domingo, 6 de julio de 2008

- NACIONAL BUENOS AIRES -




Una foto del país


Los pobres chicos que esta semana tomaron el Colegio Nacional de Buenos Aires durante varios días, ¿son unos pobres chicos, o apenas resultado y producto de otros designios?

Por Pepe Eliaschev
Diario Perfil



La más recalcitrante visión reaccionaria vio siempre en la militancia joven la carne de cañón de activistas más provectos y distantes, y en no pocas guerrillas sus comandantes salvaron el pellejo mientras los perejiles eran enviados al cadalso. Pero en lo que sus ex alumnos reivindicamos sin prejuicios como el Colegio de la Patria, se han venido consumando una vez más unos criterios y unas prácticas repelentes que derivan de un maximalismo ridículo y pernicioso. No hay que temer puntualizarlos.

Ocuparon el Colegio estos adolescentes, en réplica demorada del desastre que el año pasado se llevó al rector de la Escuela Carlos Pellegrini (“País Pelle” en El Observador, 17 de junio de 2007), al solo efecto de imponer un bizarro cogobierno entre ellos, los docentes y el personal de maestranza.

La situación del Colegio Nacional de Buenos Aires, el más importante y prestigioso establecimiento público de enseñanza media de la Argentina, evoca y patentiza muchos de los males profundos del país.

Organización laica y estatal dependiente de la Universidad de Buenos Aires, encarna ideales de excelencia académica, ambición de conocimiento universal y rigor docente que le dieron savia a la Reforma de 1918. Es, para decirlo sin estériles pudores, un colegio de elite, escuela de cuadros, ámbito para que se formen los más dotados, estudiosos, aplicados e inteligentes. Funciona aplicando criterios de selección derivados del mérito, no del origen social ni del poder económico.

Los que en él nos formamos y graduamos éramos hijos de la pequeña burguesía progresista y hacendosa que quería, simplemente, una vida mejor, un mayor disfrute de los bienes terrenales y espirituales.

Eso era, eso fue, durante las varias décadas transcurridas desde que el Colegio ocupa las monumentales instalaciones de Bolívar 263, donde la gestión de Amadeo Jacques brilló de manera singular. Ya no es así.

Atravesado hace varios años por algunos de los más deletéreos vientos de la época, inflados por un sedicente igualitarismo social cuya principal consecuencia es nivelar para abajo, el Colegio, en el que no más de cincuenta militantes del Partido Obrero pujan por lograr un disparatado cogobierno, padece falencias edilicias y deficiencias similares a las que plagan hoy a toda la Universidad de Buenos Aires, esa UBA estatal a la que jamás atendieron ni Néstor ni Cristina Kirchner.

El estado de la situación docente es acorde a la penuria general y esto por visible déficit de la propia Universidad e incluso del Colegio. Las cátedras no se concursan y todos los reclamos convergen en “regularizar” designaciones de profesores, la mayor parte de los cuales no han competido con nadie, ni en conocimientos ni en nivel docente.

Los ocupantes del Colegio han querido reiterar la hazaña del Pellegrini, una escuela a la que finalmente le torcieron el pulso obligando a la vergonzosa salida del rector Juan Carlos Viegas. Se trata de un activismo que sólo se explica y justifica por su necesidad de provocar una generación incesante de conflictos.

Participan de un criterio impuesto hace ya años en la Argentina, de acuerdo con el cual los espacios públicos son propiedad privada de quienes trabajan o estudian en ellos. Responden al mismo catecismo ideológico de quienes dejan a la ciudad sin subte por una puja de caja con otro sindicato, u ocupan escuelas y aulas cancelando la misión central de estos lugares, que es enseñar y aprender.

Plantean un disparate insostenible: que menores de edad con limitaciones legales explícitas y sin plena autonomía civil administren o ejecuten presupuestos y resuelvan la elección de profesores, jefes de departamento e incluso rector, un delirio perfecto. En su ambición de cogobernar el Colegio, sin embargo, se cuidan de dejar afuera a los graduados: no quieren ex alumnos en la vida del Colegio, olvidando que somos los ciudadanos de a pie que en él hemos abrevado y a quienes el pueblo nos pagó nuestra educación quienes debemos contribuir con experiencia, amor y sabiduría a su constante evolución.

Parecen querer un Colegio surtido de cuadros políticos, punteros sindicales y docentes mediocres a los que espantan los concursos, mano de obra para convertir a las aulas en semilleros de semiletrados militantes profesionales.

Son arropados por un lenguaje incendiario y a la vez retrógrado, maquillado de una vaporosa “democratización” y en lucha contra supuestas “castas”.

El kirchnerismo no ha sido ajeno a muchos de estos asuntos. Cuando Horacio Sanguinetti culminó su (excesivamente) larga gestión al frente del Colegio, dos brillantes ex alumnos aparecieron como candidatos lógicos para la sucesión, Pablo Jacovkis y Agustín Zbar. A Zbar lo vetó directamente el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, alegando que, como era procurador general de la Ciudad en la gestión de su “enemigo” Jorge Telerman, había que cerrarle el camino. Sin mayoría el otro candidato, se optó por la primera mujer en asumir el cargo, Virginia González Gass, a quien toca hoy defender principios, sostener valores y hacer valer la ley en toda su majestad, porque el Colegio ha sido usurpado y ello constituye un delito flagrante.

Un incomprensible “buenismo” lleva a muchos adultos a exaltarse con este simulacro de “militancia” de los adolescentes. Deben ser padres mortificados por no haber movido un dedo en su juventud, pero alguien tiene que levantar hoy su voz en la Argentina en defensa de criterios de excelencia, mérito, aplicación y exigencia académica. Alguien tiene que cortar esta secuencia eterna de justificaciones políticas montadas en un relativismo ético abominable.

Mientras, la Universidad estatal y pública agoniza, en una mediocridad material vergonzosa. El Colegio Nacional de Buenos Aires viene mendigando hace mucho y sin éxito los ocho millones de pesos que se necesitan para poner en valor su fachada y arreglar las mamposterías caídas de sus gloriosos patios. El cheque debe firmarlo Julio De Vido, que ni debe saber qué es la Manzana de las Luces, ni qué significa el Colegio de la Patria.

En la UBA no menos de seis facultades carecen hoy de gas natural y su presupuesto 2008 ya está exhausto al terminar el primer semestre.

¿Gobierno tripartito codirigido por adolescentes? ¿Por qué no defienden en serio a la educación pública y laica? Lo del Colegio Nacional Buenos Aires es una foto del país.

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