martes, 15 de julio de 2008

- VERDAD -




El valor de la verdad


Preocupa hondamente la reiteración de los datos falsos del Indec, destinados a manipular la realidad de nuestro actual proceso inflacionario y las cifras de pobreza e indigencia. Inquieta también el actual deterioro institucional, que se pretende encubrir con palabras que de ningún modo alcanzan para justificar el silencio cómplice de muchos legisladores nacionales. ¿Cómo aceptar que el Congreso de la Nación delegue sus atribuciones al Ejecutivo y quiebre, así, el compromiso contraído con el pueblo que lo eligió? Por otro lado, desalienta y duele, en el interminable conflicto con los productores rurales, el sistemático ocultamiento de la verdad y la reiterada acumulación de falsedades en que incurre constantemente el Gobierno.

Junto a todo eso, no hay algo que pueda indignar más que las falsas denuncias sobre intentos golpistas que permanentemente difunden el matrimonio Kirchner y no pocos de sus adláteres.

Una premisa aceptada y conocida establece que la verdad es la coincidencia del pensamiento con los datos de la realidad. En una interpretación más próxima a la vida cotidiana, se suele afirmar, con razón, que la población más sana de cualquier nación desea vivir en una comunidad respetuosa de la verdad. Por eso, tanto en el núcleo hogareño como en el plano laboral y en el ámbito de las actividades industriales y comerciales, la sociedad reclama, en su inmensa mayoría, una conducta que permita convivir, compartir y obrar lejos de todo aquello que signifique negar o distorsionar la verdad.

Por el contrario, la exaltación de la mentira y la entronización de falsedades con la intención de confundir, dividir o mover a error al prójimo son vistas como actitudes deleznables que afectan la convivencia, la participación y la credibilidad general.

Sorprende y perturba comprobar que, en la mayoría de los casos, quienes comunican públicamente "una mentira" o una "falsedad" han sabido primero cómo es la verdad para luego deformarla deliberadamente. Ese "mentir a sabiendas" mueve a suponer que el comportamiento de aquellos gobernantes o funcionarios que distorsionan los hechos es comparable al de los menores que usan la mentira para defenderse, para ocultar una frustración o para no reconocer una falta.

Si esas personas se condujeran como adultas, sabrían que la calidad moral del ser humano se eleva cuando se reconoce el error cometido y se enmienda la falta en que se ha incurrido. En cambio, quien persiste obstinadamente en desconocer su mentira o en modificar un comportamiento errado, suele verse llevado a utilizar argumentos ambiguos, a menudo turbios y rebuscados, que sólo sirven para enrarecer aún más un clima social de por sí contradictorio y perturbado.

Lograr que en el seno de una sociedad prevalezca la verdad es el objetivo más alto y noble de toda cultura. Para llegar a ese objetivo, se requiere mucho cuidado y mucha vigilia, ya que la veracidad no es una cortesía del pensamiento, sino una necesidad del espíritu de cada persona. Cuando no existe ese respeto por la verdad, se desvalorizan las palabras, se empobrece la calidad de la vida social y se van prostituyendo las propuestas que se anuncian desde los diferentes sectores de la comunidad; esas propuestas en las cuales no creen ni aquellos que las formulan ni aquellos que las escuchan.

Si quienes más pueden hacer en beneficio del conjunto social escamotean la verdad, se derrumban las claves de la confianza que debe presidir el desarrollo de una sociedad y de un país. Los gobernantes asumen una misión de alta jerarquía moral, en la cual la conciencia y el deber imponen la necesidad de observar el predominio de la verdad, de rehusar el camino del engaño, de dejar de lado las argumentaciones capciosas, de renunciar al uso de palabras seductoras, pero irreales y al empleo de falacias que ya los griegos habían puesto al desnudo hace 25 siglos.

Un breve trozo de un poema de Gandhi expresaba algo valioso para todos y muy especialmente para quienes han contraído altas responsabilidades en la vida pública: "Cuida tus pensamientos, porque más tarde se volverán palabras. Esfuérzate para que tus palabras contengan verdades". Quienes hoy gobiernan la Argentina deberían tener presentes esas frases.

No hay comentarios: