viernes, 11 de abril de 2008

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Negativa imagen en el exterior


El conflicto con el campo contribuyó a empeorar la imagen de la Argentina que refleja la prensa extranjera. En general, los corresponsales acreditados en Buenos Aires, así como los analistas y los editorialistas, han juzgado en forma negativa el proceder del Gobierno. Esta sensación quizá guarde relación con los cambios escasos, si no nulos, que han advertido desde que asumió la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, como si su gestión fuera, en verdad, la prolongación de la iniciada por su marido. Lo es en los hechos, pero se esperaba sin dudas mucho más de una mandataria nueva, cuya campaña proselitista giró alrededor de la palabra "cambio" y que cosechó esperanzas de que se intentaría reinsertar al país en el mundo.

La Presidenta parece no haber necesitado el habitual período de gracia de 100 días para familiarizarse con el cargo. Sus constantes apelaciones contra la prensa nacional no han hecho más que irritar a la prensa internacional. En algunos casos, llegó a dar la impresión de que su gestión y la anterior no admitían más que elogios, lo cual, por lo general, suele provocar el efecto contrario.

El cortocircuito inicial con los Estados Unidos por el sospechoso maletín con dinero proveniente de Venezuela, la defensa a ultranza de la relación con Hugo Chávez y la controvertida visita de un dictador africano en un país que no se ha caracterizado en los últimos años por recibir a mandatarios extranjeros, entre otros sucesos de los primeros cuatro meses de gestión, demostraron que con el nuevo Gobierno poco y nada cambió.

Poco y nada cambió, por ejemplo, en el trato con los periodistas nacionales y extranjeros desde que Néstor Kirchner prescindió de ellos para dirigirse en forma directa al pueblo. La falta de ruedas de prensa y de entrevistas, salvo raras excepciones, ahondó aún más la distancia entre el Gobierno y los medios. A su vez, los frecuentes discursos referidos a la prensa, señalando a periodistas y medios como presuntos enemigos, sólo obtuvieron como respuesta la sensación de la incomodidad que siente el matrimonio presidencial con la prensa libre.

La mirada externa dista de ser elogiosa. En un artículo titulado "La popularidad de la presidenta argentina se hunde en tres meses", Jorge Marirrodriga, corresponsal del diario El País , de Madrid, resume: "Después de demostrar que controla la Plaza de Mayo -primero con los piqueteros violentos y luego con sus simpatizantes- el gobierno argentino busca controlar el quiosco con el relanzamiento de un Observatorio de Discriminación en los Medios".

No menos elocuente, su colega Carmen de Carlos, del ABC , también de Madrid, observa: "La crisis entre el campo y el Gobierno ha resucitado los peores fantasmas de la historia argentina. Democracia contra dictadura; ricos contra pobres; blancos frente a negros; cacerolas sí, piqueteros no. El ambiente actual evoca más a los años setenta que al siglo XXI".

A su vez, Pilar Rahola se concentra en su columna de La Vanguardia , de Barcelona, en la fugaz visita de la Presidenta a Francia: "Manifestarse en París a favor de Ingrid Betancourt, y previamente presentarse en Buenos Aires flanqueada por Hebe de Bonafini o por el líder piquetero Luis D Elía, ambos defensores acérrimos de las FARC, deja la credibilidad por los suelos. O, lo que es peor, se envía el torticero -y perverso- mensaje de que las FARC tienen la misma naturaleza legítima que el presidente de Colombia".

Esa ambigüedad, así como algo tan caro a los Kirchner como la creación de antinomias para amasar poder, no pasa inadvertida para la prensa extranjera. En ocasión de los primeros 100 días de gobierno de la Presidenta, Brian Bymes se refirió en la revista Newsweek a la "Reina Cristina" y escribió que su marido, en ese período, se había reunido con "pesos pesados internacionales", como George W. Bush, Tony Blair y el entonces secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, mientras que ella invirtió su tiempo en izquierdistas como Chávez y Evo Morales, así como en "cuchichear" con la supermodelo Naomi Campbell y el actor Antonio Banderas.

En la orilla de enfrente, con la carga que significa el conflicto irresuelto por las pasteras, el diario El País , de Montevideo, publicó un editorial, titulado "Argentinidad", en el cual salió en defensa del caricaturista Hermenegildo Sábat, de origen uruguayo. "Que a la Presidenta le disguste un dibujo satírico es una cuestión personal, pero que lo califique como un acto casi mafioso (es decir, perteneciente o relativo a una organización criminal) es algo más grave", evaluó.

En medio del conflicto con el campo, Mary Anastasia O Grady afirmó en The Wall Street Journal : "El poder de los Kirchner no se basa en un modelo económico racional. La principal idea del matrimonio de manejar la economía es cobrar impuestos, prohibir, regular, subsidiar y micromanejar cada aspecto de la vida argentina para que ninguna decisión se tome sin preguntarles a ellos primero".

Si fueran observaciones aisladas, vaya y pase. El problema es que tanta crítica de la prensa extranjera no hace más que provocar el efecto contrario al deseado desde que asumió el actual Gobierno: que cambiara la imagen externa de la Argentina, de modo de recobrar el poder de seducción que tuvo el país y reportó un valor agregado de confianza y amistad.

La Presidenta y su marido deberían advertir que algo no funciona si abundan los juicios negativos y escasean los positivos. De necios es persistir en el error, así como pensar que es posible ser amado de prepo.

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