jueves, 20 de septiembre de 2007

- BOSQUES -



Salvar los bosques


La importancia de los bosques para el sostenimiento de la vida en este planeta ya está lejos de ser motivo de discusión. Por esa razón es menester protegerlos de las intervenciones agresivas que por descuido o por interés conspiran contra su integridad.

Los bosques contribuyen a mantener estable el clima, al retener el carbono causante en la atmósfera del efecto invernadero, con las conocidas consecuencias globales. En escala local, los bosques proveen protección a los suelos y garantizan la calidad de las aguas superficiales y subterráneas que alimentan las napas y más tarde son utilizadas por la población, incluso a cientos de kilómetros, sin que se repare en su paso previo por esa verdadera planta de tratamiento natural.

Asimismo, proveen recursos esenciales a las poblaciones locales, forraje para los animales domésticos, cueros y pieles, carnes de especies silvestres, frutos y fibras para el desarrollo de cestos, techos y hasta adornos. Permiten el sostenimiento de verdaderas culturas en extinción, con miles de años sobre la Tierra. En contrapunto y mediando adecuados planes de utilización de las maderas, los bosques nativos son capaces de proveer a la industria, en forma sostenible y en calidades superiores al producto de forestaciones de crecimiento rápido.

No por romántico que parezca se puede dejar de reconocer que los bosques nativos pintan un paisaje y enaltecen una fisonomía. En Misiones, en el Chaco, en Salta o en la Patagonia así lo hacen y como tales, hoy son visitados por cientos de miles de turistas a quienes no les interesaría llegar tan lejos para descubrir un paisaje sin bosques. ¿Cómo luciría un jinete salteño con su típico guardamonte y sin el monte en torno de él?

Parecería, sin embargo, que los argentinos estamos demasiado distraídos en nuestras urgencias de corto plazo para reaccionar frente a la destrucción acelerada e irreversible de nuestros bosques nativos. Informes oficiales del gobierno nacional indican que 300.000 hectáreas de bosques desaparecen cada año en la Argentina. Esto implica que el equivalente a dos manzanas (hectáreas) cayó bajo las topadoras en el tiempo que demandó leer estas líneas. Estos desmontes son destinados a habilitar más tierras de pastoreo y cultivos, como la soja y otros granos, sin duda también importantes para el país, pero que no deberían avanzar desalojando especies locales e hipotecando nuestro medio ambiente.

El Senado de la Nación tiene ahora la oportunidad de dar un paso fundamental e histórico en defensa de los bosques, dando sanción definitiva a la ley de presupuestos mínimos de protección ambiental para los bosques nativos, que cuenta ya con la aprobación de los diputados. Si bien los recursos naturales están bajo la jurisdicción de las provincias, es obligación de la Nación proveer los presupuestos mínimos para su conservación, porque las consecuencias de su deterioro se hacen sentir más allá de las fronteras provinciales.

Esta ley fue apoyada e incluso enriquecida por organizaciones de prestigio en lo ambiental y en lo jurídico, como la Fundación Vida Silvestre Argentina y la Fundación Ambiente y Recursos Naturales, pero se trabó en el Senado por el lobby ejercido desde las provincias que tienen, además de bosques, sustantivos negocios entre los políticos y los empresarios agroindustriales responsables de llevar las topadoras a los bosques.

En estas horas, una campaña liderada por Greenpeace y otras organizaciones llegará al millón de firmas para reclamar la urgente ratificación de esta norma que propone detener los desmontes hasta que cada provincia obtenga sus planes de ordenamiento territorial. Los planes son la clave para una convivencia armoniosa entre los bosques y las necesidades del sector agrícola, y constituyen instrumentos técnicos que deben ser elaborados sobre la base de buena ciencia y criterio, con la participación de todos los actores de la sociedad civil con interés en la materia, desde los aborígenes hasta los agricultores.

Algunos de ellos, sin embargo, como la empresa Arcor, parecen haberse anticipado a las demoras de los congresistas. Esa firma acaba de resignar un permiso que había obtenido de la provincia de Salta para desmontar 30.000 hectáreas. Es decir que la acertada decisión de un operador privado significa que este año habría un 10 por ciento menos de desmontes en las cuencas verdes de los argentinos. Y le está señalando a los senadores reticentes cuál es el correcto camino para compatibilizar intereses y no pasar a la historia, en cambio, por haber avalado la destrucción de una irreemplazable riqueza, imprescindible para nuestra calidad de vida.

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