miércoles, 8 de julio de 2009

- CAMBIO -






Impuestos:

pagar y recibir



Elías Lisicki
Para LA NACION
Noticias de Opinión



El impuesto, en todas sus variantes, implica la generación de dos obligaciones: la de los contribuyentes, de cumplir la ley y pagar los tributos, y la del Estado, de percibirlos y usar su producido con transparencia y responsabilidad, para lo cual ostenta el Poder Impositivo, que en los Estados modernos le llega desde la comunidad para dirigirla en una justa, equitativa y ordenada vida en sociedad.

Si cualquiera de las dos obligaciones, o las dos, dejan de cumplirse total o parcialmente, se produce un desequilibrio que desemboca en graves problemas sociales de carencias vitales y de patología de la finanzas públicas a favor de la corrupción, el enriquecimiento ilícito y otros males que rodean estas situaciones.

Es fácil comprender, entonces, la importancia de una política de Estado para la búsqueda de métodos que impidan estos incumplimientos. Lo que no resulta tan fácil es elegir las herramientas para lograrlo, porque ello depende de ideología, perfiles comunitarios, organización social, mutua comprensión de los derechos y obligaciones de las partes. Pero difícil no es imposible, y, al no hacerlo, se cae en un círculo vicioso de compleja reversión. Aquí algunas reflexiones en cuanto acciones posibles.

1. Involucrar a la ciudadanía en la observación del manejo de la cosa pública y la consiguiente denuncia de las indeseables desviaciones, para ayudar a crear sentido de sociedad.

2. Que el contribuyente cumpla con sus obligaciones impositivas teniendo en claro que su actitud política no se ejercita en el momento del pago de los tributos sino en las urnas.

3. Este cumplimiento otorga -entre otros derechos- el de señalar el mal uso del dinero de los contribuyentes. Lo contrario implica el reconocimiento de que, al no pagar en su legal medida, poco importa que se haga con un pago con trampa y que, por eso, poco importa qué hace el Gobierno con él.

4. Si se habla de una nueva "cultura tributaria", comenzando la enseñanza en las escuelas primarias y secundarias, mostrando qué es y para qué sirven los impuestos, pero esto se practica en ámbitos donde el alumno queda confundido: edificios vetustos y peligrosos, aulas sin calefacción, docentes mal pagos y otros comentarios negativos que los alumnos escuchan en su hogar, se genera poca credibilidad e imposibilita la comprensión de lo que se pretende enseñar, con lo que resulta ineficiente e inútil el esfuerzo. Si la realidad lo permite, la educación tributaria se podría encarar explicando a los estudiantes un listado de obligaciones estatales que se deberían llevar a cabo con la recaudación de los tributos y mostrar cómo se han llevado a cabo o no.

5. Inducir al cumplimiento voluntario de las obligaciones fiscales con realidad y métodos creativos. Con todo respeto, si al recurrente problema de la falta de emisión de facturas se lo pretende solucionar con una rifa de un automóvil, se está incentivando una egoísta participación en beneficio personal o, lo que es peor, la indiferencia. ¡Qué distinto sería hacer que el consumidor pidiera las facturas, las colectara, las entregara a una entidad de bien público que, a su vez, las llevara al organismo fiscal para luego recibir algún tipo de subsidio! Esto sería un formidable impulso a los sentimientos de solidaridad y de achatamiento del egoísmo y la indiferencia. La doctrina y la experiencia en otros países enseñan que las donaciones filantrópicas tienen las ventajas de ahorrar dinero público, que el sector privado coloca en obras de bien social y evita que lo haga el Estado, con el agregado de una utilización eficaz y bien direccionada hacia organizaciones serias que representan la cobertura de vacíos que los gobiernos suelen no atender.

Legislaciones impositivas que cumplen con la premisa inteligente de incentivar estas donaciones con el otorgamiento de importantes ventajas fiscales a los donantes, no existen desde hace años en nuestro país. El impuesto a las ganancias otorga una deducción como ventaja en declinación, hasta la casi nada en su envergadura; por lo tanto, es desalentadora de gestos solidarios. Es una forma de anular uno de los métodos de redistribución de la riqueza que tanto estamos buscando.

¿Qué nos pasa con los impuestos? Con ser el elemento insustituible para cumplir con las obligaciones del Estado no se ve que esto ocurra con fuerza y claridad. No se cumple con el antiguo mandato recibido del ciudadano porque "el impuesto no vuelve al pueblo". Y si bien implica pagar un precio "para vivir en sociedad", civilizada y atendida en sus requerimientos, resulta necesario revisar la ideología fiscal, ajustar los mecanismos legales y, en fin, que se cumpla fielmente lo contratado por las partes, es decir, los obligados a pagar y los gobiernos de turno.

El autor es contador público nacional; fue director general de la DGI.

No hay comentarios: