sábado, 10 de octubre de 2009

- LEY DE MEDIOS -




Salió la ley de medios recontra K



Por Pablo Sirvén
Especial para lanacion.com
Noticias de Política



Ya está. Allá vamos: la sovietización progresiva de los medios nos espera con los brazos abiertos y, ahora, con fuerza de ley.

Medios más chicos y opacos, más dependientes de la publicidad oficial, menos preocupados en ser atractivos, más corporativos y sectoriales (un 33% del nuevo espectro que representará a organizaciones no gubernamentales que, en no pocos casos, funcionarán en tándem con el otro 33%, representado por medios del Estado/Gobierno), y que todavía no se sabe cómo y por quién serán financiados y con qué tipos de capacidades profesionales afrontarán esa nueva tarea).

Como suele suceder, lo justo y lo lógico suele ubicarse en un lugar intermedio entre las desmesuras extremas: algunos holdings de comunicación no debieron crecer tanto como lo permitieron Menem (les autorizó a ampliarse sin límite y miraba para otro lado cuando arrasaban y/o absorbían a sus debilitados competidores), Duhalde (les concedió la ley de quiebras que los salvó de la hecatombe en 2002) y el mismísimo Kirchner (les regaló diez años más de licencias y les condonó deudas); ni tan chicos ni dependientes de los favores estatales, como pretende ahora Cristina Kirchner y su obediente brazo ejecutor legislativo.

Se molestan en el Gobierno que se denomine "ley de medios K" a la legislación que el Congreso acaba de sancionar. Pero, en verdad, el mote, a la luz de los resultados, ya le queda chico: debería ser llamada "ley de medios recontra K" porque no bastaron 19 horas de intensos debates para que el Senado pudiese ejercer, siquiera tocando una mínima coma, su papel de cámara revisora.

Ningún argumento (ni siquiera de la propia bancada oficialista, que aportó menos votos en algunas de las votaciones clave en particular) fue válido para corregir las más polémicas asperezas del texto (autoridad de aplicación, plazos de desinversión, restricciones varias y arbitrarias impuestas a los actuales operadores, el creciente papel intervencionista reservado al Estado, etcétera).

Se perdió una ocasión única: había consenso entre todos los sectores en cumplir, al fin, con una vergonzosa asignatura pendiente de la democracia, cual era la de elaborar una ley de radiodifusión moderna y pluralista acorde con el sistema en el que hemos elegido vivir para siempre desde 1983. Pero el kirchnerismo prefirió, en cambio, reducir la causa a bandera sectaria de su exclusiva propiedad para, de paso, asestarle el golpe de gracia a su virtual antiguo aliado, el Grupo Clarín, del que se distanció cuando estalló la crisis del campo el año pasado.

Durante 26 años la impericia de los políticos y el eficaz y persistente accionar de lobbies empresarios para trabar el alumbramiento de una nueva ley de radiodifusión desembocó en el continuo y cómodo emparchado a gusto de la ley 22.285, que permitió negocios inconcebibles y privilegios inauditos para pocos.

Lo peor tenía que suceder y sucedió: el nefasto péndulo argentino (que va de un extremo a otro, sin nunca detenerse en el medio): la "solución" vino impuesta por quienes, paradójicamente, se destacaron por asfixiar a la prensa no adicta en Santa Cruz y que ahora pretenden rearmar el sistema de medios, pero a nivel nacional, a su imagen y semejanza, con el insólito aval de ciertos anestesiados ámbitos académicos e intelectuales que los aplauden encandilados.

La lucha acaba de comenzar: será un arduo proceso de reconversión donde los más perjudicados judicializarán los pasos a seguir y hasta, si es necesario, apelarán a sociedades fantasma o testaferros para defender sus actuales posiciones. Inevitablemente la Corte tendrá que expedirse sobre algunas cuestiones.

Habrá que estar muy atentos para advertir y, en lo posible, neutralizar las consecuencias imprevisibles (inclusive para este Gobierno) que acarreará la bomba que acaba de ser activada para hacer saltar por los aires el actual y muy imperfecto sistema de medios audiovisuales. Se aproximan nuevas batallas.

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