miércoles, 9 de abril de 2008

- MEDIOS -





Cómo evaluar a los medios


Por Roberto Guareschi
Para LA NACION





El gobierno acaba de crear un Observatorio de la Discriminación en los Medios de Comunicación. Es un organismo del Poder Ejecutivo que evaluará si los medios cometen acciones –u omisiones, dice la ley– discriminatorias. Lo anunció el viernes la Presidenta y le dió un marco concreto: reclamó a los medios la “calidad institucional y democrática” que ellos mismos “han reclamado desde siempre a los otros, nunca a ellos mismos”. Había otro marco más amplio: la crisis con el campo y la serie de críticas que la Presidenta le ha venido haciendo a los medios. En ese contexto, el tema de discriminación parece un atajo para ejercer algún control de los medios.

Cualquier sector de la sociedad tiene derecho a constituir un organismo que evalúe el desempeño de los medios, incluso el Gobierno, siempre que se sepa claramente que es el Gobierno quien observa y opina. Los medios tienen una importancia tan grande en la sociedad que es bueno que la gente reciba más elementos para juzgarlos desde cualquier perspectiva, para reforzar o revocar su confianza en sus medios preferidos, para elegir mejor. Los medios más responsables tal vez sean aún más responsables si se sienten observados; los otros quizás tengan que dar explicaciones.

No está nada mal que nos cuenten las costillas a los periodistas y a los medios, que se opine más sobre nuestro trabajo, tal como ocurre en América del Norte y en Europa. La gente tiene motivos para desconfiar de nosotros, aquí y en todas partes.

Pocos lectores argentinos saben que también a los mejores medios del mundo se les critica no tener suficiente pluralidad. Se dice que en ellos aparecen poca gente y muchos intereses; por supuesto, los intereses que predominan en el sistema... y en esos medios. Algunos de esos diarios –y algunos de la Argentina– intentan corregir esa carencia, y eso los hace mejores: se ve el esfuerzo pero se ve también que ese esfuerzo es discontinuo.

Por eso el mejor lector es el lector crítico, el que nos pone a prueba, el que recuerda y es capaz de registrar incongruencias, errores de juicio, de percepción, y también faltas de honestidad. Lectores más exigentes harán medios más inteligentes y éticos, medios que defiendan con mayor energía a todos los ciudadanos y especialmente a los más vulnerables, medios que ejerzan mejor el papel de críticos del sistema. Medios y periodistas que no quieran ejercer una hegemonía ideológica, que sean capaces de reflexionar sobre ellos mismos: qué significan (qué hacen, cómo operan) los medios en una sociedad hipermediatizada.

Muchos periodistas (y medios, desde ya) ejercemos mal el privilegio que tenemos: el poder decidir qué se publica y qué se descarta, a quién criticamos y a quién exaltamos. Ni los medios ni los periodistas estamos a la altura de las circunstancias, exentos de culpa, aunque a aquellos les cabe mayor responsabilidad. No predominan los propietarios de medios que ven al periodismo como algo más que una herramienta de negocios. En cuanto a los periodistas, hay quienes hacen sus propios negocios y quienes no hacen negocios, pero conciben su oficio apenas como auxiliar de un sector político.

Los propietarios suelen considerar que sus intereses coinciden con los mejores intereses del sistema; lo dan por sentado, no lo ponen a prueba. Y en cuanto a los periodistas, pocos desconfían de sus propias preferencias, de los políticos con los que se identifican, de los poderosos que reconocen su aguda inteligencia, de los amigos que los quieren mucho.

Hay muchos periodistas que trabajan con enorme rigor y honradez nunca reconocidos (no tienen por qué proclamar que jamás han recibido un peso por publicar nada), y sólo los lectores más agudos y mejor informados –no la mayoría– aprecian que en sus artículos hay equidad, buena fe, un gran trabajo de búsqueda y sano escepticismo, un generoso deseo de iluminar los problemas y de ayudar a nuestra sociedad. Esos muchos periodistas, siempre expuestos a la paranoia de los poderosos, no son suficientes.

Ahora bien: el Observatorio se estrenó con un informe de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA donde se dice que los medios han discriminado a los actores sociales de la crisis del campo según su capacidad económica y pertenencia de clase. El informe no dice qué medios ni cómo han cometido esa falta contemplada en la ley, pero sus redactores se declaran llenos de “verguenza e indignación” por los contenidos “clasistas y racistas” y la “supina ignorancia” en la cobertura por los medios del “lock out patronal” (sic, en el sitio de Internet). Sería bueno y, quizás, útil conocer los fundamentos del informe para poder evaluar la calidad de su análisis.

Pero esos fundamentos no han sido publicados por el Observatorio: son una flagrante omisión y eso hace que sus opiniones, tan fuertes, parezcan por ahora una mera opinión. También serviría saber qué métodos siguen y quiénes son los evaluadores. ¿Cómo, si no, se puede evaluar su rigor, su buena fe, su independencia? ¿Cómo saber, por ejemplo, si esas conclusiones no han sido forzadas para castigar a los medios que enojan al Gobierno?

No son dudas infundadas. Fuera de la Corte Suprema, no se ve pluralidad en un gobierno cuyo Ejecutivo puentea o maneja al Legislativo, ni en el gabinete, ni en el ejercicio de la mayoría en el Congreso. Y en lo relativo a los medios y el periodismo, a cinco años de haberse hecho cargo de Canal 7, el Gobierno aún no ha dado pruebas consistentes de pluralidad. Tampoco en la agencia oficial de noticias, Télam.

El canal y la agencia oficiales bien pudieron haber sido ejemplos de periodismo independiente presentados a toda la sociedad, una prueba de que el Gobierno es sincero cuando pide pluralismo a los medios. Uno puede sospechar que ese reclamo es el reclamo provisional de quien todavía no cuenta con medios poderosos. Porque Télam suele ser herramienta de dudosas operaciones políticas oficialistas y los noticieros del 7 son muchas veces un ejercicio opaco de oficialismo que quizás ni siquiera complacen al Gobierno.

La pretensión de Canal 7 de ser un medio público –algo que declara en toda su publicidad– se contradice con su práctica diaria. Algunos pocos medios públicos que existen en América del Norte y en Europa son autárquicos, independientes, tienen profesionales tomados por concurso, sistemas de evaluación, y deben dar cuenta de su desempeño. Son públicos y se deben al público, porque viven del dinero que aporta toda la sociedad. Canal 7 también vive del dinero que aportamos todos nosotros, pero es, en cambio, un canal gubernamental.

Hay buenos modelos para estudiar si verdaderamente se quiere tener medios públicos; esa es una deuda que los argentinos tenemos con nosotros mismos. Todas las veces que se intentó fue con el pequeño objetivo de apoyar un proyecto hegemónico o el más pequeño aún de ayudar a los amigos.

Dudo también de las intenciones que le han dado nacimiento a este Observatorio, porque provienen de un gobierno que tiene antecedentes de maniputación de los medios privados y que hoy los ve como a su enemigo principal. Por eso mismo me gustaría que surgieran otros observatorios de medios como hay en Brasil, Chile, Colombia, Estados Unidos, Canadá, Francia, Italia, España, etcétera. También hay observatorios globales. Y algunos de estos observatorios ponen también la lupa sobre la actitud de los gobiernos respecto de los medios propios y ajenos.

El país tiene uno o dos estudiosos de la comunicación que han hecho aportes reconocidos en todo el mundo, y también tiene otros muy talentosos. Tiene, además, muchos periodistas brillantes y honestos. Todos ellos podrían ayudar a que el público tuviera una oferta plural para evaluar a los medios. Hay universidades excelentes que podrían aportar su prestigio y conocimientos para darles contexto y apoyo. Creo que sería un aporte para los medios y los periodistas con verdadero deseo de mejorarse.

Si no surjen nuevos observatorios, habrá uno solo, una sola voz , quizás tan parcial e imperfecta como su primer informe parece sugerir.

El autor es periodista. El año pasado recibió el premio Konex en la categoría de dirección periodística.

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