozy, de Ségolène Royal , muy resistida por los "elefantes" del partido, los socialistas no paran de pelearse entre sí. Lo que es peor, no paran de carecer de ideas.

El agotamiento es tal, o lo ha sido hasta hace más o menos 10 minutos, que el propio Partido Comunista se ha condolido: ¿en qué irá a convertirse el juego político de este país, si el más importante de los partidos de izquierda se desinfla? Una pregunta no sin gollete, puesto que el PC, otrora todopoderoso, sabe lo que es pincharse por haberse convertido en una pequeña agrupación de canosos nostálgicos. Cuando durante este vivificante verano europeo, un joven dirigente socialista propuso cambiarle el nombre al Partido Socialista, muchos otros nostálgicos suspiraron recordando a Jean Jaurès.

Entonces, como diciendo "aquí estoy, ¿me llamaban?", apareció el colorado Dany, un duende ecológico. En las últimas elecciones europeas, Cohn-Bendit, representante de los Verdes y flanqueado por la corajuda jueza Eva Joly, especializada en revelar chanchullos de paraísos fiscales, obtuvo nada menos que un 16,3 por ciento de los votos, contra un melancólico 16, 4 por ciento del PS.

Increíble resultado para una formación hasta ahora casi marginal por un lado y, por otro, un partidazo tradicional. El ex pibe travieso sigue bien caracterizado en su papel de David frente a Goliat: más redondito que antes pero siempre muerto de risa, conserva su aspecto de personaje de fábula y, lo que es más importante, su frescura de ideas. Sí, ideas: justo lo que andaba faltando para oponerse al sarkozismo con algo más que broncas personales.

¿Cuál puede ser la salida frente a una atomización de fuerzas de izquierda y de centro que, sumadas, darían los mejores resultados? Esa salida sólo se puede hallar a partir de lo que llamaré la inteligencia inclusiva: el que excluye parte de una visión celosa, ambiciosa y apropiadora que, al limitar el pensamiento, se convierte en lo contrario exacto de la inteligencia. Acaso haya sido eso lo que querían decir los chicos y chicas de mayo del 68 con su "todos somos judíos alemanes": la doble o múltiple identidad, real o simbólica, ayuda a ampliar la cabeza y a no morir idiotas. Que el aún pelirrojo piense a lo ancho se advierte en el movimiento fluido e integrador que está engendrando: una alianza de los Verdes con los socialistas, los comunistas y ¡horror! el MoDem (Unión por la Democracia Francesa).

Este partido de centro tuvo la oportunidad de aliarse con Ségolène Royal durante las últimas elecciones presidenciales y? la perdió. La candidata socialista estaba de acuerdo, aunque, convencida de ganar por sus propios medios, coqueteara con cierta ambigüedad y se decidiera por el no. El que propició con mayor firmeza y claridad la unión del PS con el MoDem fue el dirigente socialista más lúcido de todos, Michel Rocard. Uno de mis grandes orgullos es que en esta misma página se publicara un artículo de Rocard apoyando esa unión y, humildemente y por debajo (tan grata fue la sorpresa que todavía lo recuerdo), una notita mía donde también decía que Ségolène haría bien en deponer su personalismo en aras del bien común.

La mención de Rocard, eterno postergado del PS (Mitterrand lo incineró a propósito al nombrarlo primer ministro), no sólo viene a cuento a causa del MoDem, al que Cohn-Bendit pugna por acercarse considerándolo una fuerza de progreso, sino también de la ecología: al dirigente Verde, la última propuesta de Rocard le ha parecido "revolucionaria" y, en efecto, lo es. Se trata nada menos que de un "impuesto carbono" que se le cobrará a todo hijo de vecino en función del gasto de energía que realice. ¿Cómo lograr que el ciudadano común consuma menos, si no se le hace sentir en su propio bolsillo lo que significa el recalentamiento global?

El proyecto, que está en estudio porque su aplicación no es sencilla, se completa con un cheque que cada familia recibirá a modo de premio por haber ahorrado el máximo de energía. Siempre en pos del estrellato, Ségolène ha resuelto salir al frente denostando el proyecto con argumentos sociales bastante demagógicos.

La fotografía de los políticos reunidos en el encuentro de Marsella en torno a Cohn-Bendit y del socialista Vincent Peillon, fundador del movimiento L´Espoir à gauche , parece un sueño. Allí están, codo a codo, socialistas, comunistas, ecologistas, centristas.

Para que nos entendamos, imaginemos a Elisa Carrió (efectivamente inspiradora del proyecto de asignación universal por hijo, tal como, con toda razón, me lo recordó un lector de mi nota anterior), junto a Solanas, las Madres, Binner, Filmus, Ibarra, Lozano y Monzón, todos ellos abrazados con el Premio Nobel alternativo y militante ecologista Raúl Montenegro, y al frente de una manifestación en contra del Ceamse y del efecto destructor del exceso en el cultivo de soja y de la minería a cielo abierto.

¿De ilusión también se vive? Como de lo contrario también se muere, los participantes de esa reunión han resuelto seguir en vida con propuestas creativas de naturaleza inclusiva, valga la rima. Y valga la perogullada, puesto que lo creativo y lo inclusivo, repitámoslo, obran como sinónimos.

El socialista Vincent Peillon ha hecho su mea culpa en relación con la escasa importancia atribuida por su propio partido, desde siempre, a la ecología. "Cuando los socialistas volvieron al poder en 1997 - declaró en una entrevista- su prioridad era la lucha contra la desocupación. Esto está ligado a la cultura productivista del socialismo francés, muy impregnada de marxismo". Y Cohn-Bendit: "La crisis ecológica nos obliga a repensar toda la política social tradicional, lo cual sitúa forzosamente al PS y a todos los partidos socialdemócratas frente a sus contradicciones".

El ejemplo que da es muy claro: un gobernador socialista declama sus convicciones ecologistas, pero cuando le proponen la construcción de un gran aeropuerto en su región, se deja tentar por el tristemente célebre argumento de que la riqueza genera riqueza. Un argumento que ha derivado, por ejemplo, en una tala de bosques generalizada en el mundo entero para edificar megaproyectos que generan riqueza para unos, pobreza para los más y empobrecimiento del suelo para todos. No por nada la senadora brasileña Marina Silva, emblemática luchadora en defensa del Amazonas, acaba de plantar a Lula y su partido, en el que militaba desde 1985, porque éste sacrifica el medio ambiente en nombre de grandes obras de infraestructura.

Como podía preverse, ya que la defensa del territorio está inscripta en los genes desde la Edad de Piedra, tanto en los humanos como en los animales, no todos los socialistas comulgan con la idea de incluir al MoDem en la preparación de su campaña para las regionales de 2010 y para la presidencial de 2012 (así como tampoco la extrema izquierda trotzkista, siempre purista, tiene la menor intención de sumarse al alegre montón).

Sin embargo, un día después de la reunión marsellesa, cien personalidades de primer orden, entre ellas Delanoë, alcalde de París, que cuenta con un 63 por ciento de opiniones favorables, y, por supuesto, Michel Rocard, todos ellos bajo la advocación de Terra Nova, un grupo próximo al PS, han presentado una petición, aceptada por la secretaria del PS, Martine Aubry, para que las elecciones a candidato de la izquierda sean no partidarias sino abiertas a todo ciudadano que participe de esa tendencia y quiera votar, incluyendo a los extranjeros, que en Francia no tienen derecho al voto. Esto significa que los votantes no serán los meros afiliados, siempre sospechosos de responder a este o a aquel puntero, sino millones de personas con ganas de gobernar en forma participativa y democrática.

En Estados Unidos se hace lo mismo, por eso ganó Obama, y en Italia también, con menos suerte. No es el remedio universal, pero al menos muestra la decisión de terminar con un pensamiento excluyente, vale decir, obtuso, ese que cabe en dos dedos de frente y que la ciudadanía en su conjunto termina por pagar.

¿Moraleja? Lo que en Francia se llama "el pueblo de izquierda" está vivito y coleando. Le faltaba pensar sin anteojeras mirando hacia los lados y hacia el centro. También le hacía falta una actualización ecologista, desgarradora para quienes todavía lloran por lo que también se llama "la izquierda de papá", pero absolutamente necesaria si no queremos terminar viviendo en un desierto marciano, rojizo y polvoriento, con la máscara puesta día y noche para no respirar el viento envenenado.

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