sábado, 4 de julio de 2009

- NUESTRO MUNDO -





El capitalismo y el mundo multipolar




Ezequiel Entelman
Para LA NACION
Noticias de Opinión



La última crisis financiera y sus efectos en la llamada economía real (recesión, contracción del crédito, desempleo), así como una serie de acontecimientos geopolíticos recientes, plantean la cuestión compleja de la organización del mundo en que vivimos. Un mundo que el epíteto de "internacional" ya no consigue describir de manera adecuada. Las placas tectónicas que conforman nuestro mundo se han desplazado bajo nuestros pies. En este movimiento, lo que se plantea principalmente es el problema de la conjunción entre el capitalismo y el mundo globalizado. Por lo tanto, debería surgir de esta crisis una interrogación seria sobre el capitalismo y sus principales conceptos. Entre ellos, el concepto de valor: qué es lo que realmente vale para nosotros y cómo.

Ahora bien, aquello a lo que asistimos con esta gran convulsión del capitalismo globalizado es, primeramente, el nacimiento efectivo de la multipolaridad. De este nuevo escenario multipolar las siglas G-20, o BRIC (Brasil, Rusia, India, y China), los nombres de Paquistán o de Doha, nos dan las coordenadas básicas. La pregunta geopolítica es cuáles serán los nuevos contornos del mundo y qué regiones emergerán como los verdaderos actores. Lo importante, en todo caso, es entender que la reciente crisis hace que, una vez más, el capitalismo "empuje sus propias barreras inmanentes", así como lo describe un tal Karl Marx. Agrego al pasar que Marx no ha muerto, como dicen con ingenuidad o con malicia algunos comentadores en la CNN, sino que más bien no ha sido aún "recibido", como lo dice con más inteligencia Jacques Derrida.

Tratemos de ser rigurosos, porque a defecto de pensar dejaremos de entender. De entender, por ejemplo, y aquí nos adentramos en territorio filosófico, que lo que acontece es efectivamente la oposición y la tensión creciente entre las dos caras del valor: o la acumulación infinita del capital, sin otra ley más que su propia reproducción (lo que Hegel llamaba el infinito "malo"), o el verdadero infinito, la posibilidad del sentido para cada existencia. Explotación o exposición, según el concepto forjado por Jean-Luc Nancy: exposición de las existencias unas a otras, como el goce por todos nosotros de nuestro mundo. "Decir que el hombre está alienado de sí mismo es decir que la sociedad de este hombre alienado es la caricatura de su comunidad real."

La tensión creciente entre los dos infinitos será la próxima línea de fractura. A menos que antes de eso dejemos que se fracture el espacio mundial entre Occidente y una coalición de sus enemigos. "La única verdad es la realidad", decía el general Perón. Aquí, la realidad es que estamos, por primera vez en la historia, enfrentados a nuestro propio existir, que consiste en estar ?o en "ser"? todos juntos en este planeta único. Estamos todos juntos y somos muchos. Esa es la primera realidad filosófica y geopolítica de los tiempos que vienen. Juntos. De ahí que se celebre la llegada de un mundo multipolar como se celebró la llegada de un presidente minoritario en los Estados Unidos.

Ahora bien, hacer circular (los bienes y los servicios) y al mismo tiempo impedir la circulación (de las personas) es uno de los rasgos de la esquizofrenia, del double bind, que otro filósofo identificó como la patología propia del capitalismo. ¿Sabremos acabar con esta farsa de guerras y exclusión, o la dejaremos explotar en nuestras propias manos? ¿Dejaremos el mundo prenderse fuego? La gran Hannah Arendt, que vivió el último incendio, decía que la vieja expresión "economía política" es una contradictio in adjecto, una contradicción en los términos, ya que lo económico corresponde solamente al espacio privado (oikos, "hogar", en griego), por más globalizado que esté.

El capital ha cumplido su "misión histórica" según los términos de Marx: hacer surgir, por medio de la creación del mercado mundial, la dimensión mundial propiamente dicha, y así la interconexión real de todas las existencias. Los grandes problemas del mundo, la miseria y la injusticia, la explotación, el crimen organizado transnacional, el terrorismo y el cambio climático, requieren de por sí una atención global orientada por un nuevo bien o bienestar común. A ver si nos entendemos: el capitalismo, de hecho, es un comunismo. Lo es en la medida en que asume y responde, a su manera, la pregunta política por excelencia, que es el ser o el "estar-en-común" en un mismo mundo. Este existir en común de todos como realidad única es lo que subyace a la nueva era multipolar y el fundamento del mundo que viene.

Personalmente, no creo en Iberoamérica ni en "las Américas", ficciones geopolíticas al servicio de intereses europeos y norteamericanos, respectivamente, y sí creo en la unidad de América del Sur como entidad política libre y unida, que debería, por cierto, acelerar su proceso de integración, empezando por su unión monetaria. Simétricamente, también creo que esa unidad y esa autonomía son lo que realmente les conviene a los Estados Unidos, según su verdadero interés nacional bien entendido. En cualquier caso, sólo al dar un tratamiento de pensamiento sincero y exigente a las realidades del mundo mundializado, a cada región y a cada territorio del mundo asumiremos la paradoja del capitalismo pidiendo, desde adentro, más regulación y haciendo cada vez más evidente su imperativo de transformación energética.

Propongo que celebremos y acompañemos este cambio de época, con un presidente norteamericano claramente abierto al diálogo multilateral. Si bien habrá continuidad en la geoestrategia americana (alianza atlántica, relación con Israel, escudo antimisiles, etc.), este cambio de administración implica, sin lugar a dudas, un feliz alejamiento del idealismo neoconservador de los viejos halcones del clan Bush (h.) en favor de una perspectiva más realista y más inteligente.

Nada surgirá, sin embargo, de este mundo nuevo sin un serio análisis crítico del capitalismo, simultáneo a una reflexión fiel a la geografía, o sea, a las identidades y los territorios, las montañas y los mares. Capital y mundo están tan entretejidos que el devenir del mundo, y con él la antigua promesa de un mundo abierto para todos, no es otra cosa más que el devenir del capitalismo.

El capitalismo está llamado a cambiar aún más, mucho más, quizás hasta perder su nombre. Se trata, en el fondo, de la cuestión común de la gobernabilidad del mundo. Un mundo que queremos justo, seguro y consolidado. O sea, compartido.

El autor es licenciado en filosofía, diplomacia y geopolítica.

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