sábado, 11 de octubre de 2008

- MAS CAMBIOS -






¿El final de una era?





Hacia un mundo multipolar



No creen que el capitalismo esté en riesgo ni que EE.UU. vaya a desaparecer como jugador clave en la escena internacional. Pero prestigiosos intelectuales de todo el mundo coinciden en que la debacle financiera anticipa un mundo en el que Washington no tendrá un poder hegemónico

Por Juana Libedinsky
ARTE DE TAPA: SILVINA NICASTRO

Enfoques - La Nación


Mientras el planeta aún tiembla bajo los efectos del terremoto financiero que amenaza con derrumbar la metrópolis del mundo capitalista, algunos de los más destacados exponentes del pensamiento económico intentan poner en clave histórica los últimos acontecimientos y anticipar el mundo que vendrá. Porque la debacle de Wall Street, con su efecto de quiebras, desplomes, pérdida de confianza, presagios oscuros y medidas de rescate desesperadas en todas partes del mundo, habla por supuesto de un escenario económico resquebrajado que, para muchos, está cayendo bajo su propio peso, el peso de sus errores. Pero también habla de unos de esos puntos de inflexión en la historia del mundo que hacen que las cosas ya no vuelvan a ser como antes.

¿Qué cambió? ¿Insinúa esta crisis el principio del fin de una era, aquella iniciada con el fin de la Guerra Fría, que convirtió a EE.UU. en potencia hegemónica y a la vez garantía de cierto orden y, por lo tanto, de cierta estabilidad? Renuentes a las definiciones categóricas y grandilocuentes, los intelectuales consultados descartan un anticipo del fin del capitalismo como el que auguran las voces más extremas y, en todo caso, sí admiten el advenimiento de un escenario en el que EE.UU. ya no será el único faro del capitalismo global.

Un mundo multipolar

"Ciertamente, somos testigos del fin de la unipolaridad americana", dice Jacques Mistral, jefe de investigación en Economía del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI) y miembro del Consejo de Análisis Económico del primer ministro francés François Fillon. "La idea de que estamos entrando en un mundo multipolar es tentadora, y es verdad que hay poderes nuevos que están emergiendo y que podrán jugar un papel más importante en las relaciones internacionales. Dicho esto, la realidad es que en el futuro medianamente cercano no hay poder alguno que pueda estar a la par de EE.UU. Por lo tanto, la situación actual tiene algo de paradójica: EE.UU. ya no puede usar una influencia unilateral, pero su influencia es necesaria para construir un mundo mejor organizado. La forma en que el próximo presidente se relacione con el resto del mundo y el uso que haga del poder y la influencia de EE.UU. tendrán un efecto gigantesco sobre nuestro futuro".

Como anticipo del modo en que podría funcionar el mundo con menos injerencia norteamericana, Lawrence Summers, ex presidente de Harvard que visitó nuestro país esta semana, señaló con preocupación cómo países que cuentan con recursos extraordinarios, como Rusia o como Irán, pueden aumentar su peso en el tablero internacional, y dio como ejemplo un hecho reciente: un fondo soberano de Islandia, cuando tuvo un problema de liquidez, recurrió a Rusia por 4500 millones de dólares. Ese corrimiento de la hegemonía americana y el surgimiento de otros estados fuertes dispuestos a participar en el gran juego ¿es, como lo sugiere Summers, peligroso?

"Los recursos sólo valen algo cuando el mundo tiene una gran necesidad de ellos. Si entramos en una recesión profunda, Irán y Rusia se verán negativamente afectados también; su poder, en cambio, se fortalece con la alta demanda de los booms económicos. Y, aun así, el poder es algo más que el solo ser rico en recursos, de otra manera los miembros de la OPEP serían mucho más poderosos de lo que son", dijo Waltraud Schelkle, especialista en economía política de la Universidad Libre de Berlín y de la London School of Economics. Pero aclaró que, independientemente de esto, sí estamos viviendo el comienzo del fin de la supremacía americana. Para Schelkle, este proceso comenzó hace algún tiempo, a mitad de los años 80, cuando el garante del flujo monetario internacional se convirtió en una nación deudora.

¿Las consecuencias? Posiblemente un período de inestabilidad política y económica. "No veo un sucesor inmediato en el papel hegemónico de EE.UU., pero tampoco veo que esto sea un problema en términos culturales o ideológicos. EE.UU. simplemente seguirá jugando un gran papel, sólo que menos hegemónico, y eso puede terminar siendo algo bueno".

¿Incluso aunque se produzcan esos avances de países como Rusia o Irán que mencionaba Summers? Para Jon Danielsson, especialista en Islandia de la London School of Economics, "si bien tuvo mucha repercusión que se hablara de un rescate ruso de Islandia con un gran préstamo, por ahora eso es una fantasía; Rusia tiene sus propios problemas económicos en este momento y no está preparada para ir a rescatar a nadie".

Pero así como muchos ven en esta debacle de Wall Street que arrastra a la economía mundial la anticipación de un mundo multilateral, algunos destacan no sólo el fin de una era de hegemonía norteamericana sino, más específicamente, el fin de una era de capitalismo "a la americana". Aunque en este punto tampoco la coincidencia es plena: así como muchos, para explicar las razones de la caída de Wall Street, apuntan a la falta de control estatal en los movimientos financieros y especulativos, otros destacan que justamente fue la injerencia del Estado (o más bien cierta ambición política) lo que provocó el salto al vacío de los créditos subprime.

Es el caso de Ian Vásquez, director del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del think tank americano Cato Institute. "Freddie Mac. y Fannie Mae -dijo- fueron apoyadas explícitamente por el gobierno para hacer préstamos riesgosos que el mercado de otra manera no hubiese hecho. Por lo tanto, si queremos saber cuál es el resultado de involucrar a los políticos cada vez más en el mercado hipotecario, ya tenemos evidencia de que los políticos tienen incentivos perversos para hacer préstamos más riesgosos para más y más gente, lo cual ha sido la base del problema", dijo en diálogo con LA NACION.

Adiós a las viejas soluciones

Como se ve, en el terreno más estrictamente económico no hay tantas coincidencias y, así como para algunos es evidente que, tras esta crisis atribuida a una excesiva desregulación, ahora llegó la hora del Estado, para otros, el mercado sigue siendo la única verdad y ya volverá a encontrar su propio equilibrio.

Así, para Mistral, es demasiado pronto para ver cómo sería una "nueva era del capitalismo global", pero sí podemos afirmar, dice, que la edad de oro de la desregulación se acabó. "La ideología de que el mercado puede solucionar todos y cada uno de los problemas de la economía mundial ha dado un paso atrás y estamos entrando, en cambio, en una época en la cual se le va a reconocer al Estado un nuevo papel. Pero a no equivocarse: las viejas soluciones definitivamente han perdido su atractivo. Es más, lo poco que podemos predecir de esta nueva era dorada del Estado es que no implicará volver a soluciones que ya fueron descartadas", asegura el autor de La Troisième Révolution Américaine, que hasta hace poco fue consejero de la Embajada de Francia en Washington.

En cambio, para el reconocido sociólogo norteamericano Richard Sennett, profesor de la Universidad de Nueva York y asesor en la campaña presidencial de Barak Obama, no hay que inventar nada nuevo. "La solución es que el Estado cree más trabajo en empresas manufactureras y de servicios: rescatar puestos de trabajo y no bancos y banqueros. Lo que estoy diciendo no tiene nada de original, fue el objetivo del New Deal en 1930 y, más recientemente, de los países escandinavos. Pero mi argumento es que eso es el futuro, y no el pasado. Estamos entrando en un período de socialismo financiero y eso para mí no es malo", explicó a LA NACION.

Sin embargo, Sennett, autor de clásicos como La cultura del nuevo capitalismo , se mostró contrario a una mayor regulación. "No se protegen puestos de trabajo aislándose del mundo. Las industrias protegidas -hay muchas en EE.UU.- no han agregado más puestos de trabajo, proporcionalmente, que las creadas en el libre mercado. La regulación es básicamente irrelevante a la hora de expandir el número de puestos de trabajo. El tema no es reducir las acciones riesgosas sino incentivar la inversión y la innovación", resumió.

Para Ian Vásquez, es tan mala la regulación como la creación de trabajo por parte del Estado. "No creo que haya ninguna evidencia de que la crisis haya sido causada por una falta de regulación. Hemos visto que esto ha sucedido incluso en países europeos con alta regulación. Además, de hecho, en EE.UU. empezó con la crisis de los subprime" . Fue una política monetaria gubernamental -destacó- la que creó, en buena medida, la burbuja.

Respecto de la creación de empleos, Vázquez señaló que ese tipo de intervención estatal aumenta el gasto público y no resuelve la crisis. "Lo único que puede hacer es posponer su resolución, como vimos en Japón en los 90, donde, después de mucha intervención estatal y gasto público, hubo que esperar prácticamente una década para salir de la crisis. Por lo tanto, mucho mejor es dejar que el mercado resuelva esto de la manera más rápida posible y para eso hay que aceptar que puede y debe haber recesión", resumió.

Lecciones aprendidas

¿Implica esa recesión una nueva era del capitalismo global como gritan algunos titulares? Para Schelkle, si bien es cierto que cada crisis con mayúscula nos pone más conscientes de la interdependencia entre los países, en contraste con lo que la frase "nueva era de capitalismo global" podría sugerir, es notable cómo hoy prácticamente no hay involucramiento de instituciones supranacionales como el FMI o el Club de París. "Todo lo que vemos es coordinación entre bancos centrales. En ese sentido, la crisis todavía está en la etapa del capitalismo internacional, ni siquiera entró en la etapa de capitalismo global", subrayó.

Aunque por otras razones, tampoco Ian Vázquez cree que hayamos entrado en una nueva etapa. "Hablar del fin de una era del capitalismo es una exageración sin límite -aseguró desde Madrid-. Esto no es la Gran Depresión."

Según Vázquez, en la década del 20 las entidades estatales tomaron una serie de medidas erradas que alargaron una recesión hasta convertirla en depresión. "Hoy, en cambio, se han aprendido esas lecciones, y se está haciendo todo lo contrario que se hizo entonces. Por ejemplo, los gobiernos están gastando por el lado de los bancos centrales proveyendo de liquidez al mercado cuando en la Gran Depresión, en cambio, se eliminó dinero del mercado. Además, se está coordinando esa actividad alrededor mundo, algo que tampoco se hizo entonces. Habrá recesión pero las economías nacionales y la economía internacional podrán recuperarse", dijo.

Preocupados como todos, pero menos dispuestos a dejarse llevar por las "conclusiones catástrofe", los expertos admiten que el terremoto es fuerte pero está lejos de haber provocado un derrumbe definitivo. Como mucho, admiten que hay un golpe a las economías del mundo, pero que no es el fin del capitalismo.

Paralelos con la crisis local

Durante 2006, Jon Danielsson pasó un mes haciendo investigación económica en la Argentina y asegura que existen muchos paralelos entre la economía de Islandia y la de nuestro país, ya que ambas se basan en recursos y tienen ciclos marcados de auge seguidos por colapsos. "Incluso noto grandes similitudes entre cómo colapsó la Argentina en 2002 y cómo acaba de hacerlo Islandia", dijo.

¿Volvemos a estar en peligro, entonces? Según Danielsson, la economía de Islandia está mucho más integrada en la economía global que la Argentina, lo cual esta vez protege a nuestro país de muchos de los factores que llevaron a Islandia a caer.

"La Argentina en este momento está en la posición muy afortunada de ser un exportador de recursos primarios, lo cual significa que disfruta de precios récord por sus exportaciones. Todas las economías de ese tipo están, o deberían estar, atravesando un buen momento económico. Islandia, por el contrario, basó su economía en la integración con el resto de Europa, que luego simplemente se limitó a mirar mientras Islandia colapsaba. Al ser Islandia demasiado pequeña como para sostener el enorme sistema financiero que implicaba la integración europea, ha sido la primera víctima real de la crisis de liquidez internacional. La Argentina ha estado protegida de estas fuerzas más por una cuestión de suerte que por la adopción de decisiones conscientes", concluyó el especialista.

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